Masiosare, domingo 1 de agosto de 1999



Paraguay
una victoria juvenil


José Steinsleger


El miedo que sembraron en la sociedad paraguaya 35 años de terror ya es cosa del pasado. El marzo de 1999 marcó el hito. Con el ejército derrotado en las calles y los partidos políticos borrados del mapa, la ciudadanía, compuesta mayoritariamente por jóvenes, asumió el rol protagónico. A diez años del fin de la dictadura la juventud está dispuesta a acabar con los huevos de la serpiente criada por Stroessner y recuperar la significación de Paraguay en la vida de Latinoamérica



Asunción. Si el propósito es llegar por tierra, el viajero puede hacerlo desde Posadas, en la provincia argentina de Misiones, o por la ``triple frontera'', donde confluyen Ciudad del Este (Paraguay), Iguazú (Argentina) y Foz (Brasil). Ingreso a Paraguay a pie, cruzando el pequeño puente que une puerto Falcón y Clorinda, en la provincia argentina de Formosa.

Con suavidad, repico el vidrio de la oficina de inmigración. Paciencia. Absortos, los agentes toman mate y miran futbol por televisión. Al fin, un oficial con ojos de centurión caído en desgracia y una boca que más bien parece ratonera me extiende un papelito de risa. Ahora sí, puedo internarme en la densa niebla tropical de este país históricamente consumido por el miedo y la impunidad.

¿Qué sabíamos de Paraguay? Los ecos de su historia suenan a fantasía: las misiones de los jesuitas, que Voltaire satiriza en Cándido y Robert de Niro se toma en serio en La Misión; los alzamientos comuneros que alumbran la independencia americana en el siglo xvii; el enigmático doctor Francia que Roa Bastos retrata en Yo el supremo; los goles de arco a arco del portero ChilavertÉ

Paraguay: tierra ``exótica'', invento de cartógrafos, tema de novelistas, utopía de anarquistas, paraíso de sectas, refugio de terroristas. El país que el cuñado de Nietzsche elige para fundar Nueva Germania; colonia de alemanes ``sin judíos'', donde vivió Joseph Mengele, el ángel de la muerte de Auschwitz, y murió Martín Bormann, el segundo de Hitler. El país donde las viudas de los nazis cobran pensiones del Estado.

La dictadura de Alfredo Stroessner -la primera de la Guerra Fría en llegar, anteúltima en partir- dejó una herencia ominosa (1954-89). Y la más evidente parece haber sido el esquema de corrupción institucional que ubica a Paraguay en el segundo lugar entre las naciones más sobornables del mundo.

Un jesuita muy activo en la reciente crisis política me dijo en Asunción: ``Si por obra del milagro la corrupción desapareciese en este momento, 50% del país se hundiría. Habría que fundarlo de nuevo''.

Símbolo indiscutido de la calamidad sería la cloaca urbana llamada Ciudad del Este, ubicada en la ``triple frontera''. Allí, donde el único monumento existente recuerda a Chiang-Kai-Shek, mafias de Líbano y de Taiwán asociadas con grupos de políticos, banqueros y militares de la subregión, glorifican la economía ``libre'', ofreciendo un variado menú de mercaderías: drogas, mujeres, sangre, armas, niñosÉ

El tráfico anual de mercaderías de Ciudad del Este, cuartel de la economía negra más importante del cono sur, duplica el producto bruto interno del Paraguay. Flagelo que a más de boicotear los andamios de una democracia en pañales, convierte al discurso integracionista del Mercosur en puro papel picado.

Apuntes en la plaza

Asunción muestra un perfil similar al de algunas ciudades de Centroamérica. Por momentos se parece a Tegucigalpa, por momentos a la Managua que destruyó el terremoto de 1972.

Con 800 mil habitantes, sus calles narran la suerte de lo civil: cuatro llevan nombre de ``profesor'', 105 evocan a generales, capitanes y tenientes que pelearon en distintas guerras. La única en trascender fue la del generalísimo Francisco Franco, donde en 1980 un comando guerrillero acribilló al general nicaragüense Anastasio Somoza, sin calle que lo recuerde.

Mi hotel hace esquina con Independencia Nacional. En las habitaciones, las cajitas de cerillos rezan ``Assunción (por Assuncao, con doble ese)... contém 20 palitos'', en portugués. Pero desde temprano empiezan las transmisiones en guaraní de radio Name nc'heme, lengua indígena reconocida en la Constitución de 1992 y que todos los paraguayos hablan sin rubor.

