El neoliberalismo ha tenido un altísimo costo social para la mayoría de los habitantes de la ciudad de México, la Zona Metropolitana del Valle de México y de todo el país; ha llevado a límites inhumanos la pobreza que acompañó siempre al crecimiento económico en el último siglo. Hoy, México ocupa el poco envidiable lugar 50 en la escala de desarrollo humano 1999 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, por debajo de países latinoamericanos como Chile, Argentina, Uruguay, Costa Rica, Venezuela y Panamá, que contrasta con el lugar 14 en términos de capacidad económica que le conferiría ser el último integrante de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Veamos las duras estadísticas.
A causa del insuficiente crecimiento de la economía nacional frente al de la población, el producto por habitante era inferior en 1996 al de 1980, indicando que la política neoliberal no ha hecho nada por mejorar la situación económica de la población mexicana. Entre 1976 y 1999, el salario mínimo real perdió un 72.41 por ciento de su capacidad de compra, como resultado de la dura política de topes salariales aplicada por los cuatro últimos gobiernos priístas; el salario medio sigue la tendencia, aunque su caída ha sido levemente menor. Hoy el salario real se coloca por debajo del vigente en 1946, luego de la caída profunda sufrida durante la guerra mundial. Los trabajadores mexicanos han retrocedido 53 años en sus condiciones de ingreso. Como resultado, la participación del trabajo en el producto nacional ha caído del 45 al 24 por ciento, en beneficio del capital. Entre 1980 y 1996, el 80 por ciento de los hogares mexicanos sufrió una disminución de sus ingresos reales.
Si en 1981, la mitad de la población mexicana vivía en situación de pobreza, en 1996, esta proporción había aumentado a las tres cuartas partes. En la Zona Metropolitana, que cuenta con el mayor producto per capita del país, el 57 por ciento de la población se encuentra en situación de pobreza y el 36 por ciento en la pobreza extrema. Este empobrecimiento explica la acelerada informalización de la economía (el 42 por ciento de la población económicamente activa en el DF se ubica en este sector, donde se crea el 70 por ciento del empleo) y, entre otros factores, el crecimiento exponencial de la delincuencia individual y organizada.
Los neoliberales priístas, con apoyo del PAN, han aplicado una política de reducción del gasto público social y de privatización directa o por ausencia pública, de partes importantes de la seguridad social, las pensiones, la educación y la vivienda, que constituye un verdadero abandono de la responsabilidad social del Estado. Los programas federales de atención a la pobreza, como Pronasol, Progresa y similares, además de insuficientes y que no atacan las raíces del problema sino mitigan sus efectos, son manejados con criterio político, como lo muestra su disminución para el DF en los dos últimos años y su uso electoral en todo el país. En las próximas décadas, el pueblo mexicano tendrá que pagar cerca de 84 mil millones de dólares como costo del rescate bancario (Fobaproa), que salvó a los banqueros y otros grandes empresarios de la ruina, pero hundió en la miseria a los trabajadores y pequeños empresarios deudores.
Esta gigantesca expropiación del ingreso de los trabajadores explica por qué 100 empresarios controlan el 20 por ciento del Producto Interno Bruto nacional, y que tengamos a un número desproporcionado de mexicanos en la lista de ``hombres más ricos del mundo''. Todos estos datos, tomados de estadísticas de organismos federales o empresariales, y muchos más que no caben en este espacio, muestran que el neoliberalismo ha ampliado la riqueza de unos pocos a costa del aumento de la miseria de la mayoría.
El neoliberalismo, que el presidente Zedillo califico de ``invención extraordinaria'', acabó de hundir a la mayoría de los mexicanos, incluidos los capitalinos, en la pobreza y la desesperanza; quienes ``distorsionan los hechos y rescriben la historia'' son los que, como él, asignan la responsabilidad a un ``populismo'' que se identifica erradamente, sin validez teórica o práctica, a la responsabilidad social del Estado y al uso de los fondos públicos para atender las necesidades sociales. Es inaplazable el cambio del rumbo económico y social de México y las elecciones del 2000 nos dan la oportunidad histórica.