Capitalismo salvaje, devastación ecológica, gran ofensiva contra una gimnástica religiosa, contra el Dalai Lama a través del niño de nueve años escogido como Panchen Lama, no cabe duda, el dinamismo está a la orden del día en el gobierno chino. Como si fuese poco y sin mencionar la agresividad desplegada hacia Japón, Corea, Filipinas y Vietnam, Pekín ha retomado su juego de amenaza militar contra la gran isla de Taiwan. Después de las maniobras navales, vinieron los avisos claros destinados al presidente Clinton y al presidente de Taiwan Lee Teng-hui.
Lee dio un buen pretexto para eso cuando reclamó, el pasado 10 de julio, en una entrevista de prensa, que los contactos deben ser a partir de ahora, ``de Estado a Estado''. Para Pekín, Taiwan, la antigua Formosa, no es más que una provincia rebelde que, tarde o temprano, deberá someterse: China es una e indivisible. En cambio Taiwan sostiene la teoría de los ``dos Estados'' y parece que cerca de 75 por ciento de su población comparte el punto de vista de su presidente.
No es casual que Pekín haya insinuado, después del 10 de julio, que es capaz de fabricar la bomba neutrónica: es un guiño hacia Washington, para que no se le ocurra defender a Taiwan. Estados Unidos cultiva la ambigüedad desde que reconoció, en los años de Nixon, la China comunista; defiende a Taiwan -o promete hacerlo- contra una eventual agresión de Pekín, pero ha dejado de reconocer como Estado lo que fue la diminuta China nacionalista después de la derrota de Chiang en 1949.
El 19 de julio pasado el presidente chino habló por teléfono a William Clinton para advertirle que China ``no va a tolerar ninguna declaración que cuestione la soberanía sobre Taiwan (É) la separación de la isla de su madre patria''. Clinton ha sido muy criticado en su país por su benevolencia hacia Pekín y trabaja, desde el desafor- tunado bombardeo de la embajada china en Belgrado por la aviación estadunidense, durante la guerra del Kosovo, a ``mejorar los lazos'' entre ambos países. Pero Clinton no pudo dejar de expresar su ``grave preocupación'' por las amenazas contra Taiwan; la isla tendrá elecciones presidenciales en el 2000, por lo tanto no se puede esperar que sus dirigentes bajen el tono.
El problema es el análisis geoestratégico que hacen los dirigentes chinos y sus expertos militares. ``La primera etapa de la nueva estrategia de la OTAN -de hegemonía mundial- apuntaba a los Balcanes, la última será dirigida contra China'', escribe uno de esos analistas. Piensan que Japón, Corea del Sur y Taiwan son piezas claves para la OTAN, que quiere cerrar a China las grandes vías oceánicas del Pacífico y del Indico. Denuncian la mano negra de la CIA detrás del ``separatismo'' tibetano, instrumento para cerrar el paso a China hacia el petróleo de Asia Central y del Medio Oriente. El bombardeo de la embajada china en Belgrado fue la gota que derramó el vaso; dio rienda suelta a un nacionalismo profundo que, entre los analistas citados aquí, puede rayar en la paranoia, pero que no deja de ser muy real. Es un factor del cual el resto del mundo haría bien en tomar nota.
``En el próximo siglo, si China no establece su superioridad relativa en el mar, en el aire y en el espacio, correremos el riesgo de perder nuestra soberanía sobre Taiwan, las islas Spratley, Tibet y Xinjiang'', escribe el investigador Zhang Wenmu. Expresa muy bien las angustias de Pekín que se cree amenazado doblemente, de encierro y desmembramiento.