Mudo testigo de acontecimientos históricos, el parque de la Constitución mira a la bahía del río Paraguay. A un costado, la Catedral y la Universidad Católica. De espaldas al río, el pequeño recinto del Congreso Nacional, de corte neoclásico, desafía a los edificios que tiene enfrente: la comandancia general de policía y la sede de la agrupación motorizada.

Viendo el cuartel trato de imaginar a quienes durante 35 años fueron allí torturados por los verdugos que asesoraba la CIA mientras Edgar Ynsfrán, uno de los ministros de Stroessner, declaraba que quienes no anduviesen con la Biblia entre las manos no quedaba más que matarlos. Y trato de verme a mí mismo hace años, parado sobre un pozo enrejado de una calle de Encarnación, de donde salían unos dedos que sigilosamente desataban mis zapatos. Eran presos de una comisaría aledaña, quienes con señas y en silencio pedían cigarrillos.

En el centro del parque, carpas de universitarios en huelga rodean el busto de Bolívar. En los flancos desnudos de una pirámide de cemento hay fechas: 15 de agosto de 1537, fundación de Asunción; 14 de mayo de 1811, primer grito de libertad; 25 de diciembre de 1842, jura de la independencia nacional. Y en los muros, graffitis que incendian la historia reciente: ``La paz es el camino'', ``Patria Libre'', ``Oviedo asesino'', ``Tragasables puto''.

¿Qué cuentan las pintas? Cercana a la banca donde tomo estos apuntes encuentro respuesta. Esas cruces clavadas en montículos de tierra, con las fotografías de los caídos en marzo pasado, cuando armados de palos y de piedras, jóvenes con mucho pecho en el corazón recuperaron el protagonismo soterrado en 188 años de vida independiente. Jóvenes que retomando el mito de Cerro Corá se abrieron la camisa, frenaron tanques, persiguieron francotiradores, disiparon el miedo y apostaron por una nueva esperanza nacional.

Genocidio ``civilizador''

Cerro Corá, febrero de 1870. La declaración de guerra del general argentino Bartolomé Mitre fue terminante: si los paraguayos se negaban a deponer al mariscal Francisco Solano López, la guerra seguiría ``hasta la exterminación'' (1865).

¿Quién fue Solano López? La prensa argentina y el imperio esclavista de Brasil lo llamaron ``Atila de América hundido en el fango de sus crímenes'', ``boa maldita'', ``indio bruto y cretino'', ``manzana podrida que podía contaminar a las demás''É No obstante, las mejores plumas del río de la Plata calificaron a esta contienda de ``gratuita y poco honorable''.

Reacio a que Inglaterra condujese la división internacional del trabajo, Solano López ordenó que Paraguay siguiese fabricando acero, telégrafos, cañones, altos hornos, barcos y ferrocarriles, sin empréstitos ni injerencias foráneas.

``Paraguayos, ¡República o muerte!.../ Contra el mundo, si el mundo se opone...'', según los versos del himno nacional.

Sometidos a una guerra desigual, los paraguayos derramaron toda su sangre. Niños de diez y doce años integraron los últimos batallones de soldados. En los primeros días de 1870 los aliados ocuparon Asunción, a la que encontraron desierta. El saqueo incluyó iglesias, tumbas y embajadas. Durante varios días, en medio de la gritería, nada escapó a la rapiña de la soldadesca: vírgenes, mobiliarios de París, platerías, pianos, obras de arte.

Solano López murió luchando en Cerro Corá. Junto a él cayeron sus hijos de 18 y 11 años, defendiendo la carroza en la que buscaron refugio sus hermanas y su madre, la mítica Madame Lynch. El invasor se ensañó con el cadáver del héroe. Un oficial le cortó una oreja, otro le arrancó un dedo y uno más le reventó la boca con el fusil para arrancarle sus dientes. Con una lanza, Madame Lynch cavó la sepultura y enterró los cadáveres mutilados.

De 550 mil paraguayos sobrevivieron 14 mil varones y 209 mil mujeres. El botín de guerra fue transportado a Buenos Aires y distribuido entre los gobiernos de Brasil, Argentina y Uruguay, conforme a las estipulaciones de la triple alianza.

