Ť Obra a cargo del Ballet Nacional de México
Macbeth, homenaje indirecto al saber de Guillermina Bravo
Ť Con múltiples cambios, la pieza tiene más posibilidades: Blanc
Mónica Mateos Ť La danza, como el corazón, late de tantas formas distintas que a veces la sangre corre mansa, atenta a su propio flujo, como las pesadillas que tejen la puesta en escena Macbeth, del Ballet Nacional de México (BNM), la compañía que encabeza la legendaria Guillermina Bravo y que en cada uno de sus trabajos ''explora la psique del ser contemporáneo y la creación de significado abstracto".
Basada en la tragedia de William Shakespeare en la cual su protagonista, por medio de la traición y del crimen llega al trono de Escocia, la coreografía que se presenta este fin de semana en el teatro del Palacio de Bellas Artes fue realizada por Jaime Blanc, con música de J. Harvey, Takemitan, Dun y Kagel, entre otros compositores, que recrean un ambiente onírico.
Esta versión de Macbeth ''es un homenaje indirecto a lo que Guillermina Bravo nos ha enseñado, un modo de bailar y de enfrentar el movimiento a partir del centro mismo del ser humano, para dar volumen a la figura del bailarín y a la capacidad expresiva del Ballet Nacional de México", explica Blanc.
El bailarín Luis Arreguín es la figura central del drama dancístico que hace las veces de obra plástica o cuadro viviente, donde cada pincelada es humor poético que transforma a la danza en coloridas escenas medievales. Ahí están las batallas, los murmullos, las brujas, el campo ensangrentado, el rey muerto y la ambición apoderándose de palacio.
Macbeth crece entre el piar confundido y arrebatado de las aves e ilustra la forma más oscura que el hombre puede utilizar para conseguir poder. La pieza ''ha sufrido múltiples modificaciones puesto que una coreografía nunca termina de acomodarse; siempre se van descubriendo nuevas posibilidades y maneras de hacerse comprender mejor. Por eso, este trabajo se ha convertido en el que se experimenta el carácter dramático que tiene el movimiento", agrega el autor.
Metáfora mesiánica
Macbeth, quien fue rey de Escocia entre 1040 y 1057, rencarnado en bailarín mexicano, asesina en hermosa batalla de cuerpos perfectos a su primo Duncan (Orlando Scheker), y sin remordimiento se apodera del trono, no así de Lady Macbeth (Citlali Zamudio), quien entrega la vida a la daga y a la convicción estética durante la representación del BNM.
En la segunda parte del programa, la compañía presenta El tronco de la danza, coreografía realizada por Federico Castro y basada en los recuerdos que el autor tiene de su maestra Guillermina. La reflexión, la razón que prescinde de la espectacularidad, la precisión en el trazo dancístico, que no concede terreno ni al error ni al arrebato, es el espíritu que permea en esta pieza.
Aquí la pesadilla de Macbeth se disuelve en un sueño de añoranzas donde caben desde una suave serpiente Quetzalcóatl hasta un brilloso Judas bufón, rodeado de girasoles.
Los bailarines, bajo el conjuro de Castro, recorren toda la cosmovisión de la fundadora de la compañía, y hace girar por el escenario a Adán y a Eva surgida de su costilla, con manzana y todo. Sobria, sin borbotones escandalosos, el ciclo de la danza-vida se cierra en este trabajo con una metáfora mesiánica, acaso para seguir festejando el más de medio siglo del Ballet Nacional de México.
(Las funciones se realizarán en el Palacio de Bellas Artes, Eje Central y avenida Juárez, Centro Histórico, hoy a las 20:00 horas y mañana a las 17:00 horas, en una gala especial dedicada a jubilados y pensionados del ISSSTE.)