La Jornada viernes 13 de agosto de 1999

Carlos Montemayor
Tulyehualco: ¿en legítima defensa?

No debemos subestimar la decisión de los vecinos de Tulyehualco para defenderse por sí mismos de la delincuencia. Es importante su decisión por la organización vecinal misma y por la reacción que suscitó en varios sectores sociales y gubernamentales. Para entender con cierta objetividad la organización de los rondines nocturnos entre los vecinos de Tulyehualco debemos empezar reconociendo que no toda la ciudadanía está inerme ante la delincuencia ni solamente los vecinos de Tulyehualco se han organizado para defenderse. Hay ya en la ciudadanía mexicana una variada gama de organizaciones familiares y vecinales de autodefensa. Los mexicanos vemos con naturalidad que a mejor situación social, económica y política, mayor organización contra la delincuencia; a menor capacidad económica, política y social, total indefensión ante la delincuencia.

Una forma privilegiada y evidente de defensa es la escolta, que puede estar constituida por un conductor, por un equipo de dos o tres personas armadas en el mismo vehículo o por dos o más grupos en varios vehículos. Los integrantes de estas escoltas son agentes de corporaciones policiacas, de instituciones privadas de seguridad o individuos de confianza con entrenamiento y permisos de portación de armas. Algunas familias contratan una guardia permanente de vigilantes armados en los domicilios particulares y, por supuesto, en las oficinas.

Hay otras formas de organización vecinal. La más común es impedir la libertad de tránsito en calles y colonias mediante la instalación de plumas, rejas o bardas de piedra. En estos casos, los vecinos contratan a uno, dos o más policías (en ocasiones armados, en otras desarmados) para que permitan el acceso inmediato a los vecinos y el acceso selectivo a visitas. Este acceso selectivo puede recurrir a un sistema de interfonos para confirmar con los residentes el nombre del visitante, a registrar el número de placas y la entrega de una identificación, o solamente a pedir el nombre de la persona a quien se visita.

¿Estas variadas formas de atrincheramiento familiar y vecinal son legales? ¿Son naturales? ¿Son benéficas en términos políticos y sociales? Hay colonias, por otra parte, donde la protección vecinal opera de una peculiar manera: en ellas viven tantas bandas de delincuentes que se convierten en el mejor mecanismo de disuasión para bandas ajenas a las colonias. ¿Esto es legal? ¿Es natural? ¿Es benéfico en términos políticos y sociales?

Pero los ciudadanos que no pueden contratar escoltas, policías privados ni cerrar calles o colonias con bardas, rejas, plumas y guardias permanentes, ¿qué podrían hacer entonces para defenderse? ¿Sólo aceptar que están indefensos y conformarse con la idea de que su papel de víctimas de la delincuencia está perfectamente apegada a la ley? ¿Por qué en el caso de Tulyehualco es peligroso que los ciudadanos asuman como responsabilidad propia su autodefensa?

La respuesta es compleja, pero al mismo tiempo simple: hacerse justicia por propia mano podría convertirse en algo natural. En un país como el nuestro es peligroso que la sociedad asuma como responsabilidad propia su autodefensa. Sería equivalente a un brote de inconformidad social que se propagaría en muchas más esferas.

A la ciudadanía se le exige que acepte la delincuencia organizada en el rescate bancario, en el rescate carretero, en el rescate azucarero; se le pide que acepte la falta de empleo y el deterioro de los salarios; se le pide que acepte el crecimiento desmedido de una delincuencia que no respeta a policías ni a jueces. El papel de la víctima es lo único que nos queda conforme a derecho. El día que los mexicanos ya no estemos conformes con este papel de víctima se convulsionaría el país entero. Por eso el gobierno intenta detener estos brotes a cualquier precio. Por eso es un delito defenderse de los delincuentes por propia mano.