Lenin, que había llamado a la anglo-boer ``primera guerra del imperialismo'' (Sudáfrica, 1898-1902), pasó por alto la del Paraguay (1865-70), financiada por el Banco de Londres. Pero si en Sudáfrica los ingleses habían aceptado la indemnización a los granjeros boers a cambio de sus minas de oro y de diamantes, en Paraguay ignoró a los sobrevivientes del genocidio.

Para la historia ``universal'' ser mestizo boer no era lo mismo que ser mestizo guaraní. La historiografía liberal negó la singularidad de una opción económica que desmentía la doctrina de Adam Smith y, deliberadamente, olvidó el mayor conflicto bélico de la historia latinoamericana.

La era de Stroessner

En 1887 nacen los ``partidos históricos'': el Colorado (nacionalista conservador, adoctrinado por Brasil) y el Liberal, de impronta argentina.

Entre 1900 y 1954 Paraguay tiene 34 presidentes. Once duran menos de un año en el poder.

La guerra con Bolivia (1932-35), manipulada por las petroleras Royal Dutch Company y Shell, deja 30 mil muertos. En medio de la guerra se funda el partido comunista (1933) y en febrero de 1936 estalla una insurrección de oficiales nacionalistas, origen del partido ``febrerista''.

De 1936 a 1989, Paraguay goza de seis meses de libertades públicas (1946). Pero al año siguiente estalla un movimiento revolucionario que ocasiona la Guerra Civil en la que vencen los colorados. En 1954, el Partido Colorado sella con las fuerzas armadas un pacto que en el mapa dictatorial del continente le daría singularidad al régimen del general Alfredo Stroessner.

Con Stroessner llegan los grandes ``manguruyuses'' (delincuentes) del contrabando y el narcotráfico. El autócrata se hace relegir ocho veces consecutivas por un partido que llega a tener un millón de afiliados en un país de 4 millones de habitantes.

Paraguay queda cautivo del silencio, del aislamiento, del miedo y de la geopolítica de Estados Unidos en el cono sur. El Partido Colorado se convierte en partido-Estado, bolsa de trabajo y base del poder dictatorial. Hacia 1959-60 surgen otras agrupaciones: el Movimiento Popular Colorado (Mopoco), el Liberal Radical Auténtico (PLRA), duramente reprimidos.

La represión estronista fue muy selectiva. Al dictador le resultaba más fácil cooptar a una población inmersa en la ignorancia y en la incultura y escarmentar con mano dura a los remisos. A mediados de 1970, Asunción se convierte en sede de la operación Cóndor, piedra angular de la doctrina de seguridad nacional y del terrorismo de estado en América Latina.

Por fin, en la cálida noche del 2 de febrero de 1989, un golpe palaciego apoyado por Washington acaba con Stroessner. El coronel Lino Oviedo, miembro de la secta Moon, llamado por sus compañeros de armas Jinete bonsai por su corta estatura, encabeza la operación. El dictador es detenido y embarcado en avión rumbo a Brasil.

¿Cuándo se tomó la decisión de derrocar a Stroessner? El general Andrés Rodríguez, jefe del ejército, comentó en varias ocasiones: ``ÉCuando en una de las sesiones del comando en jefe le hablamos y se durmió''.

Consuegro del dictador, socio de la mafia china, apodado Caballo fuerte en el mundillo del narcotráfico, el general Andrés Rodríguez se hace cargo del gobierno. Poco después, al frente de los colorados, gana la presidencia con 75% de los votos.

Wasmosy y las correrías

del Jinete bonsai

En 1992, el Congreso paraguayo promulga una nueva constitución que reconoce libertad sindical, derecho de huelga, libertad de prensa, de reunión y de manifestación. Pero en 1993 Oviedo irrumpe con decisión en el escenario político. En las elecciones internas del partido frustra las aspiraciones del estronista Luis María Argaña a la presidencia. Y en su lugar pone al empresario Juan Carlos Wasmosy.

Cabeza visible del nuevo poder dominante, Wasmosy formaba parte de los ``barones de Itaipú'', empresarios enriquecidos durante la construcción de la presa hidroeléctrica de Itaipú. Primer presidente civil elegido libremente desde 1811, Wasmosy gana las elecciones con 40% de los votos. Lino Oviedo asciende a general y es designado jefe del ejército.

