Jordi Soler
La compulsión

Los habanos, en la Casa Blanca, deben ser materia prohibida de conversación. La señorita Lewinsky vino a connotar, con su historia, ese producto cubano. Ahora la primera dama no puede lanzar con tanta facilidad sus arengas contra el tabaquismo. Su hija Chelsea, tampoco. Mientras estas dos mujeres tienen que callarse lo que piensan del humo, aquí, en esta ciudad los candidatos del PRI se arrebatan un slogan con una pasión analizable. Esa línea futbolera propia de los equipos que pierden casi siempre y que dice ''sí se puede", ha sido transformada en esta genialidad ''Ƒquién dice que no se puede?".

El análisis es tan obvio como breve: el que dice ''sí se puede", en general no puede, de otra forma no tendría porqué estarlo diciendo, simplemente podría. Decir, ''Ƒquién dice que no se puede?" es una línea que está una vuelta más arriba (o mejor: más abajo). Una respuesta a esa pregunta genial podría ser esta: ''Nadie". O esta otra, que es una pregunta a la pregunta: ''ƑQuién dice que se puede?; o ésta, que es la verdadera pregunta: se puede, Ƒqué? Más escandaloso que la pregunta es que cuatro personas que aspiran a dirigir los destinos de este país se estén arrebatando un slogan tan malo. ƑEse va a ser el nivel?, Ƒdónde quedaron los reyes filósofos de Platón? Regresemos mejor a la Casa Blanca.

El presidente Clinton fuma exclusivamente seis puros al año, pero ese récord está a punto de perderse desde que first lady Hillary Rodham Clinton prohibió el consumo de cualquier material fumable en la Casa Blanca. Alguien con mala leche podría escribir que esta medida ya la había implementado Fidel Castro entre los miembros de su gabinete para predicar con el ejemplo en su campaña de destabaquización cubana. La diferencia, y aquí viene la mala leche, es que el comandante fumaba día y noche como cubano y dejó el vicio para poner la muestra; o quizá el doctor se lo prohibió y él aprovechó la coyuntura, pero de cualquier forma su medida vale más que la de esta mujer que hasta donde se sabe ni fumaba.

Hace unos años Clinton recibió en su casa (blanca), al capitán Scott O'Grady, que venía de ejecutar algunas maniobras heroicas en Bosnia. Como son viejos amigos, al presidente le pareció buena idea fumar unos habanos a la salud del héroe. Esto sucedía en junio y si tomamos en cuenta que Clinton fuma seis habanos (que en su país se llaman ''cigars" por obvias razones políticas) al año, es decir uno cada bimestre, podemos concluir que se trataba de su tercer ''cigar" anual. Pues no lo acababan todavía de encender, cuando la primera dama los mandó al ''Truman Balcony", a consumar al aire libre su atrocidad.

El puro, y todo lo que eche humo, es material prohibido en esa casa y ese balcón parece el fumadero de Pinocho y sus amigos, cuando el villano Stromboli no cesaba de pervertirlos. De aquí pueden desprenderse dos teorías: la primera dama no los echó al balcón porque le moleste el humo, sino para erradicar al fantasma de la ''Habana", o bien, los echó al balcón porque el humo puede matizar lo blanco de la Casa Blanca.

En una entrevista que le hizo Tabitha Soren al presidente Clinton, en el canal de videos MTV (en el MTV de verdad, no en el que nos toca a nosotros), al tocar el tema del tabaquismo, el presidente confesó que Hillary y su hija Chelsea andan siempre vigilándolo (Ƒpor seis ''cigars" anuales en el Truman Balcony?) y que la vigilancia de Hillary es juego de niños comparada con la dureza de Chelsea, quien es, dice textualmente: the most militant person in our house (la persona más Ƒmilitante? en nuestra casa).

Todas estas confesiones palaciegas han salido porque un reciente estudio de la FDA (Food and Drug Administration) advierte sobre el alarmante índice de niños que fuman (3 millones, de los cuales 50 por ciento son menores de 7 años). Además, y esto es en serio, una encuesta reveló que los niños menores de seis años conocen más a Joe Camel que a Ronald McDonald, Ƒy qué si conocieran más a Ronald McDonald no sería igual de escandaloso? Están tan preocupados por el cigarro, que ya ni se fijan que dos modelos fundamentales de su niñez son un camello que anuncia cigarros y un payaso que anuncia hamburguesas. El cigarro y la hamburguesa: dos generosos ejemplos de la cultura de la compulsión.