La Jornada sábado 14 de agosto de 1999

Ť No se vale, gordita, no se vale/ I Ť

 

Ť Elena Poniatowska Ť

Todavía resuenan en mis oídos sus ''pinche Elena" roncos y vehementes, cuando llamaba desde Colima para decir: ''Llego a México la semana que entra. Te hablo para vernos". Yo le decía ''Titiux" y ella no me bajaba de ''Pinche Elena". La Tita padecía tromboflebitis y tenía un corazón enorme. También llamaba del Hospital López Mateos, en la avenida Universidad. ''Aquí me tienen encerrada, Ƒtú crees? ƑCuándo vienes? Me traes una almohada que la mía está de la cachetada". Vino a la casa en varias ocasiones, porque Juan Garduño pensaba hacer una película sobre el 68 y nos reunimos Roberto Escudero, Raúl Alvarez Garín y La Tita a ver qué se nos ocurría. El sumo sacerdote era don Gabriel Figueroa. Alguna vez Raúl transformó la cocina en campo de batalla, pidió que no interviniéramos en sus celestiales mejunjes y con gran rapidez saltaron en nuestros platos unos camarones ''geniales". ''Son mi especialidad, se me dan mejor que la política" ųaseveró.

Rojo amanecer hizo que el proyecto de Juan Garduño se fuera al pozo, Roberto Escudero olvidó su paraguas en la entrada y Tita, siguiendo una orden médica decidió vivir para siempre en Colima. Bueno, no para siempre, porque vino a los 25 años de La noche de Tlatelolco en el auditorio Che Guevara, antes Justo Sierra y le cantaron su corrido. Regresó seis o siete veces más, acompañada por su hijo Roberto, guapísimo, que conducía el coche y cargaba asimismo el tanque de oxígeno. En esas ocasiones la entrevisté porque siempre me urgía: ''ƑCuándo me haces mi libro, pinche Elena?" Seguramente se disgustó por mi paso de tortuga porque me advirtió por teléfono que había sacado uno por su lado, pero no llegué a verlo siquiera. El lunes 9 de agosto a mediodía habló consternada Ana Ignacia Rodríguez, La Nacha, su entrañable amiga y el martes 10 su esquela confirmó la mala noticia.

*tita-avenda–o-libro-68 La Tita, Roberta Avendaño Martínez, líder estudiantil en 1968, falleció en Guadalajara el pasado lunes. Su hijo Roberto la traía a México con el invariable tanque de oxígeno cuando ella se sintió mal y tuvo que llevarla a un hospital. Su muerte, en esta hora negra de la UNAM, nos produce una tristeza aún más honda. La Tita, emblema de las luchas estudiantiles, delegada de la Facultad de Derecho ante el CNH, era una de las principales figuras de las asambleas en CU, en 1968. Circular y rotunda, nunca falló a uno solo de los actos y se daba a querer por cada uno de los poros de su voluminosa simpatía. Alegre, dicharachera y mal hablada, sus buenas puntadas y sus ocurrencias alivianaban a todos; sabía romper hostilidades y conciliar intereses, era la primera en hacer bromas acerca de su propia gordura. El recuento de anécdotas jocosas en torno de su forma de escapar de los granaderos era una saludable catarsis. Su corrido decía: ''Informamos que las masas van llegando, pero pura madre, es La Tita caminando".

Después de sus dos años en la Cárcel de Mujeres, cercana a la de Santa Marta Acatitla, con la abogada Adelita Castillejos y La Nacha, quien se fue a Taxco, Tita representó al salir libre su propio personaje: La Tita en una obra de teatro sobre la masacre del 2 de octubre, que vi en Toluca. ''No puedo salir del 68", decía. Marcada de por vida por el movimiento estudiantil de 1968, La Tita fue sentenciada junto con los líderes principales, Raúl, Gilberto, Luis, Eduardo y José a 16 años de prisión acusada de daños en propiedad ajena, ataques a la vía pública, incitación a la rebelión, homicidio, acopio de armas, asociación delictuosa y quién sabe cuántos delitos más de los que ella se pitorreaba. En la cárcel, su entereza impresionaba como impactaron también La Nacha y Adelita Castillejos, peinada de salón y arregladísima. Allí también La Tita siguió levantándoles el ánimo a cuantas se le acercaron. Abanderada de la libertad, difícilmente perdía su buen humor. Sólo la muerte de su padre en esos días de cárcel la afectó e hizo sentirse culpable. ''No estuve allí para acompañarlo".

Rescato algunos fragmentos de las 53 páginas grabadas y transcritas como un póstumo homenaje a una mujer fuera de serie.

