Ť Interpretó a Werther y fue aclamado en el Teatro Real, de Madrid
El mundo operístico tiene en la mira al tenor Ramón Vargas
Ť ''Frente al público, existe una magia'' Ť La ópera tiene que ser asumida como algo más real y vivo, dice
José Garza, especial para La Jornada/ I, Madrid Ť Y entonces se disparó un tiro. No logró resistir más la fuerza de su pasión. Werther está tendido en el jardín de un pueblo de los alrededores del Frankfurt de los años ochenta del siglo XVIII. Es la noche de Navidad. Mortalmente herido, el joven poeta escucha que Carlota entra como un rayo y se reanima. Le pide perdón por haberse dado muerte. Ella reconoce que también lo ama desde el primer encuentro. ''šNavidad! šNavidad!", se escucha a lo lejos en melódicas voces infantiles. ''šAh, los niños! šLos ángeles!", exclama Werther incorporándose un poco, con cierto tipo de alucinación.
ųPor qué esas lágrimas ųle dice a Carlotaų. ƑAcaso creéis que mi vida termina en este instante? šComienza! ƑNo lo véis?
Werther desfallece. Se esfuerza queriendo respirar. Después sus brazos, extendidos, caen.
Y con la cabeza inclinada, entre los brazos de Carlota, muere.
ųšWerther! ųgrita Carlota desesperadamenteų. Parece comprender todo al fin. Antes de caer desmayada junto al cuerpo del poeta, se la alcanza a escuchar, entre los gritos de alegría que a lo lejos celebran la Navidad, ''štodo ha terminado!"
Estar hecho un divo
El telón del Teatro Real poco a poco esconde la escena. Junto al dramatismo sofocante de la acción, concluye la gracia lánguida, sensual y seductora de la música romántica interpretada por la Orquesta Sinfónica de Madrid, dirigida por Julius Rudel. Werther resucita.
Del centro del escenario sale con su camisa blanca manchada en el costado izquierdo de un intenso rojo. Con ojos brillantes, tristes, agacha la cabeza en agradecimiento a la ovación de casi dos mil personas que ocupan toda la butaquería del coliseo lírico madrileño. Werther empieza a dejar de ser Werther para mostrar la figura que lo sostiene: Ramón Vargas, el tenor mexicano con el Werther vuelve a vivir y morir un siglo después de que el compositor francés Jules Massenet creara la ópera sobre este personaje, que inventó hace 200 años el escritor alemán Goethe, en su novela Las desventuras del joven Werther.
''Al final, frente al público, existe una magia, sí: está Werther y está Vargas. El público no distingue en ese momento a quién aplaude, y yo como quién agradezco", dice un día después de la función dominical, sentado ante el ventanal de uno de los vestíbulos del Teatro Real, donde puede contemplarse en todo su esplendor el Palacio Real, la estatua ecuestre de Felipe IV y los jardines de la Plaza de Oriente. Ramón Vargas está contento. Tras 16 años de carrera, con más de 900 representaciones por Europa y América, atraviesa su mejor momento.
''Es uno de los jóvenes tenores más pujantes en el panorama internacional", dice la nota de prensa del Teatro Real sobre este mexicano aclamado en el Metropolitan de Nueva York, la Scala de Milán y el Teatro Colón de Buenos Aires. Su amplio registro de tenor lírico, con gran facilidad para la coloratura y los agudos, así como el bello color de su voz, lo están convirtiendo en uno de los más solicitados para interpretar a los protagonistas de La Traviata, Rigoletto y por supuesto Werther. El mundo operístico lo tiene en la mira.
Hace unos días acudieron a esta capital española decenas de periodistas de todo el mundo a la presentación de la reciente grabación de un compacto que hizo de Werther. En este contexto de méritos, alguien ha dicho: ''Está hecho un divo".
