Adolfo Sánchez Vázquez
Ante la grave situación de la UNAM
(Primera parte)
La parálisis en el diálogo entre las partes en el actual conflicto de nuestra universidad, con la siguiente prolongación de la huelga y, a su vez, sus daños y consecuencias lamentables e indeseables, nos llevó a un grupo de maestros a reunirnos desde hace ya un mes para reflexionar sobre ella y buscar una salida digna. Nuestro propósito, expuesto claramente en el desplegado último, del 28 de julio, era y es destrabar el conflicto que había llegado a un callejón sin salida, acercando las partes para encontrar una solución.
Cabe la pregunta de: ¿por qué nosotros?. Cierto es que no representamos a nadie, ni a ningún sector organizado de la comunidad universitaria. No tenemos un mandato de nadie. Somos independientes por no tener compromiso alguno con las partes. Ninguno de nosotros ocupa un lugar en la presente administración de la UNAM. Sin más títulos que nuestra larga vida universitaria, de 40 a 50 años en ella, y más intenciones, propósito u objetivo que servir, hacemos unas propuestas en esta grave situación, a la Universidad.
Pero no somos mediadores o gestores. Somos simplemente los autores de una propuesta con la pretensión de que la hagan suya las partes en conflicto y sea respaldada por la comunidad de estudiantes, académicos y trabajadores de nuestra institución para abrir un camino que conduzca a la solución del conflicto actual.
No es una propuesta que responda sólo a buenas intenciones. Ha surgido de las reflexiones -en bastantes horas- de un grupo de académicos, considerando las ideas de sectores diversos con los que hemos podido estar en relación. Como resultado, elaboramos el documento que hemos hecho público.
Nuestras propuestas expresan las coincidencias de un grupo heterogéneo, con diversa formación -humanista y científica- y con varias concepciones ideológicas, políticas y, por tanto, con distintas concepciones de la Universidad. Sin embargo, por encima de nuestras diferencias, hemos coincidido en la búsqueda de una salida al grave problema que nos preocupa a todos. Y creemos que esta salida se dará si ambas partes se mueven por la voluntad de encontrarla.
Nuestro objetivo no es otro que el de contribuir a resolver el conflicto, lo que presupone -pues ello sería una salida pero no una solución- el rechazo de cualquier uso de la fuerza pública'', como se dice en el desplegado. Rechazo que -yo personalmente- considero absoluto. Hay voces que se alzan a favor del uso de la fuerza pública en última instancia -o como dicen algunos-, después de haberse agotado el diálogo o la negociación. Pero sobre esto hay que pronunciarse con toda claridad. Estamos contra el uso de la fuerza pública como primera y última instancia. Por otro lado, no cabe admitir que, entre universitarios, puedan considerarse agotados el diálogo o la negociación como usos de la razón. Y entendemos por negociación el diálogo en el que las partes ceden racionalmente, no por coacción, lo que sea necesario para preservar lo fundamental, dejando en el camino o para posteriores ocasiones, lo que, sin dejar de ser importante, es secundario en ese momento. Abandonar esta vía, dejarse arrastrar por la intransigencia, por el ``todo o nada'', es cerrar el camino a una verdadera solución al problema.
Ahora bien, descartar el uso de la fuerza pública no sólo exige pronunciarse contra esa forma extrema de la violencia, sino abrir paso a la posibilidad o alternativa, incompatible con él. Y a abrirla, y señalar medidas concretas para realizarla, tienden nuestras propuestas.
Reconocemos que nuestras propuestas podrían tener una mayor precisión o puntualización. Pero no la tienen porque esas precisiones, al ir más allá de lo que hoy es esencial, de lo que debe unir a las partes, en vez de acercarlas podrían alejarlas, y con ello convertirse en un obstáculo para alcanzar el objetivo fundamental: resolver el conflicto.
Se trata, pues, de ponerse de acuerdo en lo fundamental hoy: levantar la huelga. No se trata, ciertamente, de levantar la huelga sin más, como si fuera posible volver a lo que era la Universidad antes de ella. De ninguna manera. Se trata de levantar la huelga para que la Universidad, con los cambios necesarios, cumpla mejor los fines específicos que le corresponden como institución educativa pública, fines que sólo puede cumplir mejor con la participación de toda su comunidad en el control de su propia existencia.
Intervención en los encuentros de los profesores eméritos firmantes del desplegado (La Jornada, 28 de julio de 1999) con la comunidad estudiantil de las facultades de Química, de Filosofía y Letras de la UNAM, convocadas por los Consejos de Huelga respectivos y celebrados el 5 de agosto de 1999.