La Jornada miércoles 28 de julio de 1999

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Han surgido nuevos signos de división al interior del PRD, ahora debido a la manera en que se pretende asignar la segunda posición en importancia de la directiva nacional del sol azteca, que es la secretaría general.

De acuerdo con las reglas estatutarias perredistas, la fórmula ganadora tendría derecho a que sus candidatos a presidente y secretario general ocuparan tales puestos si la diferencia de votos respecto a la planilla que quedara en segundo lugar fuese de dos sufragios a uno.

Según las cifras extraoficiales conocidas hasta ayer, la planilla que postuló a Amalia García habría conseguido ese dos a uno apenas por décimas de punto porcentual.

Con tales conteos, el secretario general sería Jesús Zambrano, el sonorense que actualmente es delegado del GDF en Gustavo A. Madero y que hizo mancuerna con la zacatecana. El desplazado, por esos requiebros aritméticos, sería Félix Salgado Macedonio, el senador guerrerense que apenas meses atrás era candidato a gobernador de su entidad.

Ciertamente, en la democracia se gana y se pierde hasta por un voto, y todos los que se someten a las reglas de una elección están obligados a respetarlas hasta sus consecuencias extremas. Bonitos democratizadores serían aquellos que se negasen a aceptar sus derrotas sólo porque éstas fuesen por márgenes estrechos.

Sin embargo, en el caso perredista analizado hay una serie de circunstancias que hacen increíble que se esté retomando el camino del conflicto cuando apenas iban saliendo de la terrible experiencia anterior; cuando las evidencias de mapachismo interno llevaron a cancelar tales comicios.

Por principio de cuentas, es evidente que la contienda perredista del pasado domingo era por la secretaría general, no por la presidencia, pues este cargo había sido virtualmente decidido cuando los principales aspirantes a él declinaron para dar paso a una planilla de unidad encabezada por la senadora García.

Tal paso unitario era necesarísimo para el PRD, sobre todo viendo de cara al electorado que de pronto vio al partido del sol azteca sumido en graves acusaciones mutuas.

Pero, dadas las condiciones de precariedad democrática en las que ha vivido el PRD desde su fundación, y habida cuenta de que nunca se han arreglado de fondo las tradicionales pugnas intergrupales de ese partido, la decisión de la planilla unitaria amalista provocó la reacción de corrientes internas que consideraron tal hecho como un acto cupular, de amarres ajenos a las bases, mero acomodo de piezas para juegos de poder.

Ante ello, prendió una especie de división de clases en el partido heredero de otros que luchaban por la abolición de tales estamentos. Uno sería el PRD exquisito, "de los perfumados", según la interpretación de algunos; otro el PRD lumpen, el de la raza brava, según la visión contraria.

Tal segmentación arbitraria no corresponde a la realidad, aunque sí es posible encontrar en ambos bandos elementos de concepción y operación política y electoral que les hacen plenamente diferenciables: Amalia García ha sido, ciertamente, una luchadora social incansable, sin tacha, presente siempre en las mejores batallas de los mexicanos por la democracia, la justicia, los derechos humanos y las garantías de las minorías. Reflexiva, conciliadora, propositiva, Amalia está en una línea de plena concordancia con las áreas del poder real dentro del perredismo. Salgado Macedonio, por su parte, es el ejemplo del militante batallador a cualquier costo. Apodado por sus compañeros como toro sin cerca, Félix es un hombre de permanente empuje, que logró sacar una alta votación en Guerrero como candidato a gobernador, pero que no está en la línea estratégica de quienes dominan el PRD. Es decir, el senador guerrerense, cuya candidatura a presidente del PRD creció al aglutinar una buena parte del descontento interno, no genera confianza en los mandos reales y formales de su partido, dicen que por su intemperancia, por sus arranques, por su permanente disposición al enfrentamiento.

Sin embargo, el PRD no parece estar en estos momentos ni para hacer a un lado a una fuerza de tal magnitud como la aglutinada por Salgado Macedonio ni a una actitud, una forma de hacer política como la desarrollada por el guerrerense.

Ese contexto está agravado por la evidente construcción que Porfirio Muñoz Ledo hace de los puentes por los que habrá de dejar su actual partido; por la marginación del grupo encabezado por quien fuera secretario general durante el trienio de López Obrador, y compitió palmo a palmo contra Amalia en la primera elección: Jesús Ortega; y por los signos de inconformidad que mantienen algunos perredistas, a quienes no les parece adecuada la manera en que se ha gobernado el DF y cómo se ha promovido la candidatura del ingeniero Cárdenas.

En tan grave situación, Amalia García y el PRD no parecen estar en condiciones de agravar más sus conflictos internos y de moverse con base en criterios milimétricos de supremacía, con exclusión de fuerzas reales como las de Salgado Macedonio.

Cuando López Obrador ganó la presidencia nacional del PRD, con 75 por ciento de los votos en su favor, lo primero que hizo, esa misma noche de la victoria, fue visitar en su casa a una de sus contendientes derrotada: Amalia García; y luego buscar a otro, a Heberto Castillo.

Otro ejemplo de inclusión oportuna: cuando Cuauhtémoc Cárdenas dejó la presidencia del PRD en manos de Porfirio Muñoz Ledo, de inmediato se creó un puesto, no existente en los estatutos, para dar cabida a una fuerza inegable, la del grupo que propuso a Mario Saucedo como secretario general.

Hoy, con la jauría salinista en contra, con el saldo difícil de la gestión cardenista en el Gobierno capitalino y con su caída en términos de encuestas de opinión, con tantos extremos que están por tocarse en la desesperación política (dos críticos permanentes de Muñoz Ledo han sido La tigresa Irma Serrano y el toro sin cerca Salgado Macedonio. Ahora, Porfirio y Félix están a punto de coincidir en algunos puntos circunstanciales), ni el PRD ni su nueva presidenta nacional pueden darse el lujo de la insensibilidad, de la exclusión.

Astillas: El Kid S. Herzog F. se mostró confiado de triunfar en su próxima contienda, según dejó sentir ayer en la ceremonia de pesaje rumbo a su próxima pelea en la que, para que no combata sólo contra su sombra (del mismo color que el original), se le han contratado contrincantes de paja. Por lo pronto, ayer, al registrarse ante la comisión tricolor de box del DF, el Kid se mostró propositivo en sus palabras a la prensa, sin atacar directamente a quien sí es su real contrincante, que es el gimnasio del sol azteca. Según se vio ayer, S. Herzog F. habrá de asumir el rol de peleador técnico, limpio, mientras que alguno de sus allegados será el encargado de la pelea sucia. Por cierto, bien haría el famoso Kid en cuidar la redacción de sus carteles de promoción. Ayer, en el texto oficial correspondiente a sus palabras de registro, se hablaba de que es necesaria una "Basta cultura para el uso eficiente del agua". Seguiremos informando... Conmovedora la confesión de Humberto Roque Villanueva de que, con tantos años en el poder, el PRI ya se ha encariñado con él. Es de esperarse que las románticas revelaciones del siempre ingenioso coahuilense no sean justificación para venideros enojos, despechos o hasta crímenes pasionales en caso de que el amado poder pretenda dejar al encariñado PRI.

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