UNAM: NO A LA VIOLENCIA
Ayer, frente al local del Conalep 2 (Sur), situado en la colonia Las Aguilas, tuvo lugar un deplorable episodio de violencia entre paristas de la UNAM y efectivos de la policía capitalina, con un saldo de varios lesionados y seis huelguistas presentados ante el Ministerio Público. Los primeros alegan que fueron objeto de agresiones por parte de elementos afines a la rectoría cuando se presentaron en el lugar para tratar de impedir los trámites extramuros de inscripción y reinscripción que realizan las autoridades universitarias. El gobierno capitalino, por su parte, consideró justificada la intervención de la fuerza pública para hacer respetar el marco legal vigente.
El suceso, independientemente de los hechos que lo generaron, debe ser visto como una señal de alarma, porque pone de manifiesto el grado de descomposición y polarización al que ha llegado el conflicto universitario ante la cerrazón de las partes. El cruce de la línea que separa las acciones pacíficas de la violencia es un dato grave, porque abre la perspectiva de una escalada absolutamente indeseable, contraria al espíritu universitario, nutrida por la intolerancia, la provocación y el enfrentamiento.
En tanto las autoridades universitarias pretendan que la UNAM puede funcionar con normalidad, como si no estuviera afectada por un paro, y en tanto sectores de los paristas se empeñen en impedir las actividades extramuros, docentes o administrativas, el conflicto tenderá a ahondarse y se acercará a una salida violenta que constituye un escenario repudiable para la gran mayoría de la sociedad.
Es imprescindible y urgente que, por el contrario, tanto la rectoría como el Consejo General de Huelga retomen el camino del diálogo, emprendan negociaciones intensivas para terminar la huelga y se concentren en el análisis de las diferencias que los separan y en las posibles vías para solucionarlas.
En días pasados, ocho profesores eméritos de la máxima casa de estudios presentaron una propuesta plausible para resolver el conflicto. Tal iniciativa podría ser un buen punto de partida para la negociación, siempre y cuando las partes la estudien con la atención requerida, con voluntad de diálogo y con sensibilidad para escuchar el clamor social que demanda una solución pacífica y constructiva al conflicto.