Orlando Delgado
Los salarios y la reactivación del mercado interno

Las cifras de nuevos empleos creados, que el gobierno federal ha venido presentando como parte de su propaganda, ilustran con claridad la incapacidad de la economía para generar, por lo menos, el número de puestos de trabajo que se requieren para incorporar a los jóvenes que ingresan anualmente a la fuerza de trabajo. Según los cálculos más conservadores, este dato es de alrededor de un millón cien mil personas; el gobierno presume que en cuatro años se crearon dos millones y medio de puestos de trabajo, lo que equivale a decir que no pudieron ser colocados en un puesto de trabajo casi dos millones de mexicanas y mexicanos.

Sin embargo, la tasa de desempleo abierto ha mostrado una tendencia hacia la baja sostenida; el último dato disponible, correspondiente a mayo, indica un nivel de 2.6 por ciento. Esto parece contradictorio: una masa de personas que no se incorpora a un puesto de trabajo, pero un número cada vez menor de ellos está buscando empleo; recordemos que un desempleado abierto es aquel que buscó trabajo de tiempo completo y no lo obtuvo, pero además no trabaja ni siquiera una hora en la semana de que se trate.

Otro elemento interesante en el mercado de trabajo es la existencia de un número importante de vacantes que no se cubren, pese a que se proponen a buscadores de empleo. La razón de esto es simple: la oferta salarial resulta insatisfactoria, lo que lleva a que la búsqueda se oriente hacia otros mercados: el comercio ambulante, limpiadores de parabrisas o cualquier forma de ocupación que proponga un pago mayor, aunque carezca de prestaciones y de certidumbre. Se privilegia el pago inmediato, dadas las necesidades primarias que no pueden ser satisfechas con un salario mínimo, ni con salarios cercanos a este monto.

Algunos datos confirman la precariedad de los salarios en nuestro país: en el Estudio Económico de la OCDE, México 1999, se informa que las remuneraciones promedio reales en el sector manufacturero, aunque crecieron 3.5 por ciento en 1998, todavía estaban cerca de 20 por ciento por debajo de su nivel en 1994, al tiempo que la productividad creció 4.7 por ciento en 1998, y constantemente desde 1993; el salario mínimo real ha mostrado una caída persistente, según la misma fuente, desde 1993; el reporte de la empresa Tower Torrin sobre las diferencias salariales entre los salarios de los obreros y de los directores, con base en la información de empresas industriales con ventas entre 250 y 500 millones de dólares en 25 países, muestra que el diferencial en México es de los más altos, sólo superado por Malasia, Brasil y Venezuela, del orden de 42.9 veces, y además el salario obrero es 3 y 3.5 veces menor que el de nuestros socios comerciales, Canadá y Estados Unidos.

Así las cosas, es evidente que lo que se paga a la fuerza de trabajo resulta insuficiente, desproporcionadamente bajo, desestimulante y con efectos perniciosos desde el punto de vista macroeconómico, ya que el mercado interno no sólo no es un factor dinámico e impulsor del crecimiento, sino que su situación golpea a las empresas productoras de bienes no comerciales.

Por ello, una de las cuestiones fundamentales en la discusión que tendrá que desarrollarse con miras a las elecciones del 2000, tendrá que ser precisamente la de una política promotora del empleo con un salario que efectivamente cumpla con el objetivo de ser remunerador; los neoliberales, por supuesto, estarán contra incrementar los salarios, porque podría resultar inflacionario. Así, conocemos la oferta salarial del PRI, aunque habría que ver específicamente qué plantea Madrazo; para quienes en estos momentos discuten la posibilidad de una alianza opositora, éste debería ser uno de los temas torales en la plataforma electoral.

Evidentemente, para el PRD esto es parte de su oferta política; para el PAN, en cambio, el tema debe ubicarse en un marco más amplio, el de la libertad sindical y la posibilidad de representaciones democráticas de los trabajadores que sean capaces de negociar convenios de productividad a cambio de mejores retribuciones. Así las cosas, parece posible que la reactivación que el país espera puede ser encabezada por la coalición, fundada en un apoyo real de los asalariados.