Algo más sobre las sirenas (I)

q Alfonso Simón Pelegrí q

Para Víctor Toledo,
poeta y cuate

A un texto apócrifo intitulado De natura sirenarum, del cual es imposible autor el teólogo y naturalista en sus ratos libres Omar de Benajarafe, corresponde la siguiente cita un tanto macarrónica: "In hora de cogere cum naufraguis vident mare de reversa sirenae".

Esta cita, notable siquiera por su verídico pormenor, sirve de referencia a un poeta supuesto, cuyo poema, que pudiera titularse Los motivos del lago, viene terminando con una anécdota en la que se saca a colación el socorrido tema de las mentadas sirenas bajo un prisma meramente erótico, y que sirve de marco al vate en cuestión para que éste se conduela, entre lírica y festivamente (...) "del imposible sexo que humilla a las sirenas/ por más que ellas inventen excusas con los náufragos/ cuando haciendo el amor ven el mar al revés".
Pues bien, lejos de esta episódica frivolidad de pasatiempos y vacile, Juan Durand trae a colación en su libro Ocaso de sirenas nada menos que a don Alfonso Reyes, el cual nos habla de una tradición que arranca de Grecia y Oriente, y en cuya iconografía se representaba a estas míticas criaturas en calidad de monstruos híbridos mezcla esantable de pájaro y mujer, representación que se difunde en la Edad Media hasta la aparición del Liber monstruorum.

Con este manuscrito, debido probablemente al monje Audelinus, se inicia el ciclo iconográfico a culminar en la sirena actual; más adelante, nos refiere el citado Durand, (...) "Tomás de Cantimpré (12700 explota ya esa nueva versión de sirenaspeces en su De natura rerum y recoge, además, una serie de rasgos complementarios en diversas fuentes, sobre los maleficios y costumbres que poseen las sirenas."

Pero todo eso no pasa del terreno del arteficción y de la literatura. No es sino hasta el descubrimiento de América cuando el mismísimo almirante Cristóbal Colón viene a descubrir, cerca de La Española, tres extraños animales cuyo aspecto no concuerda con el de ningún pez conocido. El Almirante, nos refiere Durand, ni corto ni perezoso los identificó con las tradicionales sirenas, sin andarse por las ramas.

Posiblemente, por aquello de parangonar superlativamente todo aquel mundo, en muchos aspectos inédito, Cristóbal Colón -"observador preciso y eficaz", en boca del naturalista Enrique de Rioja- cae en el mismo error en que incurrieron las mayor parte de sus compañeros de expedición al confundir a los manatíes con sirenas.

La Jornada de Oriente, Martes 3 de Agosto de 1999

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