n En las cocinas la llaman la huelga de huevos


Sirven en CU hasta 3 mil comidas en días de asamblea del CGH

José Galán n En las cocinas de Ciudad Universitaria, donde se elabora todos los días el rancho de cientos de estudiantes en huelga comisionados a labores de vigilancia, propaganda, organización, debate y enlace, y que llevan prácticamente cien días viviendo en las instalaciones de sus respectivas escuelas y facultades, el paro ha sido rebautizado. Ahora se llama la huelga de huevos.

Y es que, aparte de sopa de pasta, arroz, frijoles y vegetales, que son servidos en los días de asamblea del Consejo General de Huelga a más de 3 mil personas, lo que más comen los estudiantes son huevos: revueltos, rancheros, con ejotes, en tortilla, con jamón o tocino -cuando hay-, duros, casados, divorciados. En promedio, en el casco se sirven poco más de dos mil 500 comidas diarias en los tres turnos.

En cada una de las facultades hay espacios para elaborar los alimentos: en Filosofía y Letras, Ciencias o Ingeniería utilizan los comedores y cocinas de las cafeterías ahí instaladas, donde pueden servir diariamente más de 900 platos en promedio. Ello implica un trabajo que, aunque sean huevos, requiere de muchas manos. Hay cocinas, como en Ciencias, donde el rancho es elaborado por siete mujeres respaldadas por dos o tres hombres, que también le entran a batir blanquillos.

Pero, Ƒde dónde sale tanta comida por tanto tiempo? ƑDe qué forma se puede variar una dieta que ha permitido a muchos de los estudiantes en paro vencer no sólo la fatiga, sino también el hambre? ƑQuién cocina, lava y arregla? ƑCuánto cobran?

Edgar Alvarez, estudiante de Ciencias, recibió este jueves la titularidad de la Comisión de Cocina en su facultad, cargo que se rota casi a diario en una cocina bien equipada y amplia, que sirve en promedio 500 desayunos, comidas y cenas, y cuya dieta varía al punto que acuden a ella estudiantes de prácticamente todo el campus universitario.

Allí hay frijoles, arroz, sopa de fideos y, claro, huevos. Cuarenta por ciento de estos alimentos proviene de donativos y aportaciones de sindicatos, padres de familia, grupos civiles y hasta bodegueros de la Central de Abasto, que regalan excedentes en buen estado como apoyo a la huelga estudiantil, "y el 60 por ciento restante se adquiere con el dinero obtenido en el brigadeo, e incluso, algunas veces de nuestra propia bolsa".

Todas las cocinas, sin excepción, tienen dos reglas: primera, hay que entrarle al donativo de dinero, lo que sea, y si no hay, no hay problema. Pero la segunda es inflexible: cada quien lava su plato. "Imagínate, llegamos a tener hasta 70 platos sucios al mismo tiempo. Si los comensales no le entran, nadie los va a lavar", dice Edgar, quien se siente orgulloso de una cocina enorme, limpia y organizada, donde se afanan siete compañeras y tres compañeros de su facultad. "Aquí está ya establecido el rol. A quién le toca qué día. De otra forma, no la hacemos. Esto, a final de cuentas, es un colectivo".

Los donativos llegan de sindicatos como el SITUAM, de individuos, de estudiantes, de académicos e investigadores, e incluso de trabajadores, y el cobro a los consumidores es voluntario. "Lo que sea, aunque sea un peso, pero necesitamos el dinero porque siempre hay que comprar cosas", dice Edgar. "Por ejemplo, Santiago López Medrano a veces llega con bolsas de pan dulce para el desayuno. Y eso aliviana".

-ƑTambién reciben apoyo del STUNAM para continuar la huelga? -se le pregunta.

-Que yo sepa, y según dicen compañeros del resto de cafeterías y cocinas del campus, no hemos recibido nada.

