La Jornada Semanal, 1 de agosto de 1999
La lectura del primer libro de Evelyn Waugh, Rossetti (1926), hace que uno vaya a la obra de aquel buen pintor y mejor poeta victoriano, y ese es el objetivo que debe perseguir una biografía así. La idea de Waugh acerca de los libros de ese género es singular:
A través de la obra de Waugh predomina la sátira, género de combate en la defensa de valores contra las agresiones y la decadencia de la época. Una definición simple de esa forma artística dice que se emplea para mostrar lo ridículo del vicio o de la locura, con el fin de exponerlos o desacreditarlos. Waugh no parece esperanzado en cambiar el mundo, pero se complace en mostrarlo y cierra su idea del género biográfico con esa actitud:
Es un modo de expresarse acerca de la inmortalidad de un artista, o de la fusión de lo poético y lo histórico. Y el problema de la inmortalidad de un creador -en palabras de Borges- es más bien dramático: ``las equivocaciones no dañan. Persiste el hombre total o desaparece''.
Waugh retrata la asombrosa belleza de la mujer de Rossetti, Elizabeth (Lizzie) Siddal; habla de su modo de hacer que las gentes guardaran una distancia respetuosa: ``ella tenía ese hábito que a menudo se encuentra en personas refinadas que han crecido en ambientes poco refinados''.
Nosotros podemos encontrar la hermosa imagen de Lizzie en muchas obras de los prerrafaelistas. Ella es la trágica figura que flota en el arroyo, de la pintura Ophelia, de Millais. Es Beata Beatrix, del propio Rossetti, con esa paloma aureolada que deposita una amapola en el regazo de una bella mujer en éxtasis, y hace decir a Waugh: ``Tal vez la más pura, devota y emotiva obra del arte europeo, desde la caída del imperio bizantino.''
Waugh refiere que Lizzie estaba autorizada a tomar dosis de opio para mitigar su tuberculosis; que Rossetti no estaba a su lado cuando ella murió al ingerir una dosis letal. Esa noche, él seguía la ronda de una típica aventura sexual victoriana; es decir, con prostitutas. Y vino el arrepentimiento del poeta: enterró con ella el cuaderno original de los poemas que le dedicó. Pero más tarde, aconsejado por los amigos, desenterró los poemas y los publicó. Waugh señala ese hecho como la ``violación de un acto sacramental, por vanidad'', y niega que Rossetti haya tenido una fe verdadera. Pero su obra hace pensar que al menos tenía fe poética; esa voluntaria suspensión de la incredulidad de que habló Coleridge.
Dante Gabriel Rossetti (1828-1882) no ha desaparecido; ahí están sus versos -bastaría ``I had been here before''- y su pintura. Ahora debemos preguntarnos si ha desaparecido Waugh.
Entre el éxito inmediato que obtuvo a los veinticinco años con su primera novela, Decadencia y caída (1928), y su muerte en 1966, publicó unas quince novelas, cuentos, libros de viaje, un volumen autobiográfico y bastante periodismo.
Su amigo Christopher Sykes escribió una biografía de Waugh. Ahí anota que en el mes de mayo de 1938, Clive Pearson -nombre asociado al progreso en el porfiriato-, representante de extensas propiedades inglesas de ferrocarriles y petróleo en México y Centroamérica, solicitó a Waugh que viajara a nuestro país para escribir un libro. No se trataba de un viaje de prospección. La compañía inglesa El Aguila era propietaria de casi el 60% del petróleo mexicano, y el gobierno del general Lázaro Cárdenas había expropiado todas las compañías petroleras extranjeras debido a los enormes abusos comprobados. El propósito de Pearson era contrarrestar a la prensa británica de izquierda, que aplaudía a Cárdenas.
En agosto de aquel año, Waugh llegó a la Ciudad de México acompañado de su segunda esposa (había conseguido que el Vaticano anulara su primer matrimonio). Durante su estancia, de casi dos meses, realizó paseos turísticos por Cuernavaca, Taxco, Puebla, Oaxaca, y regresó a Inglaterra vía Nueva York. Todos sus gastos fueron pagados por Pearson.
