n Pionero del pop art


Icono y protagonista de una intensa, fascinante biografía

Arturo García Hernández n Nadie como Andy Warhol encarnó tan radicalmente la sensibilidad y el espíritu que permearon la década de los sesenta. Los 12 años transcurridos desde su muerte lo reafirman como el fundador y la figura más relevante del pop art. Pero su papel en la cultura contemporánea no se redujo -con todo lo importante que fue- a la práctica rupturista y renovadora de las artes (la pintura y el cine, de manera principal). Llegó más lejos: fue símbolo y protagonista de la época. Uno de sus máximos referentes sociales y culturales. Su papel en ambas vertientes es indivisible. Esa totalidad es la que hace fascinante su biografía y cómo la fue construyendo.

Artista multidimensional, heterodoxo entre heterodoxos, creador de modas, voyeurista profesional, ideólogo de la fama, mitificador de lo trivial, gurú del jet set internacional y de las grandes estrellas del rock, personalidad enigmática e indescifrable hasta para sus amigos más cercanos, Warhol consiguió ser en vida ''un fenómeno de masas tan popular e influyente como Picasso". Desde el anonimato de su origen humilde escaló con paciencia y talento hasta la cúspide de lo social.

Su nombre real -el de su tránsito por el anonimato- fue Andrew Warhola. Nació el 6 de agosto de 1928, en Pittsburgh, Pennsylvania. Fue el segundo hijo de Ondrej y Julia Warhola, campesinos checoslovacos emigrados a Estados Unidos, donde Ondrej se desempeñó como minero y obrero metalúrgico. Murió por beber agua envenenada, cuando Andrew tenía 14 años y la adolescencia del futuro pintor transcurrió en medio de una ''terrible pobreza".

 

Divinidad de la contracultura

 

Andrew Warhola estudió y concluyó la especialidad de dibujo artístico en el Carnegie Institute of Technology de su ciudad natal. Después se mudó a Nueva York, donde encontró empleo como ilustrador de revistas y diseñador de zapatos. En 1949 la revista Glamour Magazine le pidió ilustrar un artículo, pero por error su nombre en los créditos apareció como ''Andy Warhol". Faltaba la última ''a". A partir de entonces ese sería su nuevo y, a la postre, célebre apellido.

Su primera exposición la realizó en 1952, en la Hugo Gallery de Nueva York, donde exhibió una serie de dibujos que había hecho para ilustrar un libro de relatos de Truman Capote. A finales de los años cincuenta, Warhol era el más famoso e imitado artista comercial de la urbe de hierro.

Pero fueron los años sesenta -y su aura de locura, rebeldía, ingenuidad, provocación y desencanto- el escenario propicio para la consagración mundial y definitiva de Andy Warhol.

El despegue inició en 1962, con la exposición en Los Angeles y Nueva York, de sus serigrafías, que tenían como motivo las latas de sopa Campbell's, además de otras cuatro muestras colectivas en las que participó.

Una vez dejadas sus primeras huellas en el terreno de la plástica, Warhol abordó con la singularidad que lo caracterizó otra de sus pasiones: el cine.

En 1963 hizo sus primeras películas. Una de ellas fue Kiss -muda, sin créditos- en la que durante 50 minutos se ve a un hombre y una mujer besándose. Otra cinta -de culto entre sus admiradores- es Sleep, de seis horas de duración, en la cual desde distintos planos el espectador observa a un hombre dormido. Ambas son consideradas dentro del cine de vanguardia, ''poético y no narrativo, rama vitalísima del concepto de modernidad, históricamente vinculada a Duchamp".

Para entonces la nueva divinidad de la contracultura requería un templo para oficiar y ese templo fue The Factory -La Fábrica-, el oráculo inapelable donde se decidían los nuevos parámetros estéticos y donde se aprobaban y legitimaban los nuevos comportamientos, las nuevas actitudes. Ahí encontraron un espacio de irreductible libertad todos los que hasta finales de los años cincuenta habían sobrevivido en medio de una tácita o abierta opresión. Noche a noche, aquel galerón plateado se atestaba -describe Stephen Koch, autor del libro Andy Warhol Superstar (Anagrama)- de ''vanguardistas, genios callejeros, pobres muchachitas ricas, tipos muy elegantes, tipos irremediablemente desconocidos, buscavidas y call boys, prostitutas, directores de museos, marchantes de arte, coleccionistas ricos, los mejores artistas del momento y los peores gorrones. La gente in pensaba que el lugar lo tenía todo: intensidad sin exigencias, clase sin esnobismo, encanto sin proponérselo. Por no mencionar la abundancia de sexo, de arte, de anfetaminas, de fama. Y una puerta que estaba siempre abierta".

