Bernardo Bátiz V.
Condominios de la ciudad

En medio del maremágnum por el que pasa el país, formado por infinidad de problemas que se han dejado crecer y que no se han atajado a tiempo, por corruptelas y por ineficacias, la obra del gobierno de la ciudad de México, remando a contracorriente, empieza a ser reconocida paulatinamente, a pesar de la campaña sistemática y costosa en contra, y a pesar del poco tiempo con el que esta administración ha contado.

Entre los diversos asuntos de los que se ha ocupado el gobierno actual de la capital de la República, uno muy importante es el atender la problemática de los condominios, que representan un muy alto porcentaje en el tipo de habitación que ocupamos los citadinos de la gran capital.

En conjuntos habitacionales, pequeños o medianos edificios, o grandes unidades, habita una tercera parte de la población de esta metrópoli, y la convivencia en estas peculiares estructuras no es ni fácil ni siempre pacífica; requiere de un entrenamiento y de una conciencia de solidaridad que no se tiene en la actualidad: es por ello que la campaña emprendida por la Procuraduría Social, para reorganizar los condominios y hacer conciencia entre sus ocupantes de la recíproca dependencia de unos respectos de los otros, es una obra ciertamente encomiable.

En los condominios es muy fácil encontrar un rival en el vecino, por el uso de los estacionamientos, por el destino que se dé a los patios y otras áreas comunes; por la luz de los pasillos, por la seguridad, por el ruido, por la basura y por mil otros pequeños o grandes puntos de roce y molestia entre los que ahí conviven. La Procuraduría Social por ello ha hecho un esfuerzo, primero, para regularizar la situación jurídica de los condominios, poniendo al día los libros de actas, animando a los condóminos a que elijan mesas directivas de autogestión, y a que se acostumbren a convivir en ese pequeño ensayo de la democracia que requiere diálogo con los demás; oír y opinar, entender y saber también hacerse entender; esta experiencia repetida no solamente resolverá pequeñas cuestiones de la convi- vencia cotidiana, sino que será ciertamente un entrenamiento cívico para entender la necesidad de convivencias mucho más amplias: el barrio, la ciudad y finalmente el estado.

La otra campaña que ha llevado a cabo la Procuraduría Social con buen humor e ingenio está encaminada a elevar la conciencia de respeto entre los que tienen necesariamente que compartir espacios y tiempos en su vida diaria, especialmente para las amas de casa y los niños y jóvenes, que son los que más tiempo pasan en los conjuntos y edificios.

La función de la autoridad ha sido en este caso muy bien comprendida; no sólo se trata de dar órdenes, de imponer sanciones o de dictar reglamentos. Más bien se ha buscado lograr la colaboración, contar con la participación y animar a todos a que asuman su propia responsabilidad y enfrenten por sí mismos la solución de sus problemas comunes.

Cuando leemos todos los días de incremento de la militarización del Estado mexicano, de saqueos bancarios, de corrupción y cinismo en las altas esferas de la administración pública, y en la lucha por las candidaturas; cuando vemos cómo se tambalea la estructura de nuestra sociedad, es alentador encontrar a un gobierno como el de la ciudad de México que, sin alardes y sin demagogia, poniendo oídos sordos a las críticas infundadas y a las campañas de desprestigio, continúa con el cumplimiento de su deber, por caminos nuevos, de participación y responsabilidad, de los que estábamos ya olvidándonos por tantos años de gobernantes interesados más bien en sus grandes negocios que en su deber de dirigir y coordinar la acción de todos.