Este jueves el menú olía bien: sopa de siete verduras, calabazas y elotes gratinados, coliflores capeadas, frijoles refritos, arroz blanco y agua de mango; "pero hay veces, como el miércoles, que hubo pescado. Poca carne y pollo. No hay lana, maestro". Eso sí, agrega, "aquí no faltan huevos. Hoy son a la mexicana, bien picosos. Mucho chile". En un horno de microondas se descongela comida.

Bodegueros de la Central

de Abasto, al quite

 

En la Facultad de Filosofía y Letras también hay una cocina de regular tamaño, con una mesa al centro, donde siete estudiantes se afanan cortando y desvenando chiles poblanos, papas, ejotes y, sorpresa, el jueves pasado preparaban pollo, pero no dejan de ofrecer a los comensales huevos al gusto.

"Aquí, maestro, cuando la reunión del CGH se efectúa en el Che Guevara, llegamos a servir hasta 3 mil platos en un solo día. Es mucho trabajo y requiere no sólo de organización, sino del compromiso de muchos", dice Miguel Bakunin, de la Comisión de Cocina de la facultad. "En días normales servimos hasta 900 comidas diarias. Y la bronca es que no hay recursos".

Sin embargo, coincide con la Facultad de Ciencias en que las aportaciones llegan incluso al 50 por ciento, y el resto de los alimentos -otra vez huevos, atún en lata, arroz, frijoles, sopa de pasta, pan, tortillas y verduras- se compra con el dinero del brigadeo y las aportaciones de comensales. Pero revela que gran parte de los donativos procede de bodegueros de la Central de Abasto, "a quienes acudimos y nos regalan excedentes de sus productos en muy buen estado.

"Aquí participan ocho colegios, que se rotan cada día la titularidad en la cocina. Cada turno dura 24 horas. Todos le han entrado y no ha habido problemas. Es más, esta cocina tiene ya fama de sazón sabrosón", agregó el titular de la comisión. "Y cuando llegan chavos sin lana, de todas maneras se les da de comer. Y cuando hay marchas aumentan en 200 platos más las raciones diarias, porque aquí se concentra la gente".

De las aportaciones voluntarias salen gastos, como el gas, y reparaciones de equipo, como en refrigeradores, "se los encargamos a los compas de Ingeniería, como ahora, que tenemos un aparato dañado, y ya van a venir a echarnos una mano".

Hay otras cocinas, sin embargo, más modestas, improvisadas en espacios cubiertos con lonas o en un rellano de las escaleras de facultades como Psicología o Derecho, donde los espacios no permiten atender a grandes números de estudiantes. Allí no faltan huevos, o arroz o frijoles, aunque se sirven en promedio 200 raciones al día.

En la facultad de Psicología la cocina fue improvisada bajo una manta, y allí seis compañeras y cuatro compañeros colaboran en el guiso diario. Carla Jiménez informó que, en promedio, "servimos cerca de 100 comidas diarias, sobre todo porque tenemos cursos de verano para niños, a los que también atendemos".

"Recibimos donativos por el 50 por ciento de los ingredientes, y los otros los compramos con el producto del brigadeo. Pero cuando no alcanza, lo ponemos de nuestra bolsa", añade mientras corta ejotes que posteriormente mezclará con huevos para elaborar una tortilla. "Esta es ya conocida como la huelga de huevos, y lo que nos preocupa es el nivel de colesterol. A veces no hay otra cosa qué comer".

-ƑPor qué tantas mujeres y tan pocos hombres en las cocinas y cafeterías del campus?

-Mira, la verdad es que las mujeres más o menos sabemos cocinar. Y no podemos dejar a los hombres, porque echarían a perder los pocos ingredientes que tenemos.

