COLOMBIA, EN CRISIS
En la presente situación política, económica y social de Colombia se conjugan fenómenos negativos de diversa índole que conforman, en su conjunto, una crisis nacional de grandes proporciones y que podrían desembocar en una desestabilización no sólo de ese país, sino de sus vecinos de la región andina. Tal es el contexto en el que transcurre la visita del subsecretario de Estado estadunidense, Thomas Pickering, a Santafé de Bogotá.
Por principio de cuentas, las negociaciones de paz entre el gobierno del presidente Andrés Pastrana y los dirigentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), a pesar de la voluntad política empeñada por el mandatario, no parecen avanzar al ritmo que la nación requiere, ni rendir los frutos que la sociedad espera, luego de tres décadas de violencia política que, en ciertas coyunturas, adquiere las características de una guerra regular. Entre los obstáculos que debe sortear la tarea de la pacificación hay factores que no necesariamente caben en los márgenes del diálogo entre las autoridades y la insurgencia: la persistencia de guardias blancas y grupos paramilitares, los intereses y malestares de los altos mandos castrenses, el escurridizo papel del narcotráfico, la miseria exasperante en extensas regiones del país, entre otros. Independientemente de las negociaciones de paz, los fenómenos referidos son, por sí mismos, poderosos elementos de desestabilización.
A las violencias de diverso signo ųla guerrillera, la paramilitar, la de las propias fuerzas de seguridad y las de la delincuencia común, con sus ramificaciones de secuestro, narcotráfico, pandillerismoų ha de sumarse el peor desajuste económico y financiero padecido por Colombia desde los años treinta, el rápido desgaste político del presidente Pastrana y, en la región, el incierto rumbo institucional de Venezuela y el agitado panorama social de Ecuador.
Una de las consecuencias más dolorosas de este escenario es la alarmante intensificación de los flujos migratorios hacia diversos destinos en el extranjero, un fenómeno que la revista Semana de Santafé de Bogotá reseñó, en días pasados, en toda su crudeza.
Esta suerte de vaciamiento demográfico, el descontrol de las organizaciones delictivas, así como los continuados enfrentamientos entre las organizaciones insurgentes y las fuerzas armadas, han llevado a varios gobiernos vecinos ųVenezuela, Ecuador, Panamáų a emprender operativos extraordinarios de control en las fronteras que comparten con Colombia. Tales acciones son indicativas de los riesgos de internacionalización que entraña la situación colombiana.
El funcionario estadunidense llegó antenoche con un discurso tranquilizador, en el que descartó cualquier plan de su país de intervenir militarmente ųde manera unilateral o multilateralų en Colombia. Pero, por un elemental reflejo histórico, sus palabras generan desconfianza en la opinión pública latinoamericana.
Cualesquiera sean los propósitos de Washington hacia Colombia, la visita debiera hacer evidente la necesidad de que los gobiernos de América Latina ofrezcan a esa nación atribulada sus buenos oficios y su solidaridad.