Mi nacimiento

''Nací en el Distrito Federal el 13 de diciembre de 1941. Mis padres fueron gente humilde y pobre. Mi madre estudió única y exclusivamente el primer año de primaria, pero eso me hizo ver que la educación a la fecha se encuentra en muy mal estado porque mi mamá con un primer año sabía leer, escribir y sumar. Para mantenerme vendía en abonos ropa, juguetes, zapatos. Era una vendedora nata, si le daban un mojoncito envuelto era capaz de venderlo. Vendía en abonos, lo cual me pasó a fastidiar porque a mí me mandaba a cobrar, todo se lo llevaban a vistas y a la hora de cobrar los sábados, madre santísima, me dejaban en la puerta, salía un hijo 'ahorita', diez minutos, tocaba yo de nuevo salía otro hijo: 'Ah sí, ahorita viene', volvía a meterse, otros diez minutos, volvía yo a tocar 'que no está' y me hacían dar vueltas como trompo chillador a puro 'No está'. También en el mercado pasaba a cobrarle a la pollera que al verme no tenía más que estirar la mano y darme el peso, caramba, pero se ponía a despachar y hasta el final me decía: 'Es que no te había visto y hombre', yo estaba que echaba chispas.

''Mis papás se separaron cuando yo tenía dieciséis años y estaba en la Normal. 'ƑTe vas con tu madre o te quedas conmigo?' Mi mamá era la que me llevaba a los bailes, al cine, la que me sacaba de paseo, obviamente me fui con mi mamá. Mi padre era un hombre muy metódico, muy honrado, muy disciplinado pero muy cerrado. Yo lo visitaba cada ocho días y me daba sesenta pesos para mis camiones. A mi madre nunca le dio un centavo, por eso ya desde la secundaria empecé a sentir que las injusticias me sofocaban. Me volví muy alegadora y en la secundaria, cuando nos iban a expulsar, alegué y alegué y como tenía muy buena voz y mejores argumentos, me pusieron 'la abogadiche'''.

Una niña de 6 kilos

A mi pobre madre la descuajaringué. Nací pesando 6 kilos y siempre fui una niña gorda. Lo que me da más coraje es que nunca fui una de esas mosquitas quietas, calladas, que dijeran: ''Oye, está timbona porque traga y no se mueve" sino que empecé con los patines, tanto que me decían ''el oso en patines". Llegaba yo de la escuela, dejaba mis útiles, me ponía los patines allá en Lucas Alamán, donde vivíamos y había un tramo de calle que estaba lisito. Y allí mero salía yo a andar en patines. Los sábados y los domingos, mi mamá que era gordita, gordita, nunca gordota como yo, a lo más que llegó a pesar ella fueron 106 kilos ųyo he llegado a pesar 150ų, mi mamá se subía al tren, aquellos no sé si tú los recuerdes, ésos que iban a Xochimilco como tranvías, que luego eran sólo de dos carros y a mí me gustaba siempre ir en el carro de atrás porque tenía una parte descubierta y traca-traca-traca-traca, pero cuando no, me iba yo en patines de Lucas Alamán hasta Portales y luego Churubusco hasta Xochimilco. Obviamente no había el tráfico que hay ahora, si no hubiera yo tenido una muerte de sapo inmediata; la calzada estaba casi vacía y yo en patines duro y duro y mi mamá viéndome desde el tren, yo iba hecha la cochinilla, tras, tras, tras, tras. A veces el tren me pasaba, a veces yo lo pasaba con la lengua en la cintura. En la terminal me quitaba los patines, subía al tren y regresaba con mi mamá.

Siempre peleé una bicicleta pero los Reyes nunca tuvieron para traérmela, a lo más que llegaron fue a un triciclo grandote de medio uso que un padrino nos heredó hasta que mi padre me ofreció alquilar una bicicleta los domingos en la calle de Bolívar e íbamos pedaleando de la colonia Obrera a Coyoacán y luego a Xochimilco y a Contreras.

Mi goce total fue el baile. Cuando cumplí 13 años, empecé a ir a las fiestecillas del vecindario, como las de este Chava Flores y a los bailes de quince, pero con mi altura y mi cuerpesote representaba más edad. Se usaban las crinolinas y šoh desgracia! yo ya tenía mis crinolinas propias. Me volví una bailadora incansable, primero con las compañeras que me enseñaron los pasos y después con mi mamá, que se movía al compás de la música y no como yo que tenía dos volcanes dentro. Ella me llevaba a los bailes, se sentaba junto a la orquesta y yo bailaba frente a ella y como estaba yo timbona a todos les llamaba la atención que fuera tan ligera a tal grado que se hicieron concursos y yo bailaba con un muchachillo y nos ganábamos una torta. Tengo un canguro de Radio Mil que gané en un concurso de rocanrol y otra estatua que se le quedó a Mauricio, el muchachillo, y ésa la ganamos bailando el cha cha cha. Mauricio pensó: ''No, a ésta no la movemos ni a bombazos" y cuando me sacó se llevó la sorpresa de su vida. Yo bailaba y bailaba y ocurría algo muy bonito que bailando me olvidaba de cualquier pesar que tuviera, lo mismo que en el cine.

