n En la ceremonia, los presidentes Zedillo y Arzú


Partió de México el último grupo de los repatriados guatemaltecos

n Elogia Sadako Ogata, de ACNUR, "libre elección" de los refugiados

Rosa Elvira Vargas, enviada y Blanche Petrich, Champotón, Campeche, 28 de julio n El primer fenómeno de refugio masivo en México producto del conflicto armado al sur de sus fronteras concluyó formalmente hoy, con la salida organizada del último grupo de guatemaltecos que retornó a su país. Eran 61 y viajaron a bordo de dos autobuses. Al volver la vista atrás y hacer la señal del adiós, grababan en sus pupilas el caserío que los alojó por más de diez años.

Testigos de esa partida, los presidentes Ernesto Zedillo, de México, y Alvaro Arzú, de Guatemala, correspondieron a la distancia al gesto de despedida mientras se disponían a abordar los vehículos en que llegaron --vía helicóptero-- al campamento de Santo Domingo Kesté. Los acompañaba Sadako Ogata, del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados.

En una gran explanada rodeada por las casas de adobe, carrizo y láminas de cartón que conforman uno de los campamentos modelo erigidos por el gobierno mexicano para trasladar a los refugiados de sus asentamientos originales en Chiapas, tuvo lugar una ceremonia con el himno de los dos países, y a sus banderas se incorporó también la celeste y blanca de la ONU.

El presidente Zedillo informó en su momento que 40 mil refugiados decidieron volver a su país, y otros "echar raíces en México, que es su casa'', mientras que Arzú Irigoyen dijo que ésta es la hora del abrazo fraterno a los que regresan de un exilio "que nunca debió ocurrir''. Apoyados por la ONU, indicó Zedillo, México y Guatemala demostraron cómo la cooperación y el entendimiento, en un marco de respeto e igualdad, pueden resolver exitosamente la difícil situación de los refugiados.

En nombre de los guatemaltecos, Teresa Monzón agradeció "la hospitalidad y apoyo que nos han brindado durante el tiempo de refugio'', y habló de quienes decidieron permanecer por siempre aquí, pues "nuestros hijos nacieron, crecieron y se educaron en este suelo, y aprendieron a querer y a respetar a México''.

Desde el establecimiento, hace tres años, del Programa de Estabilización Migratoria para los guatemaltecos asentados en Campeche y Quintana Roo, precisó enseguida, 22 mil indígenas han regularizado su estancia en México. La mitad de ellos son mexicanos por nacimiento y casi 2 mil 200 optaron por la nacionalidad mexicana. Hoy mismo se entregaron más de 900 cartas de naturalización.

Extraoficialmente se reconoce que en el periodo más cruento de la contrainsurgencia en Guatemala huyeron hacia México --a Chiapas básicamente-- más de 150 mil personas, indígenas en su mayoría. En una primera etapa la diócesis de San Cristóbal fue pionera en crear lazos de solidaridad y auxilio a las masas de desplazados de guerra.

Después, reconocidos por Acnur y el gobierno, fueron acogidos en campamentos 45 mil de ellos, todos, sí, de diversas etnias. El resto habría caído en la clasificación de "dispersos'', y quedó fuera del alcance de cualquier programa oficial.

Los asentamientos erigidos en los ochenta en Chaul y Puerto Rico, en Ocosingo, guardan gran parecido con el enorme campamento de Polhó de hoy. La diferencia es que los que ahí viven no han cruzado la línea de la frontera, ni siquiera han salido de los márgenes de su propio municipio: permanecen en el corazón del conflicto que los hizo huir. La semejanza es que huyen de lo mismo que aquellos otros mayas: el exterminio.

En los primeros años del refugio, los campamentos dispersos a lo largo de la frontera chiapaneca sufrieron ataques de los kaibiles (tropas contrainsurgentes de élite del ejército de Guatemala) so pretexto de que eran santuarios de la guerrilla, lo que motivó que el gobierno mexicano reubicara al menos a la mitad de estos refugiados en campamentos en Campeche y Quintana Roo.

