Adolfo Sánchez Rebolledo
Los cuatro del PRI y la coalición

Mientras Cárdenas y Fox deshojan la margarita de la coalición, el PRI ya no sabe cómo evitar que el experimento democrático para elegir a su candidato termine dividiendo al partido en lugar de unirlo. Cuando ya se sentía montado en el caballo de hacienda de las encuestas del 2000, el PRI debe rectificar concentrando las baterías contra la oposición, cuya alianza daría un vuelco a las expectativas electorales.

El cambio no es sencillo, pues ¿cómo realizar una campaña creíble si el cálculo exige prudencia en la crítica y unidad ante sus adversarios? Evitar los conflictos entre los cuatro aspirantes, ya lo estamos viendo, es complicado. A pesar de los pactos de civilidad firmados, los ataques están a la orden, y no pasa un día sin que alguno se queje por cierta conducta indebida de los demás. Y es que, no obstante el nivel cavernario con que se expresan (``un Madrazo al dedazo'') las campañas defienden intereses que el tiempo irá descubriendo, no al revés. Las diferencias entre Labastida y Madrazo, los dos más fuertes, podrían limarse para evitar el espectáculo que comienzan a dar, pero al final no lograrán disiparse, a menos que uno de los dos renuncie a ganar. Por eso no es convincente el argumento de que la oposición junta el agua con el aceite, como si en el mismo PRI no estuvieran representadas corrientes o posturas distintas y hasta encontradas en materias clave. ¿Cuál será, por ejemplo, la actitud final del PRI si el tono del discurso ``antipolítica económica'' sigue creciendo? ¿Quién defenderá la estrategia del gobierno con sus apoyos foráneos?

La oposición, por su parte, tampoco tiene resuelto el problema, sobre todo si ``no se trata únicamente de vencer al partido oficial'', como asegura el documento de la Alianza por México recién difundido y en el que se asegura que cada partido mantendrá ``fielmente su posición ideológica y programática'', que es como resolver la cuadratura del círculo. Simplificadas al máximo, todas las posiciones caben en una alianza sabiéndolas acomodar, pero ¿qué dirán los críticos del modelo económico oficial si, para ganarse al mundo financiero internacional, deben probar que se ``puede cambiar el gobierno sin cambiar el rumbo'', como pidió el presidente del Citigrup? ¿Al menos discutirán el viraje de cara a los ciudadanos?

Sin embargo, a pesar del triunfalismo de los días recientes, la alianza opositora es todavía una promesa. Falta el acuerdo estratégico sobre los temas sustantivos del programa de gobierno de la coalición, así como un procedimiento aceptable para la solución de las diferencias. Y falta, hay que subrayarlo, un acuerdo puntual sobre el método de elección del candidato que todavía hoy está en chino...

Logrados los grandes objetivos queda pendiente saber si la militancia de ambos partidos muestra tanto entusiasmo por la alianza como sus dirigentes, aceptando que su candidato presidencial sea, justamente, el otro. No imagino al panismo derrotado por Cárdenas en el DF reconciliándose con la máxima figura del ``otro PRI'', como despectivamente llamaron al PRD. Ni tampoco veo a los votantes duros del sol azteca depositando en las urnas un voto por Fox, a quien se considera, por decir lo menos, un ``populista de derecha''. Pero, en fin, todo puede ocurrir. Los más optimistas piensan que incluso descontando el voto del desencanto, la coalición total obtendría una clara victoria sobre el PRI. Pero ese cálculo ya es harina de otro costal.