Gironella en el Escorial
Carlos Fuentes
Constrúyase a toda furia, dictó el Rey Felipe, un palacio y monasterio que sea, también, necrópolis de los príncipes. Ninguna gala, ninguna gula, ningún desvarío para ese proyecto implacablemente austero: las hachas abatieron los árboles, las fuentes se secaron, los ganados no tuvieron jara donde ampararse en tiempo de tempestad, y en medio de la llanura extensa, densa y profunda, ceñida por las sierras graníticas que se blanquean como huesos de todo, se levantó El Escorial, sobre un cuadrilátero semejante a la parrilla que conoció el martirio de San Lorenzo, sin una sola concesión al capricho de los sentidos, pero como una ofrenda al sentido de los caprichos: moriremos nosotros, mas no nuestra imagen sobre la Tierra. Ceremonia y locura, juego y perversión, desafío parejo al Dios adorado y al Demonio temido: Ƒpor qué no os manifestáis plenamente, nunca, abiertamente, nunca, por qué tolera Dios el mal y nos tienta el Demonio con el bien? Esto les ofrecen los cadáveres del pudridero de El Escorial a Dios y al Diablo: sólo quienes pueden darse el lujo de este espectáculo fúnebre merecen el poder. No hay trueque posible. Los reyes de España le regalan a Dios y al Demonio la imagen de la muerte como un lujo inagotable y devorador. Y al pueblo que construye El Escorial le dicen: Dénnos sus vidas, sus escasos tesoros, sus brazos, sus sueños y su honra para mantener vivo nuestro panteón. Nada puede mellar el poder que se levanta sobre el sinsentido de la muerte, fatal certeza, tiene sentido, y sólo la inmortalidad, improbable ilusión, sería locura. Alberto Gironella sabe todo esto porque estuvo allí y porque escuchó las palabras finales del testamento del Rey Felipe: Mando y ordeno: a mi muerte, díganse treinta mil misas de un golpe en todo el reino: hágase violencia al cielo. Desde el mudo corazón del granito, Gironella arroja una piedra que es, también, un desafío. Quizás ser excéntrico es la manera final de ser céntrico. Perdurar en el origen es una apuesta: que un día la raíz será, no el recuerdo, sino la premonición. Pues cuando lo que España no fue y sólo anunció también se hunde, agotando, en las tumbas de la razón y el progreso, Ƒno podría pensarse que en los subterráneos españoles aquellas formas suspendidas esperan salir a la luz y, con un fantástico salto de cuatro siglos, instalarse entre nosotros con su desesperada esperanza atrofiada en medio de la decadencia de las realizaciones hipertrofiadas del mundo occidental? El regreso a España es un retorno a la semilla de Europa; Alberto Gironella nos invita a seguirle en esta peregrinación desde el centro del solar, ceniza y llama, de su visión mexicana de las civilizaciones en perpetuo diálogo y vibrante metamorfosis.