Así, entre 1984 y 1987, la acción gubernamental y de ACNUR reubicó a 18 mil guatemaltecos en terrenos nacionales. Seis mil de ellos formaron los campamentos conocidos como Los Lirios, Mayabalán y Cuchumatán, en Quintana Roo y doce mil en Quetzal Edzná y Maya Tecún, en Campeche. En esta última entidad se abrieron dos nuevos poblados, Los Laureles y Santo Domingo Kesté, que fue el punto de encuentro este día.

A fines de la década pasada, los exiliados organizados en las Comisiones Permanentes y apoyados por Acnur y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), iniciaron negociaciones con gobierno y ejército de Guatemala para emprender el retorno masivo y organizado, incluso en situaciones de conflicto bélico y militarización.

Durante este proceso regresaron más de cuarenta mil guatemaltecos indígenas y campesinos, y ayer partieron los últimos que por esa vía se reintegran a su país de origen. Así se cierra un proceso de la gestión de Acnur en México para el cual ya desde hace varios años la comunidad internacional había decidido no canalizar más fondos por considerar concluido el conflicto armado en Guatemala.

El presidente Zedillo dijo que hoy "felizmente'' culminan dos procesos: el de aquellos que decidieron retornar y la estabilización migratoria de los que optaron "con toda libertad'' por permanecer en México.

Resaltó entonces la larga tradición de asilo del pueblo mexicano basada en los principios de solidaridad y cooperación internacional humanitaria, "sin más propósito que auxiliar a quienes buscan refugio''.

Hace casi veinte años, refirió el mandatario, cuando casi todas las naciones de América Central vivían momentos difíciles, México ofreció una oportunidad de paz y trabajo a hombres y mujeres, entre ellos muchos guatemaltecos. Hoy, se comparte con el vecino país la satisfacción de que prevalezca en estos momentos "una paz firme, ganada con el diálogo, la concordia y el espíritu constructivo; una paz que todos queremos sea eterna'', refrendó Zedillo.

Para el mandatario ésta fue también ocasión para demostrar la confianza que tanto ambos gobiernos como la ONU tienen en la cooperación internacional como camino idóneo para resolver los problemas comunes, y ratificó el compromiso de México con el apego al derecho internacional, el respeto a los derechos humanos y con su política permanente de asilo y de refugio.

Alvaro Arzú se expresó en términos de gratitud hacia México, y al rememorar diversas etapas de la acción solidaria ubicó como la más trascendental la ocurrida en '"las fases más encarnizadas del conflicto''.

Sadako Ogata, del Alto Comisionado de la ONU para Refugiados, caracterizó este momento como la culminación del "constructivo enfoque mexicano'' a la resolución de una larga situación de refugio y elogió la vía elegida por los dos países de dejar a los desplazados en libertad de optar por el regreso o su asentamiento definitivo en México. En ese mismo contexto la funcionaria rindió tributo a los actores gubernamentales, no gubernamentales nacionales e internacionales y a ambos pueblos, porque "no han escatimado ningún esfuerzo por aliviar la situación de los refugiados''.

También, ante el hecho de que México no es signatario de la convención del 28 de julio de 1951, celebrada en Ginebra y de la que surge el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Sadako Ogata reiteró su esperanza de que el país dé ese paso y se haga realidad muy pronto.

Participaron en la ceremonia la canciller Rosario Green y el secretario de Gobernación, Diódoro Carrasco; los gobernadores de Campeche, José Antonio González Curi, y Quintana Roo, Joaquín Hendricks. El coordinador general de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, Pedro Vázquez Colmenares, entregó los libros "Memoria del Refugio en México'' y "Construyendo Ciudananía'', registros puntuales de la experiencia del éxodo guatemalteco.

De regreso a la capital campechana, el presidente Zedillo, al que acompañó su esposa, Nilda Patricia Velasco, inauguró una empresa maquiladora, y en las mismas instalaciones encabezó la reunión constitutiva de la Sociedad de Inversión Campeche. Finalmente, inauguró en el centro histórico de la ciudad un recinto cultural en la Casa Número Seis, inmueble que data del siglo XVIII y en cuya restauración Petróleos Mexicanos invirtió 4.2 millones de pesos. El Presidente y su esposa ya no volaron de regreso a la ciudad de México, pues extraoficialmente se supo que permanecerán el resto de la semana en plan vacacional en un centro turístico del Caribe.