José Cueli
La magia de Gironella

La pintura de Alberto Gironella brota en el calor de mínimos, pero intensos contempladores, en los que sólo importa una actitud sensitiva, alimentada por una personalidad previa tocada de duende -profundidad vital- que es la exigencia para apreciar cabalmente la belleza de sus cuadros. Cuando se posee este duende, la pintura tiene un sentido de enlace, una unidad que no se ve y que sin embargo actúa de manera infalible al aventurarse en los íntimos repliegues humanos, que hacen vibrar a los contempladores del pintor tocado de este misterioso duende. Gironella tocado de esa ``chispa'' transmitía ``ese algo'' que permita forjarse, de él, una imagen intransferible debido a un espíritu que conmovía y propiciaba una comunicación que se extendía más allá de los cuadros concretos.

Gironella conseguía, llegaba a lo esencial, creaba el alma que animaba sus cuadros; la incursión a lo desconocido. Los gozadores de su obra sentimos que su pintura estaba hecha sólo para ser disfrutada por uno mismo, al despertarse la sensación de hallarse en una relación directa, minoritaria con el cuadro.

Lector de Miguel de Cervantes y Friedrich Nietzsche, el creador encerraba en sus cuadros el secreto de la muerte, el arte de estar muerto vivo que es salirse del yo, lo consciente y entrar al mundo de las imágenes y objetos a las que daba vida en la magia de sus cuadros. Estar y no estar instantáneo en que recreaba el sueño inefable de la poesía, lo inasible de la tristeza en misteriosas prolongaciones.

La pintura de Gironella, a más de ser encantada es fusión de diversas tendencias españolas -Velázquez y el movimiento Goya, el barroco español, los toros- que adquirieron en él matizada y delicadísima espiritualidad que era la exaltación de un carácter fatalista (expresado para el que escribe, entre otros, en los tres cuadros dedicados al torero gitano Rafael de Paula, y quizá el último, un cuervo encerrado sobre un capote torero) que de pronto levantaba al ser inmovilizado, agitaba su alma desmayada y llenaba de belleza el lienzo.

Todo en Gironella, hechizado, se levanta sobre la cultura tradicional del muralismo en México hacia un subrealismo de sugestión indecible, en la cual nada atraía, tan imperativa y al mismo tiempo tan dulcemente como sus contrastes en que combinaba todo tipo de objetos e imágenes. El miedo a la muerte y lo imprevisto de sus magias, es decir, la escueta y concentrada elegancia de su movimiento.