En la cocina de la Facultad de Derecho se sirven en promedio 100 raciones diarias, "y nosotros también le ponemos huevos", dice un compañero que rechaza identificarse". Con huevos es la única manera de aguantar", dice convencido.

n En la asamblea del jueves los acusaron de charros y vendidos


Disgusto en el STUNAM por las críticas de paristas

José Galán n Al interior del Sindicato de Trabajadores de la UNAM, que comanda Agustín Rodríguez, comienza a crecer la inquietud sobre la alianza con el Consejo General de Huelga por las críticas contra su dirigencia, vertidas de manera pública en la asamblea del pasado jueves desde el presídium y galerías, por el carácter "antidemocrático" de su dirigencia.

Por su parte, el CGH subrayó que en ese debate "de ninguna manera" se pretendió atacar en lo personal a ninguno de los ponentes -de los que el propio líder del STUNAM formaba parte-, "ni tampoco plantear que aquéllos que difieren de las posturas del movimiento se alejen de él". Todas las opiniones allí vertidas, agregó, "deben entenderse a título personal".

Los representantes sindicales acudieron el jueves pasado al foro de discusión sobre la situación actual del movimiento de huelga, en el Che Guevara, de la Facultad de Filosofía y Letras, a invitación del CGH, luego de una asamblea interna que se prolongó por más de seis horas, ante la resistencia de sectores de la cúpula que polemizan con estudiantes paristas.

Los representantes y delegados sindicales de diferentes escuelas que acompañaron a Agustín Rodríguez resintieron el acoso de una parte del auditorio, que criticó los procesos internos de elección y toma de decisiones, que condujeron rápidamente a epítetos como charros, vendidos y represores.

Para el CGH, sin embargo, el objetivo del foro fue exponer las razones del movimiento a universitarios de otros ámbitos "y lograr su comprensión sobre ellas. En todo caso, explicar por qué no pueden aceptar algunas salidas que han propuesto", dijo el principal órgano de dirección de los huelguistas mediante un comunicado de prensa. "Debe entenderse que cualquier opinión diferente fue vertida a título personal".

 

Vamos a aguantar vara: STUNAM

 

Sin embargo, Adrián Pedrozo, secretario de Deportes del Comité Ejecutivo del STUNAM, y Arturo Zúñiga, delegado de la FES-Zaragoza, resumieron el sentir de sus compañeros en la cúpula: "ahora sí nos fue mal. Ya no sólo nos golpean en la calle, sino que insisten en que vayamos a su casa, y adentro nos vuelven a golpear. Eso no se vale".

Adrián Pedrozo comentó: "Nos llevamos casi 8 horas el miércoles discutiendo si veníamos o no. A final de cuentas se impuso el respaldo a los muchachos. Y resulta que no cuenta todo el apoyo que les hemos dado y comienzan a madrearnos. Así no se puede jalar".

Arturo Zúñiga subrayó que las críticas a la composición y mando de la cúpula sindical "se deben dirimir en los espacios que tenemos para eso, y no en un foro a donde se nos invita a discutir el escenario del movimiento estudiantil. Ellos también tienen sus propios espacios de discusión, y nosotros los respetamos. Pero ya los compañeros no quieren apoyar. Vamos a ver en qué queda todo eso".

Agustín Rodríguez, sin embargo, juntó ese jueves a su cúpula, y luego de obtener garantías del CGH sobre su presencia en el lugar, tiró línea: "vamos a aguantar vara".


n El CGH debe discutir las diferencias, opinión generalizada en el CCH Sur


"Como los peces, no vemos el agua que nos rodea"

Hermann Bellinghausen n Mantenerse en los 6 puntos del pliego petitorio como inicio de una discusión que logre "crear consensos y fortalecer las demandas con el acuerdo de los demás sectores de la UNAM", resume una estudiante, Ana, ante sus compañeros.

La desazón por el debate del jueves en el Che Guevara es generalizada en la asamblea del Comité de Huelga del CCH Sur. Todos los oradores que se refieren al punto lo hacen en tono de crítica a quienes hablaron en nombre del CGH.

