Con la mundialización económica buena parte de las decisiones políticas fundamentales se adoptan en las grandes instituciones financieras internacionales. Un ejemplo muy notable de esta tendencia fue el condicionamiento (por el Banco Mundial) de un préstamo de 30 mil millones de dólares a Brasil, que se tambaleaba ante los efectos de la crisis financiera en el Sudeste asiático: si Fernando Henrique Cardoso perdía las elecciones presidenciales deberían olvidarse de ese dinero y naufragar en la crisis o salir de ella "con sangre, sudor y lágrimas". Ahora, ante las elecciones presidenciales de octubre próximo en Argentina, el FMI, que había ofrecido un préstamo, no negociará con el gobierno actual sino con el próximo, condicionando así, de antemano, su comportamiento económico (y evitando, dicho sea de paso, que el vencedor pueda cargar sobre las espaldas del anterior gobierno la impopularidad de las condiciones que acompañan la "ayuda" financiera y deba humillarse y "quemarse" desde el primer momento).
De este modo, dado que las grandes decisiones políticas no se adoptan en el país, se generan dos tendencias simultáneas: por un lado, los organismos de mediación política y social (entre los cuales se destacan los partidos) pierden campo de acción, influencia y credibilidad, lo cual los impulsa aún más a abandonar sus raíces sociales, sus características originales y a transformarse en grandes aparatos aspiradores, que tratan de "chupar" todo lo que se deje y, por otro lado, la política, o sea la propuesta de ideas y el intento de darles fuerza y concreción organizando con ellas sectores sociales, es reemplazada por la politiquería, o sea la alquimia electoral para "ganar". Los políticos, entonces, deben responder a esta estadunidización de la vida electoral y, ya que no pueden diferenciarse ni competir en el campo de las propuestas y de los programas, deben hacerlo en el de la imagen, las fusiones y alianzas, como las empresas cuyos métodos y concepciones adoptan. Por supuesto, los electores, que no son idiotas, y se niegan a elegir, como dicen los franceses, entre el bonete blanco y el blanco bonete, se abstienen (y castigan así, sobre todo, a la oposición que se opone pero verbalmente y mal y no propone nada diferente).
ƑCuáles son los programas concretos de la Alianza opositora argentina para reducir la desocupación, para ampliar el mercado interno, para reducir la pobreza? ƑDónde y cómo piensa obtener los recursos para esa tarea, si es que la encara? ƑQué dice sobre la reorganización del Mercosur y de la inserción de Argentina en el mercado mundial (aparte de sostener, con masoquismo, que mantendrá la actual sobrevaluacion del peso? Ƒ Qué piensa hacer con la pequeña y media industria y con las pequeñas y medias explotaciones ganaderas, en concepto de apoyo estatal, de crédito, de investigación y desarrollo, de prioridades? ƑCuáles son los grandes planes sociales que, promoviendo el empleo, la educación y el nivel de vida, ayuden a resolver el problema de la violencia? ƑDe dónde sacar los recursos y la gente para ellos, si es que existen? ƑQué calificación tienen los futuros dirigentes del aparato estatal, en cada administración, en cada ministerio? ƑAcaso sabe el elector quién podrá influir, a nivel cotidiano y en su localidad o ramo económico, para mejorarle o empeorarle la vida? ƑCuál será la reasignación del presupuesto, cuáles serán las prioridades del mismo y quién las establecerá: la gente misma o un tecnoburócrata fiel al partido-aspiradora? ƑQué se hará con los corruptos, los asesinos, los torturadores? ƑSe pactará con las fuerzas que los cobijan? Las preguntas son infinitas. Pero, sobre todo, es evidente que la campaña electoral ni está ligada a los problemas fundamentales de la gente común ni busca la autoorganización y la movilización de ésta para tener un apoyo social concreto que permita por lo menos resistir la presión del FMI y del Banco Mundial, golpear al sector financiero, comenzar a cambiar algo, controlar los intentos desestabilizadores que toda política de reforma, como en el Chile de Allende, provocará. Este vacío programático y organizativo prepara así la alternancia, no la alternativa. Es decir, la continuidad de la crisis y de la sumisión al capital financiero internacional. No basta con "tener las manos limpias y las uñas cortas" (en el supuesto de que todos las tengan) pues en ese caso deberían gobernar las manicuras...
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