A la UNAM le será imposible volver al estado de cosas que existía antes del paro. El daño infligido por los paristas y sus simpatizantes a la institución es ya irreversible. Nadie puede tener duda: las autoridades universitarias cometieron un error de apreciación política al decidir actualizar el reglamento de pagos; pero también a nadie puede caber la más mínima duda: el rector de la UNAM no oprimió un botón que puso en marcha algún misterioso mecanismo automático que comenzó a golpear absurdamente a la institución; no, el daño causado a la Universidad es resultado de las decisiones, la voluntad, y los actos deliberados cometidos por los paristas y sus simpatizantes. Un daño que ha continuado a pesar de que el Consejo Universitario retiró su reforma desde el 7 de junio.
El daño es incalculable. El freno a fondo de la investigación universitaria, el decaimiento vertical de los procesos de enseñanza, el deterioro físico de los inmuebles, la pérdida vaya usted a saber de qué cuantía de sus equipos, la pérdida acaso irreparable de documentos e información indispensable; y algo absolutamente invaluable: la imagen de la institución universitaria que se desdibuja y deforma hasta hacerse irreconocible. Una imagen por necesidad asociada al prestigio o al desprestigio de la institución.
En estos malhadados días, un gran número de académicos universitarios cuya obra haría el orgullo de cualquier país, ha sido hundido hasta perderse; sólo queda, visible, el laberinto de una pesadilla sin sentido, y los adolescentes danzantes, desnudos o a medias desnudos, con los rostros y los cuerpos untados con pintura, en la patética alegoría de carnaval de la inconsciencia.
El duelo de la sociedad tendría que ser profundo. Y sin embargo, el tiempo transcurre y el harakiri social continúa tan impertérrito como encarnizado. Todo sigue igual porque la Universidad no puede aceptar que sus normas académicas sean desechadas. Lo único que puede ofrecer es el espacio institucional donde todos los universitarios discutan mil veces esas normas, para ser mejoradas cuanto sea posible, a efecto de que regulen del mejor modo las vías para sostener en ascenso el rigor y la disciplina exigidos por la generación y transmisión de conocimientos, y por la formación de profesionales de todas las disciplinas.
Pero la septicemia avanza. Muchos universitarios saben ya, en estos días ruinosos, de casos concretos de estudiantes, de los mejores, que están emigrando a otras instituciones. Casi cualquier universitario siente ya, en estos días de miseria, que la UNAM perderá acaso a la mayor parte de los mejores estudiantes que este año egresaron del bachillerato, y que, si todo fuera bien académicamente en el futuro, llevará muchos, muchos años recuperar lo que ya ha perdido desde el punto de vista de la calidad de sus alumnos. Pero la inmolación se alarga, muchos miramos impotentes y algunos continúan en el festín lunático.
La UNAM podría remontar ese inmenso quebranto si ahora mismo los responsables de la conducción de la nación, el Congreso en primer lugar, se decidieran a poner al día con el mundo no sólo a su entrañable y antigua institución universitaria, sino a toda la educación nacional. La crisis que vive la nación en esta materia está mas que ejemplificada en las tribulaciones amargas por las que la UNAM atraviesa.
Es hora de empezar. Que los partidos políticos y el gobierno asuman sus responsabilidades. Que los que saben trabajen en el diseño de un sistema educativo realmente a la altura de nuestros retos. Decidamos de una vez que nuestros hijos alcancen la mejor educación del mundo. ƑAlguien puede estar en contra? ƑAlguien va a escatimar recursos para dar a todos los hijos de todos la mejor educación? ƑAlguien propone una mejor manera de invertir los ingresos que todos generamos?
Enterémonos de lo que el mundo está haciendo en esta materia y procedamos a darle alcance en el más breve lapso. Dejemos de repetir enajenados que "no son tiempos políticos" para la reforma educativa de fondo. El tiempo "político" lo hacen las decisiones de los políticos. Exijamos que lo hagan. Probablemente pueden hacer un espacio a la nación en sus cargadas agendas.