La ciencia, los cabezones y la UNAM

Juan Fernández Ruiz

Al científico no necesariamente lo caracteriza el ser poseedor de una imagen einsteineana típica, más bien de película hollywoodense. Lo que personalmente he notado en mis amigos científicos (como me he empecinado en hacer carrera científica, por lo menos he procurado tener amigos que hacen ciencia) es que, sin considerar su fisonomía, sus costumbres sociales, sus preferencias políticas o incluso sus gustos gastronómicos, todos tienen una mente muy inquisitiva que de manera constante, independientemente del tiempo o el lugar, está procesando la información problema relacionada con sus tópicos de interés científico. No hace falta decir que también se preocupan por renovar y ampliar su conocimiento general del área o la disciplina que les atañe.

cabezones Con el afán de seguir el ejemplo de mis colegas, yo también me dedico a actualizar mi conocimiento científico, aun cuando la UNAM esté atorada en un conflicto de gran magnitud. Gracias a uno de los sistemas de globalización de la información, busqué en Internet estudios relacionados con diversos análisis volumétricos en el cerebro. Fue así como me topé con el índice del volumen 53 de la revista Neurology, publicada por la American Academy of Neurology. De ese volumen pude rescatar información que me ha hecho reflexionar sobre varios aspectos, tanto personales como académicos e incluso científicos en general.

Primero, nuestra producción científica es escasa (el hilo negro del presente artículo). En el volumen en cuestión de Neurology, se destaca que 85 por ciento de todos los artículos publicados en esa revista provienen de 10 países, incluido España en noveno lugar, y el restante 15 por ciento de otras naciones (incluida, supongo, la nuestra). Este dato es incómodo, y como tal será justificado con el típico "es una revista extranjera que publica ciencia ajena a nuestra identidad nacional...".

En el mismo volumen, Antonio Culebras se enorgullece al decir que al congreso de la American Academy of Neurology cada vez asisten más ponentes de diferentes partes del mundo, y comienza su comentario con la cita siguiente: "There is no national science just as there is no national multiplication table; what is national is no longer science (No hay ciencia nacional, así como no hay una tabla nacional de multiplicación; lo que es nacional ya no es ciencia)": Anton Chéjov.

Después de reflexionar sobre dichas líneas, seguí inspeccionando el índice de la revista. Me encontré un par de artículos que llamaron mi atención, en los cuales se discutía sobre la posible relación entre el tamaño cerebral y el grado de inteligencia y educación del ser humano. Es decir, que existe la posibilidad de que a mayor número de años de estudio, el cerebro se conserve mejor y evite la reducción de tamaño concomitante al avance de la edad.

Una buena noticia para mis amigos científicos pues, como se supone que ejercitan su cerebro todo el tiempo, ello querrá decir que su cerebro estará más grande en proporción a aquellos que no lo ejerciten. Pero el artículo que más llamó mi atención y me impulsó a escribir fue uno que se traduce como "La cabeza pequeña está relacionada con bajas calificaciones en el examen mental simplificado, en una comunidad muestreada de adultos ancianos no dementes". Dicho de otra manera, a mayor tamaño de cabeza, mejor estado mental.

šEsa sí que es noticia! Y además podría tener aplicaciones inmediatas: aunado a los otros dos artículos, nos podría ayudar a desatorar el conflicto en la UNAM; es decir, Ƒno sería una posible predicción que la solución al conflicto saliera de las mentes más preparadas? šPues vamos midiendo cabezas! La balanza para solucionar el problema se deberá inclinar entonces del lado del grupo cuyos representantes sean más cabezones. Por lo pronto, ya fui por mi cinta métrica, por si no paso los criterios de excelencia tener una herramienta para apelar contra la decisión. Ahora sólo tengo que ir a medir las cabezas de los profesores e investigadores eméritos de nuestra universidad, con la esperanza de que yo sea más cabezón que ellos (ahora que ya tenemos un método confiable para caracterizar a las mentes brillantes).

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