De forma paralela se presentan dos cuestiones importantes que los negociadores de la alianza tienen que resolver para poder superar una paradoja importante: un pacto político que lleve a un proyecto mínimo de gobierno y un candidato para la presidencia de la República que encabece la alianza; las dos cosas son necesarias, y en un orden político racional se necesita establecer en primer lugar un pacto, y luego ir al segundo momento y acordar un método para tener un candidato.
Hasta ahora, la mayor atención la ha tenido el candidato y el juego de las personalidades ha sacrificado, en cierto sentido, el proyecto. Quizá esta paradoja pueda ser una expresión de cierta cultura política en donde lo que más importa a la hora de emitir un voto es el candidato, y no tanto el partido.
Tiene que quedar muy claro para cualquier ciudadano que quiera apoyar a la alianza los motivos de esta convergencia. Puede ser una obviedad, pero no sobra establecer algunos presu- puestos: la alianza no se reduce al candidato, y el método para designarlo tiene que estar subordinado a los objetivos más amplios de un pacto político. De la misma forma, una alianza política de la oposición no es sólo un acuerdo para convocar a los integrantes de varios partidos políticos, sino un proyecto social mucho más amplio que convoca a una nueva mayoría de la sociedad para impulsar un cambio en el sistema político. Por supuesto que son los partidos de oposición los que están encabezando el esfuerzo, pero no pueden perder de vista que la única forma de llevar a buen puerto el proyecto es mediante un esfuerzo de flexibilidad y negociación.
Se tienen que subordinar las inercias de los núcleos duros de los partidos --ésos que tratan de llevar el agua a su molino por encima del proyecto más amplio-- para poder establecer un clima de confianza en el que todos los participantes puedan ganar.
Resulta interesante escuchar opiniones de personas y de ciudadanos que en una situación de simple competencia probablemente no estarían del mismo lado, pero que están dispuestos a limar sus distancias para apoyar el esfuerzo. El efecto político más inmediato de la alianza sería una multiplicación geométrica de los apoyos sociales, porque a los militantes y simpatizantes de los partidos se les sumarían ciudadanos que no tienen compromiso partidista, pero que están comprometidos con un cambio democrático. No se trata de que se pierdan las identidades de las partes, sino de generar un pacto y un proyecto en el que vayan por delante las coincidencias, que no son pocas, para lograr un cambio democrático en el país.
Los enemigos de la alianza, a los que no les conviene, han repetido en diversos espacios de opinión que las diferencias ideológicas entre los partidos y los candidatos son muchas y de carácter insalvable; los que apoyan la alianza, piensan, y me incluyo, que hay un proyecto de país compartido por la oposición en sus vertientes más significativas: democracia, estado de derecho, reformas laborales, modificaciones al proyecto económico, pacificación en Chiapas, etcétera. Es decir, se trata de un conjunto de transformaciones que no ha sido posible hacer con un gobierno priísta y es prácticamente seguro que no lo será si este partido vuelve a ganar las elecciones del año 2000. De esta certeza tiene que surgir un nuevo pacto para gobernar el país, que puede juntar los hilos de la madeja y nos conduzca al siglo XXI con una gobernabilidad democrática.
Considero que hay al menos dos factores que han impulsado los esfuerzos de la alianza: por una parte, la certeza de que ha llegado el momento político para dar al sistema político el perfil democrático que se ha quedado a medias en estos años; hoy se tienen la fuerza, los votos y el respaldo ciudadano para un proyecto de este tipo, hace seis años no había esas condiciones; por otra parte, existe una convicción de que el cambio que se necesita hacer es de tal magnitud, que requiere de un esfuerzo muy amplio para construir ese encuentro plural e incluyente. A estas alturas, ninguno de los actores de la alianza se puede dar el lujo de ponerla en riesgo, ni por su idea política ni por su candidato, porque sería demasiado costoso para todos...