LA NUEVA GEOPOLITICA DE WASHINGTON
Como resultado de la mundialización de la economía y de su papel hegemónico en el campo militar, Estados Unidos mantiene una política global y, al mismo tiempo, una específica para cada rincón del planeta. Ejemplos de esta circunstancia podrían ser: las estrategias desarrolladas ante China en el conflicto del independentismo taiwanés; ante Rusia, con el intento de controlar los hidrocarburos de Asia central; en el Cercano Oriente, con el apoyo a Turquía como potencia regional y contrapeso del mundo árabe, y en América Latina, con las pretensiones de subordinar a Colombia y Venezuela, así como de debilitar al Mercosur para atar las economías latinoamericanas a los mercados estadunidenses.
Ahora, ante la inestabilidad colombiana, hay en Bogotá sectores interesados en impedir las negociaciones de paz entre el presidente Andrés Pastrana y los guerrilleros de las FARC, porque la guerra es un magnífico negocio para quienes venden armas a los diferentes grupos en conflicto (ejército, narcotraficantes, guerrilleros, paramilitares) y para quienes obtienen ventajas y poder con el incremento del caos y de la violencia. Ese sector, cabe señalar, no vería con malos ojos una intervención (encubierta o directa) de Washington en ese país. En este contexto, el señalamiento del presidente venezolano Hugo Chávez acerca de que una intervención extranjera convertiría a Colombia ''en un pequeño Vietnam'' es un indicador de la preocupación e incertidumbre que prevalecen en esa región del continente.
Con la retirada del ejército estadunidense de Panamá aumenta el papel estratégico de Colombia en la zona, pues esa nación se asoma al Caribe, tiene fronteras con Venezuela y Ecuador --naciones petroleras que atraviesan por intensas crisis políticas-- y se abre sobre la Amazonia brasileña. Estados Unidos tiene actualmente bases alrededor de Colombia --en Curazao, Aruba y Trinidad y Tobago-- y ha convertido al Caribe en una especie de lago interior, cuyo control le permite presionar a Cuba y a todos los países ribereños con el pretexto de combatir el comercio de drogas (que en realidad tiene su epicentro en Estados Unidos).
Si se recuerda, sin embargo, el apoyo que dio Washington en el Triángulo de Oro a los generales anticomunistas de Chiang Kai Shek que se financiaban con el opio, el sostén al gobierno de Kieu en Vietnam del Sur --igualmente ligado al narcotráfico--, el Irangate, y la venta de droga en Estados Unidos para financiar a la contra nicaragüense, se puede deducir que el Pentágono no se guía necesariamente por la salud pública o por razones morales sino, más prosaicamente, por la geopolítica y la teoría del Destino Manifiesto.
Eso llevaría a pensar que una eventual pacificación en Colombia, a la que aspira su pueblo, no sería bien recibida por todos los pescadores en río revuelto porque reforzaría políticamente al presidente Pastrana e, incluso, premiaría a las FARC --la guerrilla más antigua de América Latina-- precisamente en el momento en que en Colombia y en el resto del continente se agravan las tensiones sociales y la ya terrible pobreza.
Por consiguiente, convendría que las autoridades y las sociedades latinoamericanas se manifestaran abiertamente contra todo intento de injerencia externa en Colombia, pues cualquier vulneración de la soberanía de ese país hermano resultaría inaceptable, violatoria del derecho internacional y riesgosa para toda el subcontinente.