Se lo hago saber a Ramón Vargas, que con sus ojos pequeños y rasgados me clava una mirada penetrante, luego me diría: "Bueno, pues, no lo sé. Desde ese punto de vista tal vez sí, pero hablar de 'divismos' me parece tan arcaico que, para los que buscamos cambiar el mundo de la lírica a fin de volverlo más moderno y más accesible, me da un poco de risa".
Vargas acepta que muchas personas aún lo divinizan. Es el modo en que lo quieren ver. Pero sus pies no se han separado del suelo. No tiene la capacidad de elevarse en el espacio y de mantenerse así sin ningún apoyo natural. Sólo tiene la certeza de que es de los mejores porque sus méritos han sido los más propicios. Y porque sus ideas son claras y concretas.
''Lo que me interesa es que la lírica tome el valor que tiene: que las personas se acerquen más a la ópera y que la vean como una forma del arte también actual, no como algo de la época de las señoras ricas que iban al teatro sólo a enseñar sus joyas y pieles; la ópera es una expresión que necesita ser asumida como algo más real y vivo."
ųSin embargo, no son muchos los estrenos de óperas compuestas durante este periodo.
ųEn este aspecto los compositores modernos como que les ha dado por no crear melodías. Sienten que es arcaico si hay una melodía dentro de la música. Pero hacer una música llena de efectos y de imágenes musicales son bien difíciles de interpretar. El cantante en ese contexto ya no es un protagonista vocal, sino que es parte de todo un esquema musical, lo cual puede ser un poco frustrante. Claro, por ahí hay algunos compositores que buscan, no sintiéndose viejos, obras con un poco de melodías.
Vargas es de los que piensan que la vigencia de los clásicos no es un lugar común. Dice que, como casi todas las óperas son fruto de una novela importante, los clásicos operísticos pueden ser vigentes. La sospecha de que así son las cosas se la brindan las cartas que recibe de los niños que acuden al Metropolitan de Nueva York, a presenciar Rigoletto, en las que preguntan por qué su personaje, el disoluto Duque de Mantua, sólo se fija en la parte exterior de las personas y no como son profundamente. ''Esto que los niños nos revelan, con una sensibilidad y una inteligencia muy singular, me dicen que la ópera la llevamos dentro".
Combinar canto y actuación
ųLa mayoría de las producciones operísticas entran al espectador por las posibilidades dramáticas. ƑEl cantante de ópera tiene que ser, por naturaleza, un actor?
ųSí. La ópera es teatro, música y canto. Por las necesidades físicas y vocales, el teatro se tiene que reducir: tenemos que cantar, no hablar. Y no hay que llegar al extremo de sólo querer cantar y no actuar. Tiene que haber un equilibrio, una combinación perfecta entre canto y actuación.
Vargas lo ha conseguido. En el Werther madrileño, el tenor hace derroche de sus capacidades vocales y actorales para interpretar a un poeta que canta šOh, nature! durante el primer acto. A un hombre apasionado en el Un autre est son epoux! del segundo acto. Y a un arrebatado caballero en vísperas del suicidio en ƑPourquoi me reveiller? del tercer acto. La actuación de Vargas provocó que el público del Teatro Real rompiera la exagerada resistencia, que le es propia y famosa, a aplaudir durante la representación, como ocurrió en sus apariciones en las funciones de estreno y del domingo pasado.
''El Teatro Real no es de los más calientes de Europa ųdice Vargasų, por lo que me crea mucha satisfacción la reacción del público. Creo que me la he ganado por mi trabajo; no es una reacción gratuita."
De frente, cara a cara, el tenor mexicano parece tener una complexión menos gruesa que la que se le ve sobre el escenario. Igual se ve más joven de lo que es. ƑSerá la diferencia el vestuario y el maquillaje con el que se convierte en un joven alemán del siglo XVIII? Ahora aparece como un ciudadano de a pie, bonachón y simpático con su barba cerrada de aires conquistadores, que camina por las calles de Madrid en busca de una buena taberna para comer.