Ť Colonos de San Sebastián lo golpearon y lo ataron a un asta casi diez horas
Intentan linchar a presunto ladrón en Tulyehualco y agreden a autoridades
Ť Los dirigentes perdieron el control de la turba; insisten en rechazar el apoyo gubernamental
Sandra Palacios y Humberto Ortiz Ť Habitantes de Santiago Tulyehualco detuvieron ayer en el poblado de San Sebastián a Alejandro Osorno, alias El Zorro, acusado de varios robos. Durante más de diez horas lo mantuvieron atado de pies y manos al asta del kiosco Quirino Mendoza.
Abajo, la gente exigía linchar a Osorno, de 23 años, quien aseguró dedicarse a hacer cajas de madera en la Central de Abasto y quien finalmente fue trasladado a la 27 agencia del Ministerio Público.
Unos vecinos relataron que estaban de guardia cuando, alrededor de las 5:30 horas, se percataron de la entrada ''sospechosa'' de una Caribe amarilla, con vidrios polarizados y placas 918-DTB, en la que viajaban Osorno y Arturo Morales Martínez, de 32 años, a quienes policías de la Secretaría de Seguridad Pública perseguían desde Xico, delegación Tláhuac.
Como Osorno y Morales rehusaron identificarse, los habitantes de Tulyehualco pidieron ayuda y ''detuvieron'' a los ''sospechosos'' en la esquina de Francisco Villa y Matías Enríquez.
A Osorno lo identificaron como uno de los asaltantes que actúan en este poblado.
Tras capturarlo, le propinaron una golpiza hasta hacerlo sangrar y le desgarraron la ropa. Posteriormente lo ataron de manos y piernas y lo subieron al kiosco Quirino Mendoza, donde se reunieron los colonos.
El segundo superintendente, Pablo Jaime Mendoza, informó que al otro detenido fue identificado como Arturo Morales Martínez, quien fue trasladado a la 27 agencia del Ministerio Público, donde se investiga si tiene antecedentes penales.
Al parecer, los presuntos delincuentes se dirigían a la Central de Abasto cuando fueron interceptados por los policías. Para evitar que los multaran, huyeron hacia San Sebastián, en donde los vecinos que estaban de guardia los capturaron.
Otra versión señala que los detenidos huían luego de haber robado el vehículo y también se dijo que Osorno había sido detenido cuando intentaba entrar a una vivienda de San Sebastián.
Los vecinos exigieron la presencia de la delegada en Xochimilco, Estefanía Chávez; del secretario de Seguridad Pública, Alejandro Gertz Manero y del procurador capitalino, Samuel del Villar, para entregar al detenido.
Mientras esperaban la llegada de las autoridades, los colonos pedían a gritos desatar al presunto maleante para seguirlo golpeando y vengarse de los asaltos y otras agresiones que han sufrido en meses recientes.
Ante esta situación, el sacerdote de la comunidad, René Benítez Jácome, llamó a mantener la cordura. ''Es bueno que los ciudadanos se organicen para atacar la inseguridad, pero no es bueno que quieran tomar la vida de una persona para hacerse justicia por cuenta propia. Si lo hacen, están violando la ley de Dios y la justicia''. Pese a ello, los vecinos insistieron en vengarse.
A las 14:45 horas llegó Estefanía Chávez acompañada de Rigoberto Avila, en representación de la Secretaría de Gobierno capitalino, y de Ivonne Ramos, coordinadora de Seguridad Pública en Xochimilco.
Tras más de dos horas de discusión, las autoridades se llevaron al acusado, luego de haberse integrado la averiguación previa 27/3642/99-08 por el delito de robo.
Hombres, mujeres y niños de Tulyehualco, inconformes con esta decisión, agredieron a los funcionarios del gobierno capitalino y de la SSP: a Estefanía Chávez le desgarraron la ropa, al representante de la Secretaría de Gobierno, le lanzaron botellas de refresco vacías y el segundo superintendente Pablo Jaime Mendoza recibió varios golpes.
La comunidad rechazó nuevamente el apoyo de las autoridades y las acusaron de ser incapaces de resolver los problemas de inseguridad en esta parte de Xochimilco. Asimismo, advirtieron que seguirán con las guardias permanentes, pues sólo de esa manera, afirmaron, han podido contener la delincuencia.
''šYa no va a ser lo que usted quiera!''
Humberto Ortiz Moreno y Sandra Palacios Ť Tras un par de horas de tensas negociaciones con autoridades, ante una muchedumbre enardecida que ya no entendía ni las razones de sus representantes, la población de Tulyehualco decidió desconocer a la delegada en Xochimilco, Estefanía Chávez, y a los jefes policiacos Pablo Jaime Mendoza y Jorge Villegas, a quienes expulsaron en medio de jaloneos, puñetazos y una andanada de proyectiles, desde jitomates hasta botellas y piedras. A la delegada le desgarraron la ropa.
Chávez sabía desde temprano que su presencia podría provocar ''intranquilidad y angustia'', pero la convencieron de ir. El presunto asaltante había sido interrogado y torturado por una turba fuera de control.
