ASTILLERO Ť Julio Hernández López
A diferencia de Luis Donaldo Colosio, que no pudo ir en campaña presidencial a Chiapas porque el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari se lo impedía, Francisco Labastida Ochoa visitó aquella entidad sureña a bombo y platillo, con desbordamiento de recursos y apoyos gubernamentales, esplendente de oficialismo, amo y señor de la cargada y el acarreo.
El sinaloense llegó a Chiapas y desde allí, desde ese escenario negado un sexenio atrás al candidato oficial Colosio, lanzó mensajes importantes como, por ejemplo, confirmar que no tiene para Chiapas sino la misma palabrería que utilizó desde la Secretaría de Gobernación para entrampar el conflicto, y que sus ideas al respecto siguen estando regidas por las líneas que ya en Bucareli había desplegado Adolfo Orive.
Pero además, cuando arrecian las críticas en el sentido de que la incorporación de Esteban Moctezuma Barragán a la coordinación general de campaña confirma la ya muy consolidada percepción de que él, Labastida Ochoa, es el candidato oficialista, se produce una impúdica demostración pública de que el aparato del gobierno del estado de Chiapas fue puesto al servicio directo, personal, único del candidato del sistema que es el señalado don Francisco.
Sobre aviso no hay engaño
ƑUn accidente, una imprevisión, un error? Nada de eso. Aparte de que en política no hay tales equivocaciones o coincidencias, en el caso chiapaneco no ha sido sino la confirmación estruendosa de una tendencia conocida y sabida. Ya meses antes, cuando José Antonio González Fernández recorría el país para presentarse como nuevo líder priísta, presuntamente auscultando las preferencias de sus también presuntos dirigidos, se topó en Tuxtla Gutiérrez con un gobernador impulsivo, desatento para las reglas mínimas de la urbanidad política, que de entrada se anunciaba como promotor abierto de la precandidatura de Labastida Ochoa.
De regreso a la ciudad de México, González Fernández no podía creer el espectáculo que le había montado Roberto Albores Guillén, al enviarle a los actos priístas a jilgueros comisionados para decretar que Chiapas estaba plena y monopólicamente en favor de Labastida Ochoa. En nada ayudaba al buen desarrollo del libreto acordado en Los Pinos el que el propio gobernador rompiera abiertamente las apariencias de imparcialidad. Viajeros que acompañaban a Pepe Toño en el avión que venía de Tuxtla Gutiérrez aseguran que el dirigente priísta despotricaba contra la insensibilidad de Albores, y que se quejó del asunto con Liébano Sáenz, el secretario particular del presidente de la República.
Luego, el coordinador regional del CEN del PRI, Lino Celaya, también fue pillado en abierta promoción del labastidismo y, ya que Pepe Toño pidió que le permitieran dar algunos manotazos sobre la mesa para que medio le creyeran lo de la equidad en la competencia entre precandidatos, destituyó al citado Celaya, pero de inmediato el gobernador Albores Guillén dejó a ese ex coordinador defenestrado, de origen oaxaqueño, como coordinador de la campaña labastidista en la entidad. Luego nombró a uno de sus personajes más cercanos, su virtual candidato al relevo gubernamental, José Antonio Aguilar Bodegas, presidente de la Gran Comisión del Congreso estatal, como responsable de esa misma campaña labastidista.
El erario por la ventana
Por ello, a nadie puede extrañar que en la visita de don Francisco a Chiapas el gobernador Albores Guillén haya echado el erario por la ventana. Que se vea quién es el candidato del gobernador, debe haber sido la consigna dada por el mandatario a sus subordinados.
En ese sentido, Chiapas sigue siendo paradigma. En esa entidad se ha tratado de demostrar que el candidato presidencial del sistema sí puede tocar esa tierra difícil para el oficialismo. La visita se ha dado, además, justo cuando ese candidato tiene ya coordinador general de campaña y cuando se multiplican las insinuaciones (encabezadas por Madrazo Pintado) de que, al estilo Colosio-Zedillo, el nombramiento de Esteban Moctezuma Barragán pretende enfilar por una vía indirecta al verdadero candidato consentido de quien hoy habita Los Pinos. Desde Chiapas, por lo demás, se trata de inducir a los gobernadores para que no tengan dudas, que no se hagan bolas: el bueno es Labastida, sobre todo a raíz de la campaña de intrigas que ha puesto en marcha Madrazo en busca de una especie de descargada, es decir, de retroceso de algunos gobernadores y personajes oficialistas que no estarían seguros de ver todos los signos tradicionales en favor del sinaloense.
