Emilio Pradilla Cobos
"Rescatar la ciudad", según el PRI

En la arena política capitalina, cuando entramos de lleno en el proceso electoral del 2000, se enfrentan dos maneras distintas de "rescatar la ciudad": la del PRI y la del gobierno de Cárdenas.

Los recién estrenados precandidatos del PRI a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal usan profusamente esta consigna para transmitir su objetivo de, según nuestra lectura, recapturar el gobierno de la capital y su administración para el partido que quieren abanderar y sus políticos. Esto no es una promesa, sino una amenaza para los capitalinos.

Durante las largas décadas de hegemonía absoluta del PRI en el poder capitalino, manejado desde la Presidencia de la República a través del regente designado, se armó la problemática y conflictiva ciudad que hoy habitamos. Su forma de gobernar fue autoritaria y sin derecho de los ciudadanos a la crítica; con un manejo corporativo de las organizaciones sociales, incluido el sindicato de trabajadores del mismo gobierno al que se mantuvo controlado con dádivas y puestos para sus dirigentes; usando patrimonial y discrecionalmente el patrimonio público de los capitalinos; la corrupción y enriquecimiento de la burocracia fue otro privilegio del poder.

Los graves problemas estructurales y coyunturales de la ciudad son su responsabilidad y legado. El gigantismo poblacional y el crecimiento físico anárquico son producto de su política económica nacional expulsora del campo, concentradora y centralista de industria e infraestructura, de la inoperancia de su urbanismo burocrático, y de su tolerancia o complicidad con los fraccionadores piratas o las grandes inmobiliarias en la ocupación ilegal de tierras públicas, ejidales o comunales. La crisis hidráulica que pone en riesgo la viabilidad ambiental y humana de la metrópolis, se montó sobre el crecimiento urbano explosivo, el privilegio a las grandes obras contratadas a las constructoras ligadas al gobierno, la desatención a las necesidades de las colonias pobres, y la falta de acciones para formar una cultura protectora del agua.

Se construyó la vialidad para privilegiar a los autos privados y a los monopolios fabricantes. La obra del metro se suspendió una década; se municipalizaron los camiones, pero no se invirtió en el mantenimiento y desarrollo de Ruta 100; se dejó que se multiplicaran los peseros, combis y microbuses, responsables del caos vial, así como a los corporativos amafiados que los controlan. Siempre se tuvo una política de vivienda insuficiente y restrictiva y, en la última década, se privatizó y contrajo la acción de sus organismos. Su política económica federal creó la necesidad de la informalidad para subsistir, permitió que los ambulantes ocuparan las calles y plazas, sometió y usó corporativamente a sus líderes corruptos, y hoy los utiliza como arietes contra el gobierno capitalino y clientes electorales.

Su política neoliberal empobrecedora generó una masa de desempleados y subempleados, que son carne de cañón del crimen organizado o gesta de espontáneos ladronzuelos que siembran la inseguridad y la violencia. Dejó sin futuro laboral a los jóvenes, redujo durante los últimos años el presupuesto a la universidad pública y la elitizó y tecnocratizó, y hoy, fariseicamente, desde posturas ultraconservadoras, se extraña del radicalismo de la juventud a la que expropió la esperanza. Permitió e impulsó la corrupción de las policías y aparatos judiciales, que garantiza la extorsión de los ciudadanos y la impunidad de los bandidos. El narco penetró a fondo en las estructuras de su régimen político de partido de Estado.

Su política financiera y bancaria llevó al rescate de la banca quebrada en 1982, a su saneamiento posterior, a su ventajoso regreso a manos privadas, y a un nuevo rescate con el Fobaproa y el IPAB, todo con fondos públicos que ahora tendremos que pagar a razón de 30 mil pesos por mexicano, mientras los banqueros se enriquecen sin límites. Al mismo tiempo expropió y hundió en la miseria a cientos de miles de pequeños deudores bancarios, hipotecarios y de tarjetas de crédito, a quienes negó la ayuda adecuada y necesaria.

Los priístas, responsables de este desastre construido en varias décadas, se rasgan las vestiduras y gritan que el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas no lo ha resuelto en 19 meses y piden a los ciudadanos que les volvamos a entregar el gobierno. Es imposible imaginar un cinismo mayor; no podemos caer en esta trampa.