"La idea del debate era escuchar a los que tenían propuestas. Eso debió hacer ayer el CGH, y en todo caso discutir las diferencias. No fue un diálogo ni una discusión de ideas. Nomás fue una confrontación", prosigue Ana. "Debemos convocar a los eméritos a una discusión. No les vamos a pintar güevos si no estamos de acuerdo con ellos".

"No tenemos asegurado ni el congreso universitario. Tenemos que insistir y convencer con nuestros puntos", recalca.

En la asamblea participan, con bastante orden y tolerancia, un centenar de estudiantes, a ratos más. Cubiertos con un toldo verde, utilizan una escalinata como gradas. ("Hemos aprendido", me cuenta otra estudiante, "al principio, casi se llegaba a los golpes").

La asamblea empieza por sumar voces de protesta porque unos compañeros "adelantaron" el rechazo a la propuesta de los profesores eméritos. Dice otra muchacha: "Lo inaceptable es que, antes de ser discutido en las asambleas, el CGH expresara ese rechazo. A lo mejor de todos modos aquí vamos a votar contra la propuesta, pero ese es nuestro problema".

La participación de las mujeres en la discusión es mayoritaria. Libertad opina que las guardias han disminuido. "Este movimiento se está aislando. Si no queda con legitimidad dentro de la propia universidad, estamos bien pendejos, compañeros. Necesitamos ganar el apoyo de los académicos, no sólo de AUA, CPI y CAI, sino todos los posibles. Y conservar el apoyo del STUNAM".

Abigaíl es menos definitiva: "No es verdad que el movimiento ya dio de sí. Está en una etapa de resistencia. La única forma de que esta huelga salga adelante es que la reforcemos".

Otra muchacha lee de una revista estudiantil y glosa a la vez: "ƑQué hemos ganado? La existencia de un movimiento mayoritariamente radical, pero que tiene que vivir también después de la huelga. Esta es una batalla importante, pero no la única. Y si la perdemos, puede ser la última. Tenemos la obligación de organizar una nueva forma de hacer política".

Verónica sostiene: "No podemos bajar ni un punto, compañeros, si no hay diálogo con las autoridades. No podemos dividirnos tampoco, nos van a partir la madre".

Mientras al fondo los más diletantes ensayan la guitarra y platican. Priscila, a la sombra de un colorín, conduce junto con Voz la asamblea: "Tenemos que entender que aunque sí tenemos el apoyo del sindicato, no hemos tenido la capacidad de escuchar la valoración que los trabajadores tienen de nuestro movimiento".

 

Variedad de voces

 

Chazam, que carga el sambenito de "histórico" y perredista, reivindica: "somos la generación que se opuso de frente al neoliberalismo. No podemos salir derrotados". Más adelante lee un análisis de los puntos inaceptables, a su juicio, de la propuesta de los eméritos. No para desecharla, para discutirla.

Mientras, otra estudiante se pasa la asamblea dibujando a tinta, uno tras otro, espléndidos retratos y desnudos masculinos y femeninos, casi sin alzar la vista ni abrir la boca.

"Cuando entremos a clases, debemos tener mejores escuelas", dice Jaime. "Debemos permanecer unidos después de la huelga. Por supuesto que nos van a querer reprimir". Se pronuncia, como la mayoría, por invitar a discutir a los distintos sectores. "No se puede pensar que los malos son los que piensan distinto, y los buenos nada más nosotros. Las autoridades tienen la responsabilidad de que nuestras posturas se radicalicen y queden opuestas. No nos debemos dejar".

Diego, quien fue delegado en los encuentros del Palacio de Minería, insiste en analizar cuáles son las fuerzas que realmente tiene la huelga. "Debemos aumentar el nivel de organización y discusión". También se pronuncia por valorar la verdadera dimensión del apoyo de las organizaciones sociales, en especial el STUNAM y el SME.

