San Miguel de Allende, Gto. A sus 21 años de existencia el Festival de Música de Cámara de San Miguel de Allende tiene un problema: qué hacer con la cantidad creciente de alumnos que de diversos rincones del país llegan cada año para participar en los talleres y clases magisteriales que imparten los músicos invitados a tocar durante el encuentro. Este es algo que ya quisieran tener festivales análogos, y habla bien del prestigio ganado a pulso por los organizadores en lo que se refiere al nivel y seriedad de esos cursos y talleres. Será importante, sin embargo, que se cuide que la cantidad no rebase la calidad.
El segundo de los tres fines de semana del festival estuvo a cargo de los cuartetos Shanghai, Ying y el Ensamble ONIX. De especial interés en el concierto del Shanghai fue la interpretación de sendos arreglos a tres canciones populares chinas. En uno de ellos destacó la evidente intención del arreglista de imitar los sonidos de algunos instrumentos chinos tradicionales y, en otro, fue notorio el uso de un discreto microtonalismo, muy adecuado al material melódico y armónico de la pieza. Después, Shanghai hizo una buena versión del Cuarteto Op. 18, No. 3 de Beethoven, caracterizada por la frescura, ligereza y transparencia implícitas en la partitura. Estos cuatro músicos comprenden que no todo Beethoven requiere de apasionadas tormentas para su ejecución. Finalmente, el Quinteto Op. 44 de Schumann, con la colaboración del pianista Fernando García Torres. Al interior de una ejecución que dejó en evidencia las dificultades de hacer un ensamble compacto cuando no se tiene la costumbre de tocar juntos, destacó al menos el equilibrio sonoro entre cuerdas y piano, y el quinteto logró buenos momentos en la marcha del segundo movimiento, tocada sin monotonía y sin la obstinación mecánica que suele empañar algunas versiones de esta obra.
Al día siguiente el Cuarteto Ying hizo, entre otras cosas, una interpretación áspera, neurótica y agitada del Cuarteto No. 9, de Shostakovich. O sea, una versión apegada al espíritu del compositor. Formado por cuatro hermanos mostró una envidiable energía juvenil y realizó una buena labor de ensamble, sobre todo en el complejo último movimiento de la obra de Shostakovich. Al final de este programa, el Shanghai se unió al Ying para interpretar el Octeto Op. 20 de Mendelssohn. Una satisfactoria unión de temperamentos musicales que dio como resultado un octeto y no la suma de dos cuartetos, en beneficio de una textura homogénea a lo largo de la obra. Cabe señalar aquí la parte destacada encomendada por Mendelssohn al primer violín del ensamble, muy al modo de los cuartetos de cuerda tempranos.
Este fin de semana del Festival de Música de Cámara de San Miguel de Allende concluyó con la presentación de ONIX, con una oferta de música del siglo XX que, sorprendentemente, no sólo no ahuyentó al público de corte tradicional, sino que pareció agradar bastante a la concurrencia. Entre lo más atractivo del programa de ONIX estuvo sin duda el repertorio francés. El interés del estreno en México de la Rapsodia negra, de Poulenc, fue potenciado por el hecho de que, debido a las inefables causas de fuerza mayor, los propios miembros de ONIX asumieron valientemente la ejecución de la breve parte vocal de la pieza, añadiendo al asunto un toque aún más surrealista de lo que propone esta extraña partitura de Poulenc.
En la interpretación de Living room music, de John Cage, mitad música conceptual y mitad teatro musical, cuatro miembros de ONIX transitaron con propiedad por lo estrictamente musical, pero dejaron constancia de que aún se sienten incómodos y un tanto rígidos con las labores escénicas a las que todo ensamble de música nueva ha de enfrentarse tarde o temprano. De particular interés en este programa fue el estreno mundial de la Sonata de cámara No. 5, del mexicano Armando Luna Ponce, una de las voces más sólidas de su generación. Más extrovertida y de textura menos compacta que las otras sonatas de la serie, esta obra se caracteriza por una compleja escritura y una variada orquestación en la que predominan los contrastes tímbricos. Buena coherencia en la ejecución de los dos primeros movimientos, y ciertas aristas que pulir en la labor de ensamble del tercero caracterizaron a este estreno; ojalá que ONIX realice pronto una segunda ejecución de la Sonata de cámara No. 5, de Luna Ponce, obra que merece audiciones subsecuentes.