León Bendesky
Alianza

Cuando John le Carré presentó a su indispensable George Smiley en el lejano 1961, señaló que la sociedad no suele preocuparse por lo que sucede después de lo sensacional. En el país, parece haber una tendencia a repetir esa advertencia, es decir, que una vez pasado lo sensacional las cosas tienden a un cierto nivel de aceptación que marca el comportamiento de las fuerzas políticas y de los mismos ciudadanos. Así han pasado tres fuertes crisis desde 1982, la rebelión en Chiapas, los asesinatos políticos y el Fobaproa, por señalar algo.

Ante las muy cercanas elecciones del año 2000 no parece que todo lo que ha ocurrido en los últimos casi 20 años pueda provocar un cambio definitivo en la forma en que se conduce esta sociedad. Exagero, pero no me parece un mal punto de partida para plantearme el porqué de una alianza opositora para las próximas elecciones.

Hay una cuestión que las fuerzas políticas deberían asumir de modo abierto y ofrecer alternativas viables a los ciudadanos. Esa cuestión consiste en si puede haber un avance significativo hacia la democracia y la mayor participación social en el país si el PRI sigue en el poder. Hasta ahora ha habido adelantos visibles, muchos de ellos forzados por la larga crisis económica y el deterioro político dentro de las viejas estructuras del poder, tal vez más que por cualquier vocación democrática de los gobernantes. También es producto de un enorme esfuerzo de partidos y organizaciones políticas y sociales. Pero queda la pregunta acerca de si son suficientes, si su ritmo es el adecuado, e incluso, si van por la dirección necesaria.

Esta parece ser la cuestión central en el entorno de la posibilidad que se ha planteado de hacer una alianza opositora. Son conocidas las grandes diferencias de principios y programas que existen entre el PAN y el PRD, y no podrán ser reparadas fácilmente en el marco de la participación conjunta en las elecciones. Pero ninguno de los dos partidos puede confiar en su propia fortaleza para ganarlas, y tampoco puede fincar esa posibilidad en la capacidad de reacción de la sociedad ante las tendencias de la evolución de las condiciones del país o, incluso, en una preocupación esencial por lo sensacional. A este último respecto vale la pena reflexionar sobre el caso Fobaproa y la poca capacidad de los partidos opositores para capitalizar a su favor la gestión de la crisis económica por parte de éste y, también, de los dos anteriores gobiernos. Después de tanto ruido, la situación tiende a ser la de costumbre.

La alianza tiene necesariamente que buscar coincidencias esenciales alrededor de un proyecto de país que pueda convocar a la población para que vea en él una posibilidad de cambio y la haga suya. No se sabe si lo lograrán, pero deben ver que ésta es una muy buena oportunidad de dejar a un lado preferencias individuales que no suman suficientes votos para hacerlas efectivas. La pregunta es si podrán poner una visión general por encima de los intereses particulares, ése es el patrón con el que serán medidos.

El PAN no puede eludir lo que ha sido una deficiente gestión legislativa, en la que sus triunfos junto con el PRI han sido verdaderamente pírricos; la experiencia en las recientes elecciones del estado de México debe ser una contundente lección de las posibilidades que tiene por sí mismo en el 2000. El PRD parece tener una herencia japonesa y actúa como un partido kamikaze, y si para sus militantes hay alguna lógica en el comportamiento que han tenido para la renovación de su dirigencia, para los ciudadanos es no sólo inexplicable, sino que debilita la confianza que han puesto en él y que se comprobó en las elecciones del DF en 1997. Es muy difícil que eso se repita con los hechos recientes. En el PRI ya se dio una nueva modalidad de "no se hagan bolas" y, como a nadie escapa, se advierte la preferencia por el llamado candidato oficial. La reciente designación del doble ex secretario y ex senador Moctezuma, šy todo ello en menos de cinco años!, como jefe de campaña de Labastida es muy clara. Debemos agradecerle al nuevo jefe su decisión por atender los asuntos de la patria desde esa nueva trinchera. Este cambio pone también en claro el sentido de la política social del gobierno, que no sólo se advierte como una política de partido sino casi de personas.

El escenario político electoral que ya se está conformando puede hacerse muy interesante y atractivo para la ciudadanía en caso de una alianza opositora. De lo contrario veremos más de lo mismo una vez que el PRI termine con su nueva modalidad de selección de su candidato, que hasta ahora no convence a nadie, y que aún tiene que enfrentar lo que podría ser el factor Madrazo. La pregunta que sigue vigente es si esta larga transición que se proclama desde varias trincheras va realmente hacia algún lado, y si ese destino es una sociedad de verás más abierta y con capacidad de frenar y luego empezar a reparar su conflictiva evolución reciente.