ƑCirco, maroma o teatro en nuestro consejo?

Abraham de Alba Avila

Me refiero al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), lo de nuestro es porque se supone que es de México, aunque por el tema de que me ocupo ya lo dudo. Me encuentro en provincia, y por ende me cobija un sistema regional, no digo cuál no para proteger al culpable, sino para que no se piense que es algo personal. Una particularidad del sistema regional es su supuesta aplicabilidad, que fomenta y hasta obliga el apoyo de fondos concurrentes de los supuestos beneficiarios de la tecnología desarrollada en la investigación. Para no hacer este cuento más largo, me sorprendió que dentro de esa modalidad se fomente la organización de simposios estatales; a eso me refiero con lo de circo.

El objetivo es sano y parecería que hasta inofensivo, es decir, se trata de romper la barrera de misticismo que envuelve a la ciencia y acercar a los jugadores a sus clientes, de alguna forma. Esto, en la práctica, se convierte en un desperdicio (al menos en lo que concierne a la ciencia) de recursos, y a fin de cuentas no cumple su objetivo.

La razón es obvia, en ciencias biológicas, que es en lo que estoy metido, ya nos conocemos todos en el estado, ya no nos podemos engañar; sabemos la calidad de la investigación de cada quien y en realidad somos tan presuntuosos que no logramos aprender de nuestros coterráneos.

Respecto a la necesidad de exponer nuestro trabajo ante la sociedad, ojalá hubiera alguien interesado (el porqué de ello es harina de otro costal). Y aunque la crítica es siempre sana, desafortunadamente para la provincia está ausente en la mayoría de los casos, sea porque se toma como algo personal o porque de plano no existió esa formación (sólo la he visto entre los colegas de la UNAM, pero no descarto que exista en otra parte).

Total, se hace el circo, y en cada ponencia hay tres gatos; de esos, muchas veces uno es el que va ha exponer después, porque el de antes ya se fue.

Por si fuera poco, ahora me encuentro con que al Conacyt (Convocatoria 1999) le implantaron el mismo sistema, un club de los agraciados por el sistema, amén de lo presuntuoso que es todo subgrupo, casi rayando en racismo (Ƒexiste en las ciencias?), los que no tenemos apoyo del Conacyt supongo que no merecemos presentar nuestros trabajos en ese foro, y aun me pregunto si seremos acreedores a una invitación, previo pago, por supuesto.

conacyt Como de seguro ya lo adivinó el amable lector, lo más grave es que eso nulifica las reuniones o congresos de sociedades científicas, llámense de botánica (de las más antiguas), fitomejoramiento (de las más pobladas) o ciencias del suelo, en los que sí se hace un examen encarnecido de lo que se presenta, sí se respeta a quien lo merece y sí se estimula la presentación de jóvenes.

Encima del escarnio que se soporta por el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), al no reconocer ese trabajo, veo con tristeza que esa imposición no es por consenso de investigadores consultados en algún foro (de esos que publican la convocatoria un día antes de su inauguración, que por supuesto se hace en el DF); no sé si la Academia Mexicana de Ciencias fue consultada, pero no es ningún secreto que gran parte del dinero ųsi no es que todoų que utiliza el Conacyt para sus convocatorias viene del Banco Mundial. šZas! Hasta que hice la conexión. Este es uno de esos trueques tan desafortunados en la electricidad y en las cuotas de la UNAM: el dinero realmente no viene gratis. Aquí es donde pienso en el teatro: el teatro del absurdo.

 

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