Pues si de eso se trata, de quitarlo, esa intención no puede asombrar a nadie. La lucha tenaz de muchos por muchos años va encaminada a establecer un sistema en que los votos sean respetados, tanto al ser emitidos como al ser contados, y el PRI, si bien cumplió en sus inicios un papel ordenador de la política caótica anterior a su fundación, ha sido en su larga historia un obstáculo al sufragio efectivo.
La coalición de partidos de oposición no se explicaría si no tuviera precisamente la finalidad de cambiar de raíz el sistema de partido oficial, partido de Estado o como le quieran llamar los estudiosos y politólogos. Lo que sacrifican los opositores, lo que arriesgan, sin embargo, bien vale la pena para que se dé el paso esperado a la democratización nacional.
Para el PAN, el juego en coalición opositora implica renunciar a los acuerdos, más que con el PRI, directamente con el gobierno y que tantos frutos le han dado. Sería rectificar una línea seguida hasta hace muy pocos meses, en que desempeñó el papel de apoyo o puntal que requiere el gobierno para sacar adelante sus proyectos y sus decisiones, desde el respaldo a Salinas en su conversión de la economía nacional al neoliberalismo, hasta el carpetazo al Fobaproa y la aprobación del IPAB, pasando por otras muchas identificaciones y componendas, entre las que destaca la aceptación de la Procuraduría General de República al inicio del actual gobierno.
El PAN, al ingresar a la coalición, está rectificando, y para usar una terminología religiosa, no sólo hace propósito de enmienda, sino que tendrá que mostrar arrepentimiento de sus pecados de colusión con el sistema.
Para el PRD, que nació de alianzas y que ha convocado a ellas frecuentemente, el paso es más natural, y para los partidos más pequeños es una gran oportunidad de contribuir al cambio, de estar cerca de decisiones políticas trascendentales y de consolidarse.
Para todos los participantes será una buena experiencia debatir y buscar acuerdos abiertamente y a la luz pública, y para quienes ya iniciaron el camino, si no marcha atrás, seguramente habrá una sanción social y un costo político grande. Estoy pensando en el PAN, que ya ha estado en esta tesitura.
De lo que no puede haber duda es de la finalidad de esta especie de frente amplio que se está integrando: todos los que en él participen renuncian a la posibilidad de ganar por sí mismos la mayoría del Congreso y la Presidencia de la República a cambio de asegurar un fin compartido que no es otro que derrotar al PRI, esto es, sacarlo del poder y romper así la identificación gobierno-partido.
Sacar al PRI, retirarlo del poder, no significa sin embargo decretar su desaparición; simplemente será reducirlo a su verdadera naturaleza; se le obligará a competir en el futuro en igualdad de condiciones y sin ventajas y esto sin duda será benéfico para el país, pero también para el mismo PRI si sabe aprovechar la oportunidad. Es por esto que no debe causar asombro a personas inteligentes, como sin duda lo es José Antonio González Fernández, el enterarse de que el fin de la coalición es derrotar al PRI. Es lo que ''todos'' quieren.