Scaramouche

El cine también fue mi refugio, el Cine Maya que ahora es una disco de mala muerte, el Olé-Olé. En el cine nos citábamos toda la pandilla de la diagonal San Antonio porque siempre anduve yo con los hombres y todos los domingos sin falta después de la misa de 8 y de desayunar, nos veíamos en el tercer pilar del lado izquierdo, allí era la cita. Vi Scaramouche 12 veces. Con mi mamá me aficioné a las películas musicales: Tres palabritas, Cantando bajo la lluvia y las de Fred Astaire.

Diez años de maestra

Mi papá muy confiado me preguntó: ''ƑPues qué quieres estudiar?" Le dije: ''Derecho". ''No, mira ųrespondióų yo ya estoy grande, Ƒpor qué no estudias la Normal como habías dicho y luego Derecho?" Así lo hice. Terminé la Normal y ya trabajando como maestra estudié prepa en la noche y luego me fui a Leyes, a la UNAM.

Fui diez años maestra, casi siempre me tocó tercero, tercero, tercero, aunque un año tuve cuarto y el último primero, en 1968 que fue cuando me detuvieron. Eran buenos los programas de educación, muy ordenados, no que ahora unos van encima de otros y han metido tantas ideas exóticas que ni madres. Ahora resulta que tú no puedes reprobar a un chamaco. Antes uno trataba de que los chavitos salieran adelante, pero no dándoles por su lado. En geografía de tercero, eran las delegaciones; en cuarto, la República Mexicana; en quinto América, el continente y, en sexto, Europa. Ahora andan hechos camote desde el primer año de matemáticas, al segundo año ya tenían que saber todas las tablas, porque en segundo les tocaban multiplicaciones, divisiones; tercero, pues, ya empezaban a dividir de dos cifras, multiplicaciones de punto decimal; en cuarto ya geometría, luego álgebra, se iba avanzado, avanzando y ahora, no mames, resulta que cuando llego al CCH a dar clases tengo que darlas de gramática porque unas faltotas de ortografía que ni madres. Es como el inglés, en primero de secundaria te enseñan father, mother, window, floor y esas cosas y ahora ya están los programas hechos fuchi y ni eso de father saben; un relajo que te mueres de la tristeza. Por eso te digo que todo viene de abajo.

Estaba yo en quinto de Normal cuando me tocó vivir la época de Othón Salazar. Yo soy de la Normal 57-58. Me tocó Torres Bodet, su subsecretario un tal Hernández y el oficial mayor Aguilera, un pelón él. Nosotros alegábamos que qué hombre puede mantener a su familia con el sueldo de maestro si en aquel entonces recuerdo que pagaban 900 pesos mensuales. También era un relajo lo de las plazas, nadie quería salir a la ranchería perengana, al rancho zutano, a la llanura fulana donde por la noche se oía pasar a los arrieros con su carreta gritando, chiflando y mentando madres. Una muchacha de 17 años de la ciudad sentía que se moría, Ƒverdad?

Combatir las injusticias

Del campo llegaban cartas desesperadas de las llamadas ''escuelas unitarias". ''Nosotros lavamos, limpiamos, clavamos, sacudimos, damos clases, curamos, somos el director, la secretaria, el barrendero, el consejero, todo".

A mí me tocó en Cuajimalpa por el camino viejo a Toluca, en San Mateo Tlaltenango; a otras compañeras les tocó en Contadero. En mi vida había visto minas de arena y me iba yo en un camión que era la pura tabla forrada de keratol y en el camino nos deteníamos 27 veces porque había 27 topes. Pasaba por Santa Fe donde estaba el basurero de la ciudad y allí vi cómo vivía la gente y volvió a manifestarse mi carácter en contra de las injusticias.

Mi trabajo fue muy agradable porque me llevaban a regalar un chingo de flores. El día de muertos hacían su pan de muertos y regresaban yo a la casa con otro chingo de bolsas de pan que se endurecía duro, Ƒpues qué hacíamos mi mamá y yo solas con tanto pan?, de allí que mi mamá hacía capirotada, que yo la recuerdo como pan frito en mantequilla, con canela, pasitas, cacahuates, leche y queso que era un manjar. Convidábamos a los vecinos. Yo siempre he tenido un carácter alegre, muy llevado con la gente, les platico mucho, les hago bromas y me regalaban montones de dalias. Con el clima frío allá se daban unas preciosas y regresaba cuajada de flores y de pequeños regalos. Hasta Gansitos me ponían en las manos. Además, como maestra me invitaban no sólo a la fiesta del santo patrono del pueblo sino a todos los cumpleaños y recuerdo que una vez comí en siete casas. En la primera pues muy rico, en la segunda, bueno, en la tercera ya no pude decir que no, no se fueran a ofender y ya en la séptima casi vomitaba, pero ni modo de despreciar a la gente, eso era imposible y el mole y el chínguere y los que llegan a gorrear y los que se ponen alegres y el subdelegado y su esposa a los que les decíamos el ''cherife" y "la cherifa", bueno para mí esa fue una vida preciosa.