 

''Maestro del poder pasivo''

 

La fascinación, el encanto que ejercía The Factory sobre propios y extraños, se apoyaba -según el testimonio de Koch- ''en la decadencia, en la exagerada palidez del rostro adolescente de Warhol, en su silencio, su mirada impasible, la elegante extravagancia de su séquito, en todas las cosas a las que era capaz de dotar con la magia de su fama y transformar en la imagen por excelencia de un mundo subterráneo en el que la gente maravillosa, los genios y los snobs, los obsesionados y los aburridos, despliegan al fin todo su hechizo".

Para las personas que se congregaban a su alrededor, ''Warhol era la fama; derramaba la luz redentora de la fama sobre ellos y se calentaban en ella, refugiados de un mundo secreto e invisible que había crecido y se había definido con firmeza durante los últimos años de los cincuenta. Uno intuye que, por aquellos días, una apasionante complicidad unía las subculturas artística, sexual y de las drogas; que cierta especie de repulsa común empujaba a la vez a personas calladas y serias como el compositor LaMonte Young y a rudos, perspicaces y drogadictos actores callejeros con nombres como Rotten Rita, Narsissy y Ondine, gente que consumía drogas y vivía de su ingenio, que actuaba en bares y apartamentos y desvanes, y de cuya existencia el mundo normal conocía sólo los más temibles indicios.

''Hombres para quienes la pose extravagante y una lengua como el rayo era la única forma de vida, se encontraron de pronto en departamento del limbo, contiguo a los artistas de la clase media. De una parte estaba el dinero y la sólida reputación del pop; de la otra, la subcultura auténticamente underground, los travestis."

En la cima, en el centro, de la microsociedad que pululaba en La Fábrica estaba, obviamente, Andy Warhol, ''maestro del poder pasivo" en cuya presencia ''podía brillar la seguridad de unos cuantos afortunados''. Cuando Warhol llegaba al lugar -escribe Stephen Koch-, por lo general al final de la tarde, ''a uno podía derrumbársele todo su castillo de naipes si el maestro no le sonreía con su 'eh, hola' al pasar".

La época de oro de The Factory transcurrió entre 1965 y 1966. Citada por Koch en Andy Warhol Superstar, Ondine evoca el estado de ánimo imperante en esos días: ''Ese momento de mi vida, de la vida de todos, fue la culminación de los sesenta. šQué año! šAh, fue estupendo! Todo era de oro, todo. Todos los colores eran de oro. Era simplemente fabuloso, era la libertad completa. A cualquier hora que se fuese a La Fábrica era la hora apropiada. A cualquier hora que se fuese a casa, era la buena. Todo el mundo estaba unido, era el final de una época. Aquello fue el final del reino de las anfetaminas, fue la última vez que las anfetaminas fueron realmente válidas. Y nosotros lo aprovechamos. De verdad que le sacamos partido". Fue también la época en que Warhol trabajó e impulsó al grupo The Velvet Underground, con Lou Red y Nico.

 

Sufrir un terror metafísico

 

El 3 de junio de 1968 (Koch afirma que fue el día 5), uno de los ángeles negros que revoloteaban en ese paraíso libérrimo de la vanguardia y la clandestinidad, hizo volar en pedazos la breve y pequeña utopía. Valerie Solanis, actriz segundona y ocasional integrante del séquito, intentó asesinar a Andy Warhol. Lo hirió gravemente en el pecho con tres disparos de revólver. Casi se le dio por muerto. Después de una prolongada convalecencia el pintor se recuperó y volvió a la actividad, pero ya se había apoderado de él un terror metafísico que se reflejó en la disminución de su producción plástica. Sin embargo, eso no impidió que hiciera otra de sus aportaciones a la cultura contemporánea: en 1969 fundó la revista Andy Warhol's Interview Magazine, de la que después se deslindó y redujo su nombre simplemente a Interview.

''Los años sesenta crearon The Factory y los años sesenta acabaron con ella". Sostiene Stephen Koch: ''Enfrentados a la terrible amenaza de la madurez, los años sesenta intentaron transformar su tiempo en un momento único, totalmente perfecto y dadivoso. Las nada desdeñables fuerzas del arte, las drogas, la belleza, el encanto, la jerga, la energía juvenil, el estilo, el misticismo, todas se empeñaron en el esfuerzo, y durante cierto tiempo parecía casi que iba a funcionar. Warhol en mi opinión comprendió la naturaleza de ese esfuerzo con una profundidad intuitiva sin igual. Pero, a pesar de todo, el tiempo se impuso."

Warhol continuó haciendo películas casi hasta mediados de los años setenta. Pero en general su actividad artística se redujo de manera notable, aunque aún mantuvo una vida social relativamente intensa.

El domingo 22 de febrero de 1987 la noticia de su muerte conmocionó a sus adeptos y admiradores en todo el mundo. No era viejo. A los 59 años falleció en el New York Hospital después de una intervención quirúrgica. Se fue Andy Warhol. Quedó su fama y su obra.