Waugh dio a su libro el título de Gobierno carterista: La lección mexicana objetiva. Pero al propio Pearson le pareció más apropiado llamarlo Robbery Under Law (robo legal). Así se publicó en la primavera de 1939 pero fue un fracaso, porque en ese momento los ingleses tenían la vista atenta a los movimientos de guerra de Hitler.
Waugh llegó al extremo de señalar que las compañías petroleras eran los de abajo (the underdog). Para nuestro asombro, Sykes descarta los motivos mercenarios; considera que Waugh nunca expresó sus preferencias y convicciones con tanta claridad como en ese libro. Tal vez haya algo de eso porque en 1962, cuatro años antes de morir, Waugh señaló: ``Un artista debe ser reaccionario. Tiene que oponerse al tenor de la época, y no dejarse caer: debe presentar cierta resistencia.''
En términos actuales, Waugh podría ser visto como un fundamentalista; en 1938 las cenizas del conflicto religioso en México aún estaban calientes y Waugh prestó atención a eso también. Según anota Selden Rodman en su Mexican Journal, el escritor conoció aquí a un mexicano que le dijo: ``En vez de suponer que el clero secular está haciendo buenas obras y se le persigue injustamente, ¿por qué no alquila un coche y va y habla con el indio común que verdaderamente ama a Dios y a los santos y a su propia iglesia, pero odia con todo el corazón y toda el alma a los avariciosos sacerdotes? Pero no lo hará... porque la verdad nublaría su dogma.''
No lo hizo. Sin embargo, su muy autobiográfico personaje, Charles Ryder, dice todo lo contrario en la novela Regreso a Brideshead (1945). El dice que para realizar su trabajo en México (como pintor), tuvo que recorrer ciudades sin caminos de acceso y mausoleos donde una familia de indios se abrigaba de la lluvia tiritando de fiebre. Que en condiciones de trabajo muy duras, a veces enfermo y en ocasiones arriesgando su seguridad, realizó sus primeros dibujos. Ryder parece describir las jornadas y vicisitudes de Graham Greene cuando visitó este país, comisionado por sus editores, unos meses antes que Waugh.
Ellos dos fueron compañeros de escuela en Oxford, y más tarde amigos muy cercanos; ambos se convirtieron al catolicismo y escribieron libros de viajes (Waugh publicó otros sobre Etiopía y Brasil). Es imposible hablar de Waugh en México sin contrastarlo con Greene. Pero debe ser precisamente eso, un contraste, porque fue entre los indios donde Greene se sintió bien; le hicieron pensar en los aborígenes de Inglaterra: la izquierda de entonces no enfocaba las cosas así. En cambio Waugh, para quien no había mayor valor que los ``aborígenes católicos ingleses, la vieja fe'', nunca pensó en el paralelismo. El hecho es que los libros de Greene sobre México se siguen editando pero el libro de Waugh no -salvo una reedición hecha recientemente por Conaculta.
Más tarde, Waugh consideró su libro como insatisfactorio, incluso vergonzoso, y lo excluyó de la edición completa de sus libros de viajes, When the Going Was Good (1946). En esa edición señaló: ``Hubo un quinto libro de viajes acerca de México, Robbery Under Law, que me complace dejar en el olvido, porque trataba poco de viaje y mucho de cuestiones políticas.'' Allí había depositado sus convicciones, con gran amplitud, sin detenerse a considerar en qué las aplicaba:
Todos los especialistas en la historia de México, ingleses incluidos, saben que la expropiación petrolera y el régimen de Lázaro Cárdenas no constituyen ninguna decadencia, sino uno de los acontecimientos más benéficos para el país y su mejor etapa en esteÊsiglo.
Para encontrar matices, hoy no podríamos decir que Waugh fuese lo peor. ¿Cuántos mexicanos conocemos que sostendrían posturas similares? Al menos él trabajaba para su propio país.
Greene consideró el libro de Waugh sobre México simplemente malo. Pero en otra ocasión dijo:
Pudiera ser que Greene y Waugh sí fueran afines en último término, como lo es un trozo de película negativa a una positiva. Waugh sería el negativo, pero es un gran escritor, y ha tenido muchos admiradores notables, como Jorge Luis Borges, quien encuentra divertidísimos los libros Decadencia y caída y Cuerpos viles (1930); los halla conformes al canon de la picaresca: ``su héroe suele no ser un pícaro, sino un joven candoroso y apasionado que el azar arroja entre pícaros y que acaba por habituarse (con inocencia) a las prácticas de la infamia''.
