Entre los siglos XVII y XVIII, el filósofo, matemático y doctor en jurisprudencia Gottfried Wilhelm Leibnitz desarrolló en sus principios de lógica una explicación fundamental para distinguir entre la verdad de la razón y la verdad de los hechos. Según Leibnitz, todas las verdades de la razón son necesariamente verdaderas, y sus verdades descansan en el principio de la contradicción. Uno no puede negar una verdad de la razón sin estar involucrado en una contradicción. Las verdades de los hechos, por otro lado, no son propuestas necesarias, sus opuestos son concebibles y pueden ser negados sin ninguna contradicción lógica.
Sería, por ejemplo, lógicamente y metafísicamente inconcebible que Juan Pérez no existiera, cuando de hecho exista y esté presente. En otras palabras: las verdades de la razón son necesarias, pero sus opuestos son imposibles, mientras las verdades de los hechos están condicionadas y sus opuestos sí son posibles. Para simplificar aún más, para Leibnitz las verdades de la razón son analíticas y las verdades de los hechos son sintéticas.
Menciono estas importantes diferencias filosóficas elaboradas por Leibnitz, porque me parece que en el conflicto de la UNAM las autoridades y el CGH confunden ambas verdades, y por lo tanto el problema no se destrabará en tanto estas dos verdades no encuentren su cauce apropiado. Aquí estoy suponiendo que en el conflicto no hay mano negra, lo cual alienta la ``verdad ilusionada'' pensando que la solución tiene posibilidad de darse, en la medida que sólo hay que contender con dos actores.
Por lo que toca al CGH, tiene en su postura la verdad de la razón (aunque no me parece que defiendan eso). Muy claro está que conforme el conflicto se ha alargado las causas por las cuales se cerró la UNAM afloran cada vez con mayor claridad. Las cuotas ya no son el problema, pues sólo fueron el detonador del conflicto. La realidad es que la UNAM tiene en sus estructuras de gobierno un sistema vertical, rígido, incapaz de analizarse y de reorientarse para mejorar sus propias condiciones. Pero esta incapacidad se traduce más que nada en una ausencia de intenciones de cambio, pues el objeto de no cambiar es el de mantener un sistema que privilegia a algunos a expensas de muchos. En el fondo del conflicto está precisamente el asunto de las formas de gobierno que imperan hoy día en la UNAM.
En algún momento las formas presentes hoy seguramente fueron buenas, pero a la vuelta del milenio ya no pueden serlo, pues las condiciones internas y externas son diferentes a las de hace 50 años e inclusive a las de hace 20. La verdad de la razón también está inmersa en los asuntos tan mencionados como el neoliberalismo y la globalización.
Sé que los conservadores piensan que todos aquellos académicos que mencionan ello como parte del conflicto son paranoicos en el peor de los casos y sofistas en el mejor. Para tranquilidad de esos grupos, quiero mencionar que no hay nada intrínsecamente malo en la globalización, pues ésta representa el flujo de capital, trabajo y conocimiento alrededor del mundo. Sus beneficios o perjuicios, sin embargo, dependen de quien controla el flujo, lo cual determina quiénes se benefician del proceso. La globalización es una forma específica de internacionalización que responde a intereses financieros y económicos que se articulan con base en la relación de clases de cada sociedad.
Por otro lado, cabe mencionar que los dos países que han implantado las políticas neoliberales con mayor intensidad son Estados Unidos e Inglaterra, países que han tenido el mayor aumento de pobreza, comparando desde luego entre sí sólo a los países del llamado Primer Mundo. Por ejemplo, EU tenía en 1979 un índice de pobreza de 16.6 y en 1994 aumento a 19.1, mientras que Inglaterra -en el mismo periodo- subió de 9.2 a 14.6 (ver Navarro en International Journal of Health Services, Vol. 28, 1998, p. 648). No quiero imaginar el porcentaje de aumento en la pobreza en países del Tercer Mundo, donde se han aplicado estas políticas neoliberales.
El cambio conceptual del papel de las universidades públicas es parte del neoliberalismo. Esos cambios no son los que deben de ocurrir, pues es tanto como entregar un principio (sin ser dramático) de soberanía. Con cambio de orientación en la educación y en las políticas educativas, a mayor pobreza menor acceso a la educación pública. Para el CGH, pues, la verdad de la razón les impide aceptar lo opuesto y por lo tanto es prácticamente imposible que cambien sus posturas en relación con algunas de sus demandas.
Ahora bien, en la verdad de los hechos no le representaría ninguna contradicción lógica el aceptar que para resolver el conflicto no se trata de claudicar a la verdad de la razón, sino aceptar las condiciones de los hechos. Es inconcebible que no reconozcan la estructura real universitaria, cuando de hecho existe y está presente en el conflicto. Las demandas pueden discutirse, mas no resolverse de facto, pues sería tanto como desconocer la existencia propia de la UNAM.
El objeto para el CGH, me parece a mí, es que la verdad de la razón pudiera ser sometida a las condiciones analíticas de las verdades de los hechos. El CGH tiene la obligación de sentarse a discutir sus razones de la verdad, pues de no hacerlo perderían la oportunidad histórica de contribuir a transformar la UNAM por medio de amplios diálogos en los cuales intervinieran todos los sectores universitarios. No se vale que después de más de tres meses de huelga sus disputas internas (bastante superficiales en mi opinión) prevalezcan sobre la razón.
Por otro lado, el rector también tiene sus verdades de la razón, pues está sometido a unos principios que forman parte de una concepción universal posmodernista de un mundo cambiante y cada vez mas tecnificado. El rector tiene la responsabilidad de estructurar la nueva ortodoxia que a partir de los ochenta ha imperado en el pensamiento económico del mundo occidental, y cuya premisa principal está basada en la consideración de que el estado es el principal obstáculo para asegurar el desarrollo económico y social de la población.
Esta ortodoxia, que se ha convertido en hegemónica en centros nacionales e internacionales de los poderes económico y político y que ha dominado a la academia en ambos lados del Atlántico, forma parte de las políticas de la OECD (a la que México accede hace poco) y tiene como sus mas acérrimos defensores al establishment político nacional, quienes piensan que las universidades públicas tienen que cambiar sus metas, formas y funciones. Estas son las verdades de la razón de rectoría.
Por lo tanto, las verdades de la razón del CGH y del rector están presentes en el espejo y ninguno puede cambiar sin incurrir en contradicciones. La verdad de los hechos es que para rectoría es metafísicamente inconcebible hacer como que el CGH no existe, cuando de hecho existe. Aunque a decir verdad el CGH a contribuido con creces a hacerse mala imagen y a ser intransigente. Para el rector y el CGH las verdades de los hechos deberían de sugerirles que sin contradicción a sus verdades de la razón, el aceptar mediante un compromiso firmado el formato para deliberar, discutir y resolver las contradicciones de las verdades de la razón salvaría a la UNAM de la situación que ya se ha vuelto francamente inaceptable para todo mundo. La UNAM es demasiado valiosa para el país como para que el paro no se levante ya.