La Jornada domingo 1 de agosoto de 1999

ALIANZAS PARTIDISTAS EN PERSPECTIVA

SOL El viernes pasado, el Partido Acción Nacional aceptó sumarse a la alianza opositora propuesta por el Partido de la Revolución Democrática y con ello se ha abierto la posibilidad de conformar una amplia convergencia de formaciones políticas -con el PRD y el PAN como las más importantes- para enfrentar al Partido Revolucionario Institucional en las elecciones federales del 2000.

En México este tipo de alianzas resultan sumamente novedosas, pues aunque han tenido lugar coaliciones de partidos para contender en comicios estatales -como en el caso de Nayarit, Tlaxcala o, recientemente, Coahuila-, es la primera vez en la historia reciente del país que institutos políticos de orientación ideológica diversa (como el PAN y el PRD) deciden sumar esfuerzos con miras a una elección presidencial.

Sin embargo, la conformación de alianzas y coaliciones entre partidos disímiles ideológicamente es una práctica frecuente en numerosas naciones latinoamericanas y europeas. En Francia, por ejemplo, la alianza gubernamental integra socialistas, comunistas y verdes y, en las elecciones, incluso la extrema izquierda y los grupos moderados de centroizquierda tienen un acuerdo que obliga a todos, moralmente, a votar por el candidato mejor situado, cualquiera que sea su partido, para derrotar a la derecha. La coalición gubernamental italiana también puso en común los votos de muchos partidos e incluso disfrutó de una alianza tácita -como el voto crítico o la abstención de la extrema izquierda- que le permitió tener mayoría frente a las derechas unidas.

En Chile, la dictadura de Pinochet fue desplazada precisamente por la alianza entre democristianos y socialistas, y la mayoría que apoya al actual presidente chileno está compuesta por ambos partidos. Esa concertación celebró recientemente una elección primaria -en la que el abanderado socialista superó al democristiano- para elegir un candidato común que enfrentará a las derechas y a los pinochetistas. En Brasil, el Partido de los Trabajadores se alió para contender en las elecciones presidenciales y de los estados con el Partido Social Demócrata -y con otras organizaciones menores-, a pesar de las grandes diferencias que existen entre ambos. En Venezuela, el presidente Hugo Chávez, en cambio, conformó un partido-movimiento propio, pero éste surgió de la acción común de militantes y cuadros de los partidos de centroizquierda, de izquierda y del grupo socialcristiano, que entraron en crisis y abandonaron a sus direcciones tradicionales.

En Argentina, igualmente, la Unión Cívica Radical, un partido liberal de centro, ha establecido una alianza con una organización (el Frepaso) proveniente de su rival acérrimo desde 1945, el peronismo. Ambos partidos presentan una fórmula única para presidente, vicepresidente, gobernadores y vicegobernadores y designaron a sus candidatos mediante una elección interna. Y en Uruguay, tanto los opositores (que gobiernan unidos la capital, Montevideo) como el bloque gobernante (las diversas tendencias de los colorados y los blancos) operan sobre la base de coaliciones, para evitar el triunfo del rival común.

En algunos casos, para concretar todas esas alianzas mencionadas, se realizaron elecciones primarias, y en otros hubo una negociación entre las directivas y una distribución de los cargos según los pesos electorales respectivos. Lo cierto es que hoy las alianzas, si no son la regla, están muy lejos de ser excepcionales en América Latina y en Europa.