Y mientras sigue el pataleo en el PRI (Madrazo ha anunciado que intentará la descalificación de Labastida, con pruebas documentadas, notariales, del uso de recursos públicos en favor de éste, en específico del avión del gobierno estatal), en el PRD las cosas siguieron complicándose a partir de la asignación de la secretaria general del Comité Ejecutivo Nacional.
Una presidenta fuerte
Por una escasa diferencia, la planilla encabezada por Amalia García logró mantener la segunda posición en su poder, en este caso para el sonorense Jesús Zambrano, quien había cumplido funciones en el gobierno capitalino como procurador social y como delegado en una de las demarcaciones más importantes del Distrito Federal.
La disputa por esa posición fue cerrada y sin lugar a dudas dejará huellas suficientemente profundas como para perdurar. Por principio de cuentas, generó la renuncia de Carlos Bracho, cuya faceta artística más conocida es la de la actuación, y cuya militancia en organizaciones de izquierda le llevó, por ejemplo, a ser un aguerrido candidato a gobernador del estado de México seis años atrás.
Pero, además, los conflictos internos desgastan la figura importante, necesaria, de una presidencia partidista fuerte como necesitan los tiempos políticos por venir, no sólo para negociar con éxito una alianza electoral en la que están depositadas muchas de las mejores esperanzas de los mexicanos, sino también para depurar un partido que en buena parte ha sido asaltado por grupos, corrientes y personajes chantajistas que han secuestrado al PRD y lo han convertido en rehén permanente de juegos y acomodos internos. Todas estas tareas pudieron haber sido mejor enfrentadas si la directiva de Amalia García se hubiese abierto a las posibilidades incluyentes hacia la planilla que ocupó el segundo lugar y que por una mínima diferencia de votos, en un marco de impugnaciones extendidas, quedó imposibilitada de ocupar la secretaría general.
Cecilia Soto II
Esas condiciones han sido aprovechadas oportunamente por Porfirio Muñoz Ledo, ausente de la ceremonia de toma de posesión de la zacatecana, empecinado como está en encontrar motivos para justificar su muy anunciada salida del PRD, acaso para encabezar los esfuerzos presidenciales de otro partido, como el dirigido por Gilberto Rincón Gallardo, en un menguado y sospechoso lance que sus críticos definen desde ahora como una actualización del papel hecho en la elección anterior por Cecilia Soto.
Y así, mientras Amalia García se consolida en su posición histórica de primera mujer elegida por las bases de su partido para dirigirlo, en su Zacatecas de origen, por ejemplo, se despliega orgulloso ese nuevo PRI que Esteban Moctezuma opone en su discurso al envejecido de Madrazo.
El nuevo PRI
En la tierra de quien hizo carrera política priísta en el sector campesino, el nuevo PRI de la dupla Labastida-Moctezuma es representado por Maximiliano Silerio Esparza, que entre otras cosas fue dirigente nacional de la CNC y gobernador de Durango, cargo éste del que se recuerdan las aberraciones cometidas en el proceso de impunidades e injusticias cometidas contra una jovencita, Yessica Yadira Díaz, que se suicidó luego de fracasar de manera reiterada en su pretensión de que se castigara a los culpables del delito cometido en su contra.
Silerio Esparza, cuya enorme riqueza acumulada mientras era gobernador fue explicada a Antonio Castellanos, reportero de La Jornada, como un golpe de suerte en asuntos financieros y de bolsa.
Cargadísimo de dinero y de demagogia, representante del cenecismo manipulador del campesino, digno más de estar frente a tribunales que coordinando actos de campaña, por allí va ese coordinador del nuevo PRI labastidista-estebanista.
Y como él, otros, en Chiapas, y en todos lados. Es el nuevo PRI.
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