En la obra de Waugh circulan miembros de la aristocracia inglesa, que conocía bien; nunca ocultó su disgusto por la modernidad. En Decadencia y caída se reía de un grupo llamado ``Jóvenes brillantes'', y él era uno de ellos. Dijo que se asociaba al tiempo en que fue despedido como maestro de escuela, por borracho. Acostumbró hacer de las víctimas sus personajes principales, y consideraría al adulterio como una de las ofensas más graves, que no respeta ni los tiempos de guerra, y que él mismo padeció en su primer matrimonio. Pero nunca exhibe gazmoñería sexual.
En 1939 se alistó en la infantería de marina con grado de oficial y formó parte de las unidades de comandos. Peleó en Africa Occidental, el Mediterráneo y Yugoslavia. Un militar de alto grado expresó que Waugh y el hijo de Winston Churchill (Randolph) eran los dos oficiales más valientes que había tenido, pero no aptos para el mando de tropa en combate, porque al momento de la acción habrían sido asesinados por sus propios hombres, que los odiaban. Era a causa del esnobismo de Waugh; su actitud ante la posición social: como siempre, los soldados provenían de las clases trabajadoras.
Una ocasión en que lo entrevistaba un admirador de sus libros, Waugh desplegó ráfagas de sarcasmo e ironía, hasta hacer llorar a su interlocutor. Entonces, la amiga que había concertado la entrevista, reclamó: ``¿Cómo podía ser?'', dijo ella, ``que fuera católico y a la vez tan ofensivo.'' ``No tienes idea'', dijo Waugh, ``qué tanto más desagradable sería si no fuera católico. Sin ayuda sobrenatural, difícilmente sería humano.''
Fue desmovilizado en 1945 y regresó a Inglaterra, indignado por el apoyo de Churchill al mariscal Tito, en detrimento de los católicos de Croacia, con los que Waugh tuvo gran acercamiento. Buscó interceder por ellos e hizo un reporte al Foreign Office, se entrevistó con el Papa, incluso trató de volver a Dubrovnik como cónsul, pero no logró nada.
Waugh consideró Regreso a Brideshead su mejor novela. Ahí se propuso un vasto tema: ``la acción de la gracia de Dios en un grupo de personajes diversos pero relacionados''. La trama culmina cuando Julia, personaje femenino principal, renuncia a romper su matrimonio -y con ello al amor de Ryder- porque eso la alejaría de Dios. También es la historia de una vieja mansión campestre donde irrumpe la guerra.
Igual que en otros de sus libros, no centra su interés en la psicología, en la creación de personajes, sino en explotar la riquezaÊdel género, y en el estilo; en el uso del lenguaje y el desarrollo del drama. En Regreso a Brideshead le guiaba un sentimiento romántico por las familias inglesas de terratenientes católicos, en minoría y marginados desde el reinado de Isabel I hasta el de Victoria. Unas pocas familias excluidas de todo ascenso o recompensa sin que importaran sus méritos: ``Eran los aborígenes, alimañas a las que se puede rematar por derecho de ley cuando hace falta, a fin de que las cosas sigan siendo seguras para el viajante de comercio...''
La ordalía de Gilbert Pinfold (1957) se basa en un tiempo en que el autor perdió la lucidez temporalmente y vivió en estado paranoico. Waugh realizó su autorretrato con gran valentía: ``No había hecho nuevos amigos en los últimos años, algunas veces creyó detectar una cierta frialdad entre sus viejos camaradas. Siempre era él, le parecía, quien proponía un encuentro, siempre eran ellos los primeros que se levantaban para partir.'' Pero en ese libro reflejó también las cualidades que apreciaron los que lo conocían: valor físico, generosidad privada, lealtad a los amigos.
En sus últimos años estaba profundamente melancólico. Al igual que Rossetti, consumía alcohol, bromuro y cloral. Murió en su casa, rodeado de su familia y con un sacerdote.
Una línea suya dice así: ``Conocer y amar a otro ser humano, así sea sólo uno, es la raíz de toda sabiduría.''