Tres declaraciones recientes, provenientes de fuentes diversas, políticas y religiosas, cuyo tenor común es la intolerancia, ponen de manifiesto el papel que debe jugar la sociedad cuando, en busca de adeptos, el poder utiliza todo tipo de herramientas para ganar simpatías o incrementar su presencia. En el México contemporáneo, cuya realidad es Fobaproa, la UNAM y Chiapas y no "exitosos" tratados de libre comercio, estimular la intolerancia supone riesgos incalculables. La cuestión fundamental para la sociedad es delimitar "hasta dónde" pueden políticos y religiosos enarbolar eslóganes o comentarios para adquirir más poder. Sintetizo tres sucesos.
En Córdoba, las autoridades panistas iniciaron una campaña de persecución y hostigamiento contra grupos de travestis, lesbianas y prostitutas, a quienes se acusó de haberlos insultado. Tras haber aprehendido a cuando menos diez lesbianas y travestis que ofrecían servicios sexuales en las calles, las autoridades panistas, dechadas, por supuesto, de la más alta e intocable moral, enarbolaron el lema "Limpiar a Córdoba de la escoria". Queda la idea que el PAN cordobés pretende, si no refundar México ųno son tan ambiciososų al menos limpiar la ciudad de "los otros". De aquellos que no son como los del partido. El corolario panista es el siguiente: lesbianas y prostitutas son escoria.
Más cercano al corazón del país, en el estado de México, hace unas semanas, durante su campaña política, el entonces candidato priísta, Arturo Montiel, enarboló una frase de profunda inteligencia y calidez, cuya cepa ni Voltaire hubiese mejorado. Dijeron Montiel y el PRI: "Los derechos humanos son para los humanos, no para las ratas". Hasta donde se sabe, en el lenguaje y en la política de Montiel, las ratas en el estado vecino se refieren exclusivamente a los delincuentes. Ergo, homosexuales, judíos, españoles y narcotraficantes pueden dormir bien. Tampoco los políticos no delincuentes del estado de México tendrían por qué avecindarse en otra entidad.
En la ciudad de México, el cardenal Juan Sandoval Iñiguez, al abordar el tema Sentimientos opuestos de un cuerpo no querido, declaró que "los transexuales se consideran un error de la naturaleza, y por ello recurren a prácticas quirúrgico-plásticas que (...) alimentan el deseo de transformación del cuerpo, engendrando estados de angustia y de formas de desarrollo que no son normales, tales como el travestismo y la homosexualidad". Remata sus cavilaciones advirtiendo que "...(al cambiar el sexo) resultaría en una verdadera castración del sujeto, perdiéndose la capacidad de procrear, que existe, al menos parcialmente, en gran parte de los sujetos". Tales aseveraciones, además de incrementar la estigmatización histórica que diversas religiones han ejercido sobre homosexuales, denosta y excluye, lo que evidentemente contradice la idea de "que todos somos hijos de Dios".
El ejercicio intelectual y publicitario de la alcaldía panista de Córdoba, del PRI del estado de México y del cardenal Sandoval atenta contra los derechos elementales del individuo y transgrede diversos principios éticos. La concepción de la higiene racial, magistralmente enarbolada por el nazismo de apenas ayer, no empezó de otra forma. De cumplirse las sugerencias del PAN de Córdoba, a quien agreda o maté a un travesti, prostituta o lesbiana, no sólo no se le castigará, sino, quizá, se le reconozca públicamente, pues cumplió el dictum de limpiar la ciudad veracruzana de escoria.
Quien sea fiel a Montiel y haga lo que haga contra quien considere delincuente, habrá ejercido un (su) derecho humano sin temor a ningún castigo, pues en el estado de México no existe una Brigitte Bardot que defienda a los animales ųaunque sean ratas. (Entre paréntesis, pregunto con temor: Ƒhabrá recibido muchos votos Montiel por su lema?) Finalmente, los feligreses que se identifiquen con las ideas de Sandoval sentirán que las puertas del cielo quedarán abiertas a pesar de manifestar su desprecio (parecería que la religión permite odiar) hacia homosexuales o travestis. No hubo, por supuesto, espacio en el discurso de Sandoval para criticar los asesinatos de travestis en el DF, Oaxaca o Chiapas; en estos casos, parece no haber culpables.
Es evidente que entre religión y moral debe existir un continuo y es preclaro que el lenguaje político debería seguir un mínimo de reglas públicas. Si bien el poder carece de límites y es ciego, amnésico, inmune a la crítica y en México es madre tutti potencial, Ƒqué dirá el alcalde panista Armando Croda de la Vequia, y qué cara pondrá Montiel o que palabras espetará Sandoval cuando la sociedad decida renovarse agrediendo o matando "a los otros" para crear un México nuevo?