BALANCE INTERNACIONAL Ť Eduardo Loría
Vacunas anticrisis

En este mundo de gran incertidumbre hay al menos dos cosas sumamente claras: que no se acabará el planeta por presagios esotéricos y que las crisis financieras son inevitables. Sobre la segunda, hay dos opciones: ponerse a rezar o aplicar las medidas pertinentes que las hagan menos frecuentes e intensas. Por el carácter técnico (no religioso) de esta columna, corresponde abundar sobre la segunda opción.

En un artículo reciente (M. Feldstein, "A Self-Help Guide for Emerging Markets", Foreign Affairs, marzo-abril, 1999), se comenta que, dado que cada vez el FMI es más renuente a rescatar financieramente a los países emergentes, lo mejor que pueden hacer es aplicar políticas claras y sanas que les permitan autoprotegerse de las crisis financieras. Para ello, además de evitar caer en altos déficits fiscales y de sector externo, deben aplicar tres medidas, que ciertamente son dolorosas:

a) Evitar al máximo los préstamos de corto plazo (aunque sean a tasas de interés más bajas), así como los ingresos desmedidos de capitales de cartera.

b) Acumular la mayor cantidad posible de reservas internacionales, lo cual se consigue por dos vías: a) retener los ingresos por exportaciones, a pesar de que esto implique no usarlos para propósitos de crecimiento (como consumo e inversión), y b) contratación de deuda adicional (léase blindajes financieros).

c) Abrir líneas de créditos internacionales "amarradas" a garantías de pagos, como lo fue el rescate financiero de México a partir de asegurar su pago con recibos petroleros.

En síntesis, de acuerdo con la posición de Feldstein, el mejor remedio contra las crisis financieras y de balanza de pagos es evitarlas a partir de que los países emergentes tengan gran cantidad de divisas para soportar o ahuyentar los ataques especulativos, aplicando las medidas señaladas.

Sin embargo, habría otras tres opciones que ya hemos discutido en otras ocasiones y que parecen poco eficientes:

a) El aislamiento económico, que ha demostrado ser insostenible (a menos que se asuman costos sociales enormes), porque cierra líneas de crédito indispensables, estimula la fuga de capitales y detiene la inversión extranjera directa.

b) Instaurar Consejos Monetarios. Si bien son muy eficaces para reducir abruptamente la inflación, después de cierto tiempo se vuelven insostenibles. El caso de Argentina lo ilustra con elocuencia.

c) Renunciar a la moneda doméstica y adoptar a la más fuerte de la región, para nuestro caso, léase dolarizarnos.

Es claro que las autoridades mexicanas se han inclinado por la primera serie de opciones, con la grave excepción de que, nuevamente, siguen usando al tipo de cambio como ancla inflacionaria, lo cual, dentro de la lógica de seguir políticas sanas, resulta no sólo reprobable, sino también altamente riesgoso. Sin embargo, el Banco de México parece querer jugar "todas sus fichas" para conseguir la meta inflacionaria pronosticada y, con ello, elevar su cuota de credibilidad. Si bien es cierto que este factor es relevante, está descuidando otro más importante, que es mantener una paridad cambiaria real que prevenga con mayor efectividad de las crisis. Recuérdese que en 1994 el gobierno logró, después de varias décadas, inflación de un dígito. Este es un ejemplo clásico de lo que se llama un éxito pírrico, que en lenguaje llano es el triunfo obtenido con más daño del vencedor que del vencido.

 

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