Angeles González Gamio
El nostálgico trenecito

La imagen de un tren urbano suele evocar imágenes nostálgicas, tanto para los que los conocieron como para los que los han soñado. ƑQuién no suspira ante la fotografía que muestra el Zócalo capitalino arbolado, con una romántica estación de donde partían lindos trenecillos a zonas lejanas: Tacubaya, Mixcoac, Coyoacán, Tlalpan... Los que rodean el medio siglo de edad, sin duda recordarán el que iba traqueteando por Alvaro Obregón, al igual que los que estudiamos en los años sesenta la preparatoria en San Ildefonso, guardamos la memoria del 3, que fue objeto de tantas bromas a estudiantiles, a su paso por la calle de Justo Sierra. En crónica pasada hablamos en estas líneas de la nostalgia de los coyoacanenses por El Pambacito, lindo trenecito que les daba útil servicio.

Como uno más de los sacrificios que ha exigido la ''modernidad'', este vehículo ha desaparecido de la ciudad de México. En su memoria, el Fideicomiso del Centro Histórico puso en circulación, a partir de 1994, un autobús que semeja un tren antiguos y lleva al paseante en un delicioso recorrido turístico-cultural por los sitios más bellos y relevantes de esta zona maravillosa, patrimonio de la humanidad.

Su éxito ha sido tal que ya se tienen dos unidades más y se cuenta con una simpática estación, ubicada en la avenida Juárez. El sitio tiene también un módulo de información turística, un sitio de ''taxi seguro'', cafetería a cargo de la Finca Santa Veracruz, lo que garantiza la excelencia del café, baños públicos, teléfonos y a su lado la flamante agencia investigadora número 6 del Ministerio Público. El sitio también expone arte; hay venta de libros y muestra de artesanos, o sea, paquete completo.

Los corridos los efectúan doctos guías y pueden ser en francés, inglés y, desde luego, en nuestro bello español. La duración es de cerca de una hora, por un pago de 28 pesos y 14 los infantes. Se visitan los sitios más relevantes, que incluyen varias de las bellas plazas, características de este sitio con tanta historia. No cabe duda de que el que tome este paseo va a tener una visión distinta de la antigua ciudad de México.

El recorrido puede concluir en el tradicional Café Tacuba, que nuevamente abre sus puertas tras el lamentable incendio que padeció hace unos meses. Este restaurante que ya es parte de la vida y fisonomía del Centro Histórico. Tuvo su origen en una lechería que establecieron los abuelos de Gaby y Rafael Ballesteros en 1912. La abundancia de clientela llevó a los emprendedores dueños a poner unas mesas, vender tamales, buñuelos y buen pan.

Ochenta y nueve años más tarde la antigua lechería se ha convertido en uno de los lugares más apreciados del Centro Histórico, ya que conserva calidad y tradición. Aquí se continúan sirviendo los pambazos, los tamales, las chalupas y toda clase de antojitos, preparados con el rigor de las abuelas, que veneraban la cocina que habían aprendido de sus mayores. El chocolate se sigue batiendo con molinillo y los bizcochos, buñuelos y churros se hornean diariamente. La hermosa Gaby se encuentra todos los días supervisando personalmente la preparación de los alimentos y la calidad del servicio.

Afortunadamente el siniestro respetó los bellos lambrines de azulejos, obra del afamado poblano Uriarte, que muestran coloridos canastos de flores y de frutas, enmarcados por deslumbrantes azulejos color cobalto. La ausencia de los grandes óleos que se dañaron permite apreciar mejor este magnifico trabajo artesanal.

Es encomiable el esfuerzo realizado por el matrimonio Ballesteros, que en tan corto tiempo logró rehabilitar este lugar tan querido por todos los amantes del Centro Histórico. Sólo falta concluir la restauración de la parte superior, en donde vivía la tía abuela, que alguna vez estuvo al frente del lugar y que fue sacada por un balcón cuando las llamas abrasaron el edificio.

Seguramente también regresará el fantasma de la monja Clarisa --a quien perteneció la propiedad--, que, afirman las cocineras, frecuentemente las visita, actitud que todos debemos copiar para que siga vivito y coleando el Café Tacuba, parte importante de los tesoros gastronómicos del Centro Histórico de la Ciudad de México.