El senado de Estados Unidos acordó la semana pasada poner fin a los embargos de alimentos, medicinas y tecnología médica a terceros países. La medida, aunque no lo menciona, incluye el levantamiento parcial del bloqueo contra Cuba e instruye al presidente a no poner más en práctica sanciones de este tipo sin la aprobación del Congreso. Beneficiaría a los estados catalogados como terroristas por Washington y excluye a países que -como Irak- son objeto de sanciones por la ONU.
Fue aprobada como una enmienda al proyecto de presupuesto de 68 mil millones de dólares para la agricultura en este año fiscal. Una moción para engavetarla, presuntamente a instancias del lobby cubano-estadunidense, era derrotada con votación de 70 a 28. Para convertir en ley la enmienda, presentada por el senador John D. Ashcroft -republicano por Missouri- falta que las dos cámaras lleguen a un entendimiento. La versión del presupuesto aprobada en la Cámara de Representantes no incluía el controvertido tema de los embargos. De aprobarse en esa instancia, se requerirían autorizaciones expresas del Departamento del Tesoro, vigentes por un año, a las eventuales transacciones comerciales.
La alianza de los senadores por los estados agrícolas de los dos partidos fue decisiva en la aprobación de la enmienda, que procura la introducción en mercados hasta ahora prohibidos. Los granjeros estadunidenses atraviesan una situación excepcionalmente adversa por la sequía récord de este año y la disminución drástica de sus exportaciones, debido principalmente a la crisis económica en Asia. Justamente, el presupuesto aprobado busca promover una ayuda financiera en gran escala para este sector, políticamente tan sensible e influyente.
Lo cierto es que la nueva iniciativa proviene del mismísimo corazón ``wasp'' del sistema y en su adopción prevaleció el pragmatismo primigenio de los fundadores de la gran nación del norte sobre los dogmas ideológicos alimentados por la ``guerra fría''.
Desde la visita de Juan Pablo II a Cuba, en 1998, cobró fuerza ascendente una amplia coalición contra el bloqueo, encabezada por la Cámara de Comercio de Estados Unidos, la mayor del mundo, con tres mil empresas afiliadas. Su presidente, el republicano Tom Donahue, visitó la isla en julio pasado y sostuvo una larga entrevista con Fidel Castro. A su regreso a Estados Unidos argumentó que si existían relaciones económicas con China y Viet Nam, no veía por qué razón no debía darse el mismo trato a Cuba. Se pronunció categóricamente contra las sanciones comerciales a la isla y, en general, a otros países.
Pero la visita de Donahue -y esta misma votación en el senado- se explican mejor en el contexto de las discretas, a menudo vacilantes, aunque persistentes señales de buscar un nuevo enfoque hacia La Habana que ha venido dando la administración Clinton, bajo el lema de estimular los contactos ``de pueblo a pueblo''. No es que ésta desee salvar al socialismo cubano de la profunda crisis en que lo sumió la desaparición de la Unión Soviética. Más bien lo opuesto. Pero han pasado 10 años desde la caída del muro de Berlín y el régimen de la isla sigue en pie y no da señales de estar próximo al fin.
Pareciera haberse llegado a la conclusión por la élite estadunidense de que es más redituable en el mundo actual vencer al pequeño y maltrecho contrario dando prioridad a los intercambios comerciales, de ideas y de personas que a través del uso exclusivo de medidas coercitivas cuyo resultado ha probado ser contraproducente. Al cierre de este año habrán visitado Cuba -en 12 meses- cerca de 2 mil empresarios estadunidenses, además de numerosos académicos.
Todo esto, tratando de salvar las apariencias ante la belicosa e intransigente extrema derecha de Miami. Ambos partidos -particularmente los demócratas- padecen una obsesión, desmesurada diríase, por el voto cubano-estadunidense.
Por su parte, la isla necesita un respiro después de tantos años de resistencia y escaseces y enrumbar su economía de una vez sobre bases más sólidas, aunque ello implique enfrentar los peligros de otro signo que entraña un intercambio pacífico con el poderoso vecino.
Los últimos pronunciamientos de Fidel Castro así lo confirmarían. Han ofrecido inequívocamente al histórico adversario una rama de olivo en temas de primerísimo interés para las dos partes como es la cooperación sobre el narcotráfico y la migración.