La Jornada jueves 5 de agosto de 1999

Astillero Ť Julio Hernández López

La confirmación del hecho -bien sabido y perfilado desde meses atrás- de que Esteban Moctezuma Barragán sería el coordinador general de la campaña de Francisco Labastida Ochoa, confirma la tesis -vista por todos, y particularmente explotada por Roberto Madrazo- de que el sinaloense es el candidato oficial del grupo zedillista, y que toda la fuerza del sistema será puesta en juego para hacerle ganar.

Un Francisco que anda haciendo panchos

Moctezuma Barragán llega al maltrecho y desdibujado equipo labastidista, para tratar de poner orden a partir de una posición de Estado en la que fungirá como representante y vínculo de Ernesto Zedillo con la campaña de su candidato, como enlace entre la nomenclatura priísta (sobre todo los gobernadores), y las necesidades de un Francisco que anda haciendo panchos, y como correa de transmisión entre las gratitudes populares derivadas de la beneficencia social y las cuotas electorales que el zedillismo-labastidismo requiere para triunfar, primero en la competencia priísta interna, y luego en la constitucional del 2000.

La formalización del nuevo encargo partidista de Moctezuma Barragán se ha dado, por lo demás, para enviar una señal clara de advertencia a Roberto Madrazo Pintado.

Cabe recordar que el hasta ayer secretario de Desarrollo Social truncó su primera oportunidad dorada a causa de la inducida rebelión priísta que impidió en Villahermosa la consumación de la maniobra acordada en el Distrito Federal entre el perredismo y el gobierno zedillista, para deponer a Roberto Madrazo de la silla principal de Tabasco y hacerlo a cambio secretario de Educación.

La primera venganza de Moctezuma

Los acuerdos habidos en el edificio de Bucareli, entonces ocupado por Moctezuma Barragán, abrían un camino de pacificación con el perredismo tropical acaudillado por Andrés Manuel López Obrador, quien después, en lo que genéricamente fue bautizado como ``La maldición de Moctezuma'', apareció habilitado con varias cajas repletas de material claramente demostrativo de que Madrazo Pintado había gastado decenas de millones de dólares en su campaña electoral, violando no sólo los naturales topes que debe tener un proceso de ese tipo, sino, además, abriendo el paso a capitales turbios como los de Carlos Cabal Peniche, el Banco Unión y otros donantes especializados en invertir dinero en actos políticos oficialistas, tanto para comprar impunidades, como para blanquear esos fondos.

Milagrosa curación gracias a la vitamina P (de poder)

Madrazo Pintado, el salinismo, el hankismo estuvieron detrás del fracaso de esa oportunidad que Ernesto Zedillo le concedió al principio de este breve sexenio al nombrarlo secretario de Gobernación, difícil tarea en la que la gravedad de los asuntos sin resolución superó la voluntad personal de atenderlos y de la que se separó dejando correr luego la especie de que le afectaba un problema de salud, del que tiempo después se curó al grado de ser capaz, de entonces a la fecha, de realizar hazañas tan impropias para un cuerpo necesitado de reposo como correr maratón, coordinar tareas de federalismo y del consejo nacional priísta, hacer campaña para senador, desempeñarse como tal en la casona de Xicoténcatl, encargarse de la Sedeso, teñida de recuerdos colosistas, desde la que se posicionó como aspirante presidencial y ahora encargarse de los menesteres de otra intensa campaña electoral.

De hecho, al ocuparse ya formalmente de la citada coordinación en el equipo labastidista, Moctezuma Barragán fortalecerá su propia convicción de que es uno de los pocos políticos en activo con fuerte experiencia en campañas electorales hechas con criterios modernos, pues participó con el propio Labastida Ochoa en la campaña que éste hizo en pos del gobierno sinaloense y, luego de un breve paréntesis como secretario de administración de ese régimen, se incorporó al equipo de Luis Donaldo Colosio para participar así en la coordinación de la campaña de Carlos Salinas de Gortari. Transferido por el propio Colosio al equipo de Ernesto Zedillo, Moctezuma Barragán hizo carrera administrativa en Programación y Presupuesto y en Educación, cartera ésta en la que fue oficial mayor y luego subsecretario. Era obvio que con Colosio estaba llamado Esteban a tener importantes oportunidades, pero tal vez no tantas como las que dolorosamente se le abrieron cuando Zedillo quedó como remplazo del sonorense. Situado como coordinador de campaña, y luego, ya en el poder, como secretario de Gobernación, Esteban era, sin lugar a dudas, el hombre político de Zedillo, el experto más cercano y confiable. Si el dedo del hoy presidente hubiese tenido las posibilidades dictatoriales de sus antecesores, es muy probable que se habría posado sobre la testa de Esteban.

Un nombramiento montado sobre el ring

Hoy, por todo ello, el presidente Zedillo se despoja de su funcionario más querido para enviarlo a tratar de componer los múltiples entuertos de una máquina enrevesada como es la de la campaña labastidista. La decisión, hay que señalarlo con claridad, no fue tomada a la luz de los acontecimientos recientes (sino mucho antes del destape de Labastida, como fue anotado en un par de Astilleros de aquellas fechas), aunque, sin lugar a dudas, el día exacto del anuncio sí tomó en cuenta el ácido ambiente de enfrentamiento que viven Madrazo Pintado (el candidato del hankismo-salinismo) y Labastida Ochoa (el candidato de Zedillo y, ahora podrá decirse, de Moctezuma, sobre todo si se recuerda que fue éste quien acercó a su ex jefe sinaloense al Presidente que estaba, y está, ayuno de equipo de confianza) y que motivó una presunta llamada de atención del árbitro de la contienda priísta, Fernando Gutiérrez Barrios, quien conminó a los dos boxeadores principales a no pegarse bajo el cinturón ni en la entrepierna.

Así, en ese escenario envenenado, y a pesar de todas las implicaciones de oficialismo que trasladará a la campaña labastidista, de por sí cargada de acusaciones en ese sentido, es importante el arribo de un personaje como Moctezuma Barragán a la conducción de la campaña que el sistema pretende encaminar al triunfo interno y luego al constitucional.

Esteban es un hombre joven no sólo por edad, sino también por actitudes. No se le puede acusar de deshonestidad, corrupción ni mucho menos del fajo de agravios con los que el priísmo tradicional se ha distanciado de los legítimos intereses de la sociedad. Es justamente el reverso de la medalla que en la otra cara tiene a ese priísmo representado por Roberto Madrazo Pintado, para citar el caso más representativo.

No todo puede ni debe ser oscuro en estos difíciles tiempos de la política mexicana, por ello es deseable que Moctezuma Barragán logre imponer sus mejores prendas por sobre las inercias y los defectos de un sistema, de una campaña, de un priísmo herido y dividido, y que impida, además, que en el panorama político nacional triunfen las tendencias que tratan de llevar al país al enfrentamiento, al retroceso, al encono, acaso a la violencia política.

Astillas: La guerra de los anuncios publicitarios está llegando a niveles que requieren del consejo de los especialistas. Luego de las magias de Alazraki, que adelantaron notablemente a Roberto Madrazo Pintado a partir del ``¿quién dice que no se puede?'', y del triunfo de Arturo Montiel con aquella referencia a que ``los derechos humanos son de los humanos, no de las ratas'', ha aparecido el polémico ``Dale un Madrazo al dedazo'', mientras Labastida le apuesta a un lánguido y civilizado ``gobernar para ayudar a la gente''. ¿Triunfará la estridencia, la belicosidad, la bravuconería, o la apacibilidad? Esté usted pendiente del próximo capítulo de las telenovelas políticas de modaÉ

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