n Guerra sucia informativa entre clanes políticos
Primakov, popular pero sin partido para las elecciones
Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 1o. de agosto n Operado de su dolencia lumbar en una exclusiva clínica suiza, lo que de paso le permitió abrir un paréntesis en su actividad política, Evgueni Primakov se hace de rogar.
Las encuestas lo siguen señalando como puntero en las preferencias electorales, pero el ex primer ministro, destituido a mediados de mayo pasado, no ha hecho pública su decisión de participar en la contienda por el Kremlin o de retirarse de modo definitivo de la política. "No excluyo nada", afirmó a su regreso a esta capital.
El alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, lo dijo sin ambages: "Cualquier coalición electoral quisiera tener a Primakov como aliado". Vueltas que da la vida, o si se prefiere pragmatismo político, pero no hace mucho Luzhkov fue el principal rival de Primakov en la carrera hacia el Kremlin.
El fenómeno de Primakov vuelve a resurgir, más por el silencio que guarda que por lo que pudiera decir en este momento. Emerge, todavía sin partido y sin programa, como personaje central de las próximas elecciones pero, una vez más, es considerado figura de transición, por razones de edad y de salud.
Primakov es consciente de su popularidad y de sus limitaciones.
Por sí mismo, sin una coalición electoral que le brinde la plataforma organizacional indispensable y que no puede construir en tan poco tiempo, Primakov carece de posibilidades reales. Sabe que los medios de comunicación al servicio de otros aspirantes lo harían polvo, sin escatimar recursos y sin tentarse el corazón al emplear tecnologías sucias para desacreditarlo, método cada vez más presente en la lucha electoral en Rusia.
De ahí la importancia, en caso de que Primakov se decida, de establecer las alianzas adecuadas o, dicho de otra forma, de sopesar el precio que tendría que pagar por llegar a la presidencia.
Da la impresión que Primakov procura rebajar en lo posible ese precio y, por ello, no quiere comprometerse con un solo grupo, al que luego tendría que devolver los favores con creces.
Para todo efecto práctico sería igual el de Luzhkov, que insistentemente trata de incorporarlo al proyecto de Otéchestvo (Patria), o la coalición regional Vsiá Rossía (Toda Rusia), de Mintimer Shaimiev, el presidente de Tatarstán, que también sobresale en la búsqueda de un entendimiento con Primakov.
Podría concluirse, entonces, que las dudas de Primakov para aceptar encabezar una opción electoral de cara a la presidencia tienen fundamento.
Así parece. Primakov no quiere ser simple trampolín de nadie y para poder competir por la presidencia tendría que estar en activo como político y ganar un escaño de la Duma, en diciembre próximo.
No sería difícil lograrlo y, al mismo tiempo, podría ser una trampa. Es claro que Primakov corre el riesgo, si la alianza que le abriera las puertas de la Duma carece de una base más amplia, de quedarse en el honroso cargo de presidente de la Cámara baja, mientras es nominado para aspirante a la primera magistratura del país el verdadero líder de la coalición. Para entrarle al juego, Primakov tiene que estar seguro que su liderazgo será indiscutido. Hoy por hoy, no lo está.
Pensar que Luzhkov podría ceder la presidencia a Primakov y esperar otros cuatro años, contentándose con ser primer ministro de Rusia, es no conocer al alcalde de Moscú.
Primakov sí lo conoce y es un hombre con memoria. Dudosamente ha olvidado que las duras críticas de Luzhkov a su gestión económica como jefe de Gobierno --por más piropos coyunturales que ahora le lance-- contribuyeron a su caída al llevar agua al molino de Yeltsin.
De lo anterior se desprende que el futuro político de Primakov depende de un acuerdo previo entre Otéchestvo y Vsiá Rossía, que hasta el momento no ha cuajado por las incontenibles ambiciones personales de Luzhkov y Shaimiev. Las negociaciones continúan, por lo pronto.
No son los únicos que buscan establecer alianzas, por supuesto. Todas las fuerzas políticas interesadas en tener presencia en la próxima legislatura de la Duma están abocadas a lo mismo. Hasta ahora, se ha configurado un solo bloque electoral --de derecha-- con base en tres coaliciones --Pravoe Dielo (Causa Justa), de Boris Nemtsov; Novaya Sila (Fuerza Nueva), de Serguei Kiriyenko, y Golos Rossii (Voz de Rusia), de Konstantin Titov--, que inicialmente iba a incluir a Nash Dom Rossía (Nuestra Casa es Rusia), de Viktor Chernomyrdin.
En el flanco izquierdo del espectro político las cosas no están mejor. Hay mucha confusión, nerviosismo, proyectos encontrados y poca voluntad para articular una gran coalición.
El Partido Comunista, en realidad, no busca nuevos aliados, sino trata que no se desprendan los que ya tiene. Para ello, su líder, Guennadi Ziuganov, anunció con bombo y platillo la intención de crear la coalición Za Pobedu (Por el Triunfo), invitando a participar en ella a "todas las fuerzas sanas del país", sin faltar desde luego el propio Primakov.
Esta iniciativa representa un importante cambio respecto a la táctica original de "ir juntos pero en tres columnas separadas", que el PC proponía como oferta electoral a sus tradicionales aliados, el Partido Agrario, y los grupos radicales de Viktor Anpilov, cada uno con su clientela fija.
Ahora, todo parece indicar que la separación del Partido Agrario y los sectores radicales ya no obedece a consideraciones tácticas. Pesan más las diferencias de fondo, aun al precio de fragmentar el voto de izquierda.
Ziuganov no ha sido capaz de retener ni siquiera a Dujovnoe Nasledie (Legado Espiritual), el centro cerebral de una propuesta socialdemócrata que el PC no ha querido hacer suya, que amenaza con presentarse también por separado o incluso coquetea con la posibilidad de sumarse a Otéchestvo de Luzhkov.
En este contexto de desencuentros, cobra fuerza el enfrentamiento que mantienen el Kremlin y el grupo de Yuri Luzhkov. Los golpes bajos a través de los medios son ya cotidianos y alcanzan niveles de enlodadura recíproca que el analista político Boris Grozovski, en un reciente artículo para el semanario Zerkalo Nidieli, que se edita en ruso en Kiev, define como sicosis maniaco-prelectoral.
La tentación de imponerse es muy grande, pero en el fondo no es sino una lucha de clanes. El actual primer círculo de Yeltsin y el grupo de Luzhkov, aunque tienen intereses económicos propios, son el soporte de un sistema que beneficia a ambos. En Moscú, finalmente, se reproducen a escala local --es decir, más fácil de controlar-- los mismos vicios y abusos que en el ámbito federal.
A todo esto, Ƒy el presidente Boris Yeltsin? Acaba de regresar de vacaciones, acontecimiento que un periódico capitalino no pasó por alto al titular "Yeltsin todavía está vivo".