Abigaíl dice: "Los hechos contundentes no son cerrar el Periférico o tomar un edificio. Algo contundente fue el precongreso, a pesar de que, por ejemplo, de aquí no fueron todos".

En el CCH Sur están por la discusión, por escuchar a todos y no tirar por la borda lo ganado por este movimiento. Y aunque Nuria pide a la asamblea: "No caigamos en el infantilismo", el debate es bastante sereno y maduro. Digamos, muy por encima de la media del CGH. Aquí las corrientes no se acorrientan, por lo que se ve.

 

Un día de campus

 

Los estudiantes que sostienen la huelga en el CCH Sur están tan enfrascados en su lucha, que no se percatan de la peculiar sociedad, fugaz por naturaleza, que han creado al andar de su movimiento. La huelga ya duró más de lo que esperaban, constituye un tramo de sus vidas.

Embebidos en la crítica a los distintos grupos y la autocrítica, porque nadie ve en este "territorio estudiantil" una utopía o Jauja, han creado un espacio de convivencia de sorprendente vitalidad.

Llevan más de tres meses, con sus altas y sus bajas, cuidando las vastas instalaciones en el Pedregal de San Angel, a orillas de la colonia más lujosa, aunque ya decadente, de la ciudad de México.

La identidad la dan los asentamientos de cada grupo: Casita, Imprenta, Brigadistas, Camilo (Cienfuegos), El cubo, La vecindad, Las canchas, Cineclub y La entrada.

Aunque en el día los acompañan madres y padres de familia, profesores y académicos, esta es una pequeña confederación de brigadas estudiantiles, diversas, más allá del machacado panorama de "corrientes" que han convertido al CGH en la caldera que es.

Decenas de jóvenes viven en su escuela. Han llegado a ser más de 100 por noche. Hay los más fijos. Unos visitan sus casas familiares; a otros "ya los corrieron, porque nunca van", me cuenta una estudiante, "y esos se la pasan aquí, o brigadeando".

Durante la asamblea de ayer, bajo el sol del mediodía, un estudiante con una muy usada camiseta de los Pumas citaba a Wright Mills: "Estamos como los peces en el fondo del mar, que no ven el agua que los rodea". El se estaba refiriendo a "la intransigencia de ambas partes" (rectoría y paristas), y lamentaba: "Compañeros, en este movimiento no hemos tenido una idea dialógica. Si vamos a decir 'los 6 puntos o ni madres', para qué queremos el pinche diálogo".

La convivencia de los estudiantes, montaraz como todo en esta generación, converge en la cocina, un salón al fondo del intrincado y boscoso campus. Está a cargo de un controvertido chef conocido como Trotsky, y que esta tarde llegó cargando una grabadora de dos bocinas, y se quitó la chamarra de cuero pero no la gorra negra, para ayudar a sus ayudantes a preparar una inmensa olla de arroz y una sopa de papa, el menú del día.

Se supone que el servicio da batería para las tres comidas de 150 personas. Unas cuantas mesas de plástico casi al aire libre constituyen el comedor.

Aunque las diferencias políticas y de rollo hacen que luego no se hablen, y cada quien haga sus trabajos y reproches por su lado, a veces organizan fiestas, lunadas, pintas de mantas y manifestaciones, además de asambleas, partidas de ajedrez, cascaritas y salen a brigadear, unos días muchos, otros días no tanto. Y discuten, más de lo que ellos creen.

 

Los niños de la huelga

 

Por lo menos tres niños viven en la huelga, de madre estudiante. La mayor, Brisa, tiene 5 años y unos hermosos ojos negros y matadores. Dice que no se aburre en la huelga, y que juega con su amigo Diego, de 3 años, a un juego que ella denomina bebé de mi pasado.

A Diego le dicen Huelguín los estudiantes, cuenta la madre de Brisa, y él agrega:

-También me dicen Ultrín.

-Y Ultra -revela Brisa.

-ƑY eres muy ultra?

-No, poquito.