La gente amenazaba con linchar a Osorno, a quien acusan de pertenecer a una banda de asaltantes. ƑPruebas? Ninguna. Sólo la palabra de los inquisidores.
El primer aviso de estos hechos ocurrió el domingo pasado, en la parte alta de Xochimilco, llamada La Montaña. Los vecinos habían detenido a un delincuente y no querían soltarlo. Cuatro policías acudieron para aprehenderlo, pero los recibieron a pedradas y golpes. Magullados, apenas se salvaron de que los lincharan. La patrulla quedó destrozada, ellos resultaron heridos físicamente y en su orgullo, pero rescataron al presunto delincuente.
''Ya estamos cansados. La policía es la que, lamentablemente, tiene que hacer el trabajo sucio en la calle, la que da la cara, la que expone su vida y no recibe apoyo de la sociedad, salvo excepciones. Hay casos en que la ciudadanía se alía con los delincuentes y se pone contra nosotros'', se quejaba el segundo superintendente Pablo Jaime Mendoza, quien por poco no cumple sus 38 años de servicio, el 7 de octubre.
Ayer se repitió la historia. Sólo que en esta ocasión la delegada Chávez y los dos jefes policiacos fueron los blancos de la agresión: les lanzaron toda clase de objetos, algunos filosos.
Pablo Jaime Mendoza y Jorge Villegas, veteranos jefes de la SSP en los sectores 48 y 10, respectivamente, llegaron temprano pero no intervinieron para evitar el enfrentamiento, pues ya sabían de lo sucedido el domingo pasado.
Para los periodistas también hubo ataques. A dos reporteros gráficos los golpearon y les robaron sus equipos. El cura René Benítez Jácome llamaba insistentemente a la prudencia ''para que no nos tilden como un pueblo sin ley y mucho menos, el día de mañana, como asesinos. No podemos echar a perder nuestra tradición como pueblo trabajador, alegre, vivo''. Ignorado, cuando no abucheado, el párroco optó por callar y retirarse. En algún momento quiso dar agua al detenido, pero desistió debido a los insultos de la gente.
Los gritos y las protestas se generalizaron. Los pobladores de Tulyehualco insistían en ver a Chávez, Del Villar y a Gertz Manero para entregarles a Osorno Palma.
Se esperaba que el conflicto terminara con la llegada de la delegada, pero como ella misma lo había previsto, la muchedumbre la recibió entre insultos y uno que otro proyectil. Sudoroso, Rigoberto Avila, secretario de Rosario Robles, exigía entregar al sujeto.
''šYa no va a ser lo que usted quiera! šAhora será lo que nosotros queramos!'', le dijeron una y otra vez. La invitaron a hablar desde el kiosco con la gente para que asegurara que ayudaría a limpiar la imagen de Tulyehualco. Dos veces se acercó a tratar de hablar a todo lo que daba su débil voz, con el presunto delincuente a sus espaldas, pero no podía terminar una sola frase ante el griterío de los lugareños. ''šNecesitamos que se cumpla la ley! No está bien que el pueblo mantenga amarrada a una persona. Si no permiten que se lo lleven, ustedes están violando la ley. Detener a una persona no es declararla culpable o inocente'', trataba de explicarles.
Los representantes vecinales no dejaban hablar a la delegada. La tensión crecía y llegó el momento en que quienes encabezan a la turba perdieron el control de ésta.
La confusión era tal que la población empezaba a dividirse. Un grupo de mujeres defendía a Osorno Palma. El presunto delincuente, aseguraban, no era tal y lo detuvieron cuando se iba a trabajar. Pero otras dos lo habían identificado como el hombre que las había asaltado.
''šEsto es una salvajada!'', decía como para sí misma Chávez. Advertía a los representantes vecinales que estaban cometiendo un delito al privar ilegalmente de la libertad a Osorno Palma. De nada sirvió. El agente del Ministerio Público evitaba confrontar a la gente y eludía las instrucciones de la delegada. ''ƑEstamos tan acostumbrados a odiarnos?'', se preguntaba ella.
A las 14:45 horas, el detenido fue desatado del mástil y trasladado, en medio de una lluvia de proyectiles, hasta la patrulla 10021, que lo llevó a la 27 agencia del Ministerio Público.
Parecía que con eso terminaría este episodio en Santiago Tulyehualco. ''šGanamos!'', exclamaron algunos colonos.
Había quedado claro que hoy se instalaría un módulo de vigilancia y que se incrementaría el número de patrullas y de policías.
Pero Isauro Mendoza, el primer lugareño en hablar ante reporteros y uno de los que más cuestionaron a las autoridades, no estaba satisfecho y encendió la mecha: envió a su hijo a increpar a la delegada Chávez por ''haberme ignorado'' en una visita anterior de la funcionaria. El joven le pidió renunciar si no podía con el paquete. Ella le respondió que con esa actitud no podría hablar con ellos.
El muchacho la insultó sin recato, apoyado por su padre. Habían pasado más de diez horas de tensión y desacuerdos. Cuando Chávez iba a retirarse, el grito de ''šya no queremos demagogia!'' caldeó aún más los ánimos y desató la agresión.