Vigilante del proceso, Estados Unidos estimula las pugnas entre Wasmosy y Oviedo. Diferencias que, según la DEA, surgían de la negativa del presidente a seguir lavando dinero del narcotráfico en sus empresas.

Jactándose de su ``heroica'' participación en la destitución de Stroessner, Oviedo se atrinchera en las bases del Partido Colorado. Pero a más de rodearse de los sectores más atrasados y agresivos del estronismo Oviedo, propone un programa agrario anacrónico y hostil al Mercosur.

Jefe del aparato de inteligencia de Stroessner y del general Rodríguez, el Jinete bonsai desborda cuantas veces quiso la investidura presidencial. Su poder, inmenso, se apoya en un aparato político aceitado con militares que incurrían en actividades de franca orientación conspirativa.

En tal contexto tiene lugar la primera huelga general en 35 años. Los sindicatos cuestionan el modelo privatizador que implica la unión del país al Mercosur (1994). Pero sus dirigentes, condicionados por un proletariado cuyo 60% no tiene concluido el tercer grado de enseñanza primaria, se debaten en posiciones de extrema derecha y derecha moderada.

En la cúpula del partido dominan dos corrientes que no se pueden ver: la de Argaña, estronista histórico, y la de Wasmosy, estronista modernizador. Ambas tendencias son vencidos por las bases de Oviedo, estronista con proyecto propio que en las paradas militares cautivaba al público disfrazado de Julio César en un carro tirado por caballos.

El 22 de abril de 1996, presionado por los sectores democráticos, el presidente Wasmosy ordena la destitución del militar. Oviedo desconoce la disposición y advierte que en Paraguay correrán ``ríos de sangre''. Esa noche, Wasmosy duerme en la embajada de Estados Unidos.

Acobardado, el presidente ofrece al golpista una salida política: el Ministerio de Defensa a cambio de la jefatura del ejército. Oviedo acepta y, para sorpresa de todos, ambos dirigentes se confunden en un abrazo.

Cubas: gobierno bicéfalo y siamés

Poco después, Wasmosy anula el nombramiento y encauza judicialmente al golpista. Pero en junio del mismo año, antes de entregarse a una unidad especial por el alzamiento de abril, Oviedo acusa al presidente de ``inepto, corrupto y cobarde''.

Oviedo cumplió 30 días de arresto y se transforma en la pesadilla de Argaña y Wasmosy. Al recobrar la libertad, ya es líder de una facción partidaria. En las elecciones internas del partido (1997), Oviedo consigue imponer a Raúl Cubas, su socio y candidato y Argaña es derrotado por segunda vez.

La Corte Suprema de Justicia, una de las pocas que en América Latina responden moralmente a la función, decide cerrar el paso al golpista. Oviedo pasa a la clandestinidad y Wasmosy forma un Tribunal Militar para juzgarlo. El golpista se entrega en diciembre de 1997, cuando el Tribunal resuelve dictar una condena de diez años de prisión, quedando inhabilitado para la presidencia.

Con la autoestima del electorado a ras del suelo, los oviedistas fomentan la idea de que la democracia no es el mejor de los sistemas políticos conocidos. Que Stroessner aún es popular y los demócratas menos. En mayo de 1998, la presidencia y vicepresidencia del Paraguay queda en manos de dos enemigos acérrimos: Cubas y Argaña.

Liderado por los herederos del estronismo y en alianza con otros partidos más progresistas, el gobierno de Cubas adquiere legitimidad política. Pero los argañistas, dueños del Congreso, apenas pueden contener sus diferencias con los oviedistas, que exigen la liberación de su líder. Así, a los tres días de asumir la presidencia, Cubas pone en libertad a Oviedo.

A estas alturas, si el presidente Wasmosy es visto como un gobernante sin fe en el pueblo, el gobierno de Cubas aparece como siamés y bicéfalo: pegado a Oviedo, dependiente de su poder.

Condicionado a una estrategia sectaria, sin escrúpulos para reconocer que Oviedo es quien tiene el poder, Cubas permite al golpista la violación de la legalidad interna, desobedeciendo la sentencia de la corte y abriendo las puertas para su destitución.