-Diego -lo reconviene de broma su tía de huelga.

-Mucho -corrige, riendo.

El tercer niño de la huelga, aún pequeño, se llama Ixtli, y vive en Las canchas. Aquella es otra banda, más punk, y menos clavada en la política, pero que no tiene broncas con los demás.

Pasa Ixtli en brazos de su madre, una muchacha de pies descalzos, cabellera rabiosamente teñida de güero y movimientos felinos. La vida, definitivamente, está en todas partes.

Los pasillos y pasajes por donde se mueven los paristas están limpios. Donde nadie pasa hay acumulados desechos de bosque nada más, no basura humana.

Cada quien barre su tramo y cultiva sus posturas, pero en la asamblea se juntan, y para sorpresa de los menos optimistas, suman acuerdos y piensan que no han ganado, pero no han perdido.

Sobre un muro de roca volcánica negra, cerca de un mural inconcluso, una frase aparece pintada recientemente cerca de donde se sale del CCH Sur: "Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción".

n Explicaron motivos de su lucha en un recorrido de dos horas


Realizaron paristas la segunda marcha zonal por el sur

En un recorrido que lo mismo implicó cruzar el Periférico por un puente peatonal que caminar por estrechos pasajes, o alcanzar una calle tras subir más de 60 escalones debido a la orografía del lugar, decenas de estudiantes paristas de la UNAM llevaron a cabo la segunda marcha zonal por barrios populares del sur de la ciudad, convocada por el Consejo General de Huelga (CGH).

De viva voz o a través del volanteo, los universitarios se empeñaron, una vez más, en explicar a "los hombres y mujeres; a los jóvenes, niños y ancianos; a los padres y madres de familia; a los maestros, profesionistas, obreros y a todo trabajador mexicano" de las colonias de Santo Domingo, Santa Ursula, Villa Panamericana, Ajusco, El Caracol, Cantera de Piedra, Isidro Fabela y Pedregal de Carrasco, que siguen "en pie de lucha para garantizar que los estudiantes de escasos recursos puedan ingresar y terminar sus estudios en la universidad".

A la par que pegaban carteles en las numerosas tiendas, tortillerías, tlapalerías, rosticerías, papelerías, estéticas, fondas, carnicerías, torterías y demás negocios pequeños que encontraron abiertos a su paso y donde, más que en los zaguanes, puertas o ventanas de casas particulares se concentraba la gente, los paristas se daban a la tarea de entablar breves diálogos, e incluso discusiones, con los colonos cuando intentaban obtener su firma de apoyo a la huelga estudiantil y contra la represión.

Sin dejar de gritar consignas contra el rector Francisco Barnés de Castro, los paristas exhortaban a los vecinos a unirse a la marcha. En el pavimento, con plantillas y aerosol, quedó expresado el repudio de los universitarios contra los medios audiovisuales por el tratamiento que han dado a la huelga: alrededor de un rostro, cuyos ojos estaban vendados con un billete, se leía: "Prensa vendida: Televisa y TV Azteca".

Accidentado trayecto

 

Desde que empezó el recorrido, antes de las cinco de la tarde, los paristas tuvieron que atravesar un estrecho pasaje ubicado a un costado del paradero del Metro Universidad para internarse por Santo Domingo. Además, por primera vez, una marcha estudiantil tuvo que cruzar un puente peatonal, y es que, tras recorrer la calle Netzahualpilli y avenida de la Imán para llegar a la lateral de Periférico en dirección norte, el contingente de Ciencias determinó utilizar el puente ante la imposibilidad de cruzar esa vía rápida debido a la malla ciclónica que divide ambos carriles.

Después de dos horas y media de haber partido del Metro Universidad, los paristas arribaron a la ENAH, en cuya explanada destacaron que a los estudiantes de ambas instituciones deben unir esfuerzos para defender la educación pública gratuita y el patrimonio cultural. (Susana González G.)