¿Cuándo se había visto en la historia de la Universidad Nacional un rector que amenazara con cerrarla antes que ceder en su proyecto de desmantelarla?
1. La nueva escalada contra el Consejo General de Huelga de la UNAM a fin de que levante la huelga es como las anteriores ``con toda la fuerza del sistema'', pero esta vez con un elemento nuevo que refleja las mutaciones que está teniendo el sistema político mexicano: con el apoyo abierto del PRD del Distrito Federal, que al no alcanzar el control del movimiento no ha dejado de pugnar porque se levante la huelga, pero que a todas luces en connivencia con el rector Barnés está luchando ahora de manera denodada por apoderarse de la dirección del CGH, para levantar la huelga.
2. La participación de los estudiantes y profesores perredistas o ``moderados'', en la huelga no sólo ha sido desafortunada en extremo, pues no han actuado como universitarios pensantes sino como militantes disciplinados que han seguido la línea del PRD capitalino. Montados en la cresta de la huelga han terminado por combatir a la mayoría de los estudiantes que escapan a su control y a los que no han dejado de descalificar como ultras, mientras sus líderes negocian con Barnés a fin de conservar un control corporativo en la universidad, en un escenario preocupante, pues el CEU perredista de los noventa no parece diferir ya en mucho de las FEU priístas de los sesenta.
3. Los ``motivos'' de los ex líderes ceuístas que ocupan cargos en el gobierno capitalino y en el PRD son claros: desde hace años vendieron al interior de su partido la idea de que ellos ``controlan'' al estudiantado de la UNAM como una base perredista cautiva, y la huelga demostró que no es así. Por eso unidos hoy día sin pudor a los grupos de Barnés buscan que se levante la huelga, para usufructuarla en su beneficio político. Levantarla así, sin más, para que los jóvenes ``moderados'' lleguen a diputados.
4. La propuesta de los ocho profesores eméritos que desde el inicio del movimiento han estado apoyando al rector Barnés se ha presentado así en este escenario como un episodio más de la estrategia oficial para aislar al movimiento, impulsar a los perredistas y salvar a la rectoría. Es, como dice el CGH, una salida y no una solución para el problema.
5. Los eméritos no pueden de entrada responder a una cuestión muy simple. El conflicto en la UNAM se inició y se fue agravando por la intransigencia de la rectoría, que culminó con su negativa al diálogo, y ellos, en vez de exigirles a las autoridades sentarse a dialogar y persuadirlas de terminar con la violencia represiva y de convocar a un congreso resolutivo, tratan de doblegar a los estudiantes, de llevarlos al baile, y de exigirles que levanten la huelga a cambio de ser escuchados en foros, que no serían resolutivos y que ya preparan las autoridades.
6. Los ocho eméritos no son la solución sino parte del conflicto: reflejan a esa vieja academia, siempre al servicio de las autoridades. El problema no es que un discípulo de Adolfo Sánchez Vázquez haya terminado en Gobernación, sino que esos ocho eméritos, la mayoría de manera consciente y otros inconscientemente, están hoy buscando levantar la huelga en la trampa que se les tiende a los estudiantes con todo el peso del sistema: y que, queriéndolo o no, están hoy como una pieza de Bucareli. Resultan por eso significativos los respaldos que están recibiendo: un desplegado de escritores coordinados por Rolando Cordera Campos (La Jornada, 12 de agosto, pp. 12 y 13). Tan significativos como el supuesto ``apoyo de la mayoría de académicos'', que desde luego jamás fueron consultados, y que no son otra cosa que los 30 colegios de profesores: es decir, la vieja estructura corporativa de la UNAM de corte priísta, según informó Manuel Peimbert (quien ha carecido de la sensibilidad de excusarse de participar en la comisión de eméritos siendo su esposa miembro de la Comisión de Encuentro del rector).
7. Que rectoría, eméritos, perredistas y otros más van en el mismo barco, no se oculta ya a nadie. Luis Villoro, de los eméritos, confesaba paladinamente a La Jornada que están apostando a que los ``moderados'' controlen el CGH (12 de agosto).
8. Los problemas que le ha generado a la universidad y al país el rector Barnés con sus políticas de fuerza son muy grandes, y uno fundamental tiene que ver con el futuro inmediato de la universidad. La pregunta es si bastaría el compromiso del Consejo Universitario de derogar las medidas autoritarias y convocar a un congreso resolutivo. ¿Tienen las actuales autoridades la confianza de la comunidad para seguir al frente de la institución, tras utilizar una política de fuerza descalificando a muchos universitarios, amenazando a los alumnos, rescindiendo el contrato a académicos que se negaron a las clases extramuros?
9. La propuesta de los ocho eméritos, que es la del régimen, tiene además otra falla evidente: pretende no sólo que los estudiantes levanten la huelga sin diálogo y sin respuesta a los seis puntos de su pliego petitorio, sino que todo permanezca igual: que los causantes del problema queden con las manos libres para seguir disponiendo de la Universidad Nacional, como si los más de cien días de huelga no hubiesen servido para nada, que borrón y cuenta nueva.
10. La UNAM no podrá volver a ser tras la huelga una comunidad académica sino sobre otras bases: luego de retirarse los reglamentos que tanto agraviaron a los estudiantes y a la sociedad mexicana y tras un congreso resolutivo que permita a los universitarios definir lo que debe ser la universidad del siglo XXI.