La Corte anula por inconstitucional la liberación de Oviedo y ordena su regreso a prisión. Pero entonces, el 10 de diciembre de 1998, ante 15 mil personas reunidas, Oviedo dice que aquellos que no están con su línea deben ser enterrados vivos.

En el linódromo, sitio de recreo de los militares, Lino Oviedo reúne a mil 500 personas. Sin temor al ridículo, ingrediente básico de una sociedad tan conservadora como la paraguaya, Oviedo lanza sus arengas disfrazado con capa y corona, en representación de la secta ``Pueblo de Dios''.

Todos a la plaza

En febrero de 1999, la Corte emplaza al presidente Cubas, dándole tres días para que cumpla con la orden de detener a Oviedo. Cubas responde que el presidente constitucional no se subordina al presidente de la Corte. El estado de derecho se rompe.

El 14 de marzo, una convención del Partido Colorado acaba con oviedistas y argañistas enfrentados en batalla campal, con lluvia de golpes, sillas voladoras y resoluciones distintas. En tanto, la Cámara de Diputados empieza el juicio al presidente por mal desempeño de sus funciones y falta de respeto a la Constitución.

Los polos del enfrentamiento son: por un lado, oviedistas y cubistas; por el otro, el Congreso con mayoría opositora, apoyado por el poder judicial. Argañistas y wasmosystas se manifiestan en favor del juicio político a Cubas, quien cuenta con el apoyo irrestricto del Ejército, controlado por los oviedistas.

El martes 23 de marzo, la Cámara de Diputados aprueba la destitución del presidente Cubas. En tanto, Marta Hary, embajadora de Estados Unidos, se entrevista con el vicepresidente Argaña, ofreciéndole su apoyo. Al salir del encuentro, Argaña es asesinado.

La indignación se apodera de la ciudadanía. Argaña es enterrado al grito de ``Oviedo, asesino''. La juventud gana las calles, se enfrenta a la represión policial, ocupa las plazas que bordean al Congreso y defiende cada pedazo con su propia vida para garantizar con su presencia el juicio al presidente.

Inesperadamente, 30 mil campesinos arriban a Asunción con demandas totalmente distintas a las de la crisis política. En los primeros momentos se mantienen al margen de los hechos. Luego, deciden luchar al lado de los jóvenes.

El miércoles 24 Cubas ordena la detención de su padrino. Pero cuando Oviedo acude a la presidencia para aclarar su situación, Cubas es incapaz de arrestarlo. Oviedo sale del palacio presidencial con la autorización del gobernante para movilizar el Ejército. Los tanques de Oviedo ponen rumbo al parque de la Constitución.

El viernes 26 la sangre corre en Asunción. A discreción, los paramilitares oviedistas abren fuego sobre la multitud. Pero la gente reacciona en forma contraria a la esperada. Los jóvenes se acuestan frente a los tanques o corren en dirección a los edificios donde están apostados los francotiradores, a quienes detienen u obligan a huir. Dispuestos a quedarse el tiempo que sea necesario, durmiendo en tiendas, en colchonetas o al aire libre, la juventud permanece 150 horas en la plaza, frente a las cámaras de televisión.

Desmoronado, Oviedo abandona el barco y huye a Argentina, donde le espera la hospitalidad y el apoyo de su socio, el presidente Carlos Menem. Cubas renuncia el 28 de marzo y parte rumbo a Brasil.

Cubas declaró que no se iba ``por ladrón ni por corrupto''. Pero de los gastos reservados de la presidencia desaparecieron 80 millones de dólares. Luis González Macchi, presidente del Congreso y nacido en cuna estronista, asume la presidencia y forma el nuevo gobierno con víctimas y victimarios del estronismo. Los odres son nuevos pero los vinos viejos.

Sin embargo, el marzo paraguayo parece haber dejado la sensación de que el miedo, mecanismo que durante décadas había dado resultado en la sociedad, era cosa del pasado. Con el ejército derrotado en las calles, los partidos políticos borrados del mapa, la ciudadanía -compuesta mayoritariamente por jóvenes- asume el rol protagónico.

Como si a diez años del fin de la dictadura la juventud paraguaya estuviese dispuesta a cumplir con tres objetivos básicos: lavar las heridas de 35 años de terror, acabar con los huevos de la serpiente criada por Stroessner, y recuperar la significación dialéctica del Paraguay en la vida de los pueblos latinoamericanos.