Tom Tykwer es la solitaria figura que ha sobresalido en el actual panorama del cine alemán. Prueba de ello es que sus tres largometrajes a la fecha se han exhibido en México, toda una hazaña. En esa breve trayectoria el cineasta ha demostrado una voluntad de no repetirse, adoptando estrategias formales y ritmos narrativos muy distintos. Corre Lola corre es su logro más desenfadado a la fecha, un juego cinematográfico asumido como tal desde su primera imagen: ese balón de futbol salido de una multitud que, vista en top shot, deletrea el título de la cinta.
A ritmo frenético Tykwer establece su sencilla premisa: Lola (Franka Potente, haciéndole honor a su apellido) recibe una llamada de auxilio de su novio Manni (Moritz Bleibtreu), pues ha perdido en el Metro los 100 mil marcos alema- nes que debe entregar al mediodía a un peligroso gángster y su vida peligra.
Son las 11:40. La chica sale presta y veloz de su departamento para ayudar a su novio ( Lola se siente algo culpable pues debió haber recogido a Manni, como habían quedado). Propulsada por una zumbante música tecno, creada en parte por el propio realizador, la narrativa explora tres variantes de todo lo que puede suceder en veinte minutos, tres destinos diferentes de la protagonista en su infatigable carrera por conseguir el dinero.
Aprovechando el espíritu lúdico del asunto, Tykwer echa mano de todos los recursos visuales a su disposición: secuencias animadas, virajes a blanco y negro, imágenes congeladas, cortes a ritmo de zapping, una cámara hiperactivaÉ vaya, el arsenal completo para abordar un tema ya planteado en su anterior Winterschlfer (1997, vista aquí en una semana de cine alemán): las consecuencias imprevisibles que puede tener el hecho más fortuito. El resultado es como una colisión entre las reflexiones sobre el azar de Kieslowski y un nintendo, según lo filmaría el último Scorsese, o el Oliver Stone de Asesinos por naturaleza.
Al margen de las concesiones a los tics formales de moda, lo interesante de Corre Lola corre es el manejo del tiempo como una materia flexible. Lola es capaz de alterar su destino, una vez que éste ha probado ser insatisfactorio. Asimismo, en cada variación cambia de manera contundente el futuro de las personas con quienes se topa casualmente (mostrado en una sucesión de imágenes fijas bajo el título ``Y luego''), tras la intervención de golpes de la fortuna como sacarse la lotería, o sufrir un grave accidente. Nada está predeterminado en esta vida, expresa la cinta (no obstante, parece inevitable que un pobre ejecutivo bancario choque su auto). El azar cuenta mucho en nuestra existencia, pero también nuestra voluntad de modificar las cosas
Con apuntes constantes de un ocurrente humor cínico, acorde al zeitgeist de este fin de siglo, la cinta es esa rareza, una expresión ligera de la torturada alma teutona (a diferencia de Wim Wenders, cuyo concepto reciente de ligereza es caer en la chabacanería). Si bien Tykwer coquetea con una variedad de posibilidades trágicas -la muerte violenta de su protagonista, el menosprecio de un padre que podría no ser el verdadero, la capacidad destructiva de una ambulancia-, finalmente opta por la resolución positiva, en la cual Lola ni siquiera debe recurrir al crimen para alivianar a Manni. Un cambio de tono bastante radical para un cineasta que en su ópera prima, María mortal, ejerció el azote depresivo como cualquier ciudadano con pasaporte alemán.
Aunque todavía es prematuro mencionar a Tykwer en el mismo renglón que Schlndorff, Fassbinder o Herzog, es el único realizador de hoy susceptible de recordarnos que alguna vez existió algo llamado Nuevo Cine Alemán.
Corre Lola corre (Lola rennt): D y G: Tom Tykwer/ F. en C Frank Griebe/ M: Tom Tykwer, Johnny Klimek, Reinhold Heil/ Ed: Mathilde Bonnefoy/ I: Franka Potente, Moritz Bleibtreu, Herbert Knaup, Armin Rohde, Joachim Krol/ P: X-Filme Creative Pool. Alemania, 1998.