n Ganador del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo
Escribir sin presiones, oportunidad que le debo al destino: Sergio Pitol
n El llano en llamas y Pedro Páramo, libros que cambiaron mis perspectivas, sostiene
César Güemes n El nombre de Sergio Pitol se une desde ahora al de Nicanor Parra, Juan José Arreola, Eliseo Diego, Julio Ramón Ribeyro, Nélida Piñón, Augusto Monterroso, Juan Marsé y Olga Orozco. Todos ellos ganadores, como ahora él, del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo. Diplomático por largos años, hoy el autor de obras como La vida conyugal o Pasión por la trama se descubre tentado por la novela corta y por mantener, como lo hizo mientras vivió fuera de México, una prudente distancia con las corrientes literarias en boga. Sobre ello tratan las primeras impresiones de Pitol, a unas horas de conocer la noticia del galardón.
-ƑCómo fue su relación con Juan Rulfo y su literatura?
-De admiración total. Desde el momento en que apareció El llano en llamas y, poco después, Pedro Páramo, significó para mí y mis compañeros de generación un cambio total de perspectivas. En él encontramos algo diferente a lo que se escribía en México. Con su llegada a las letras pudimos leer los cuentos y su novela que no tenían el lastre de costumbrismo blando en que se había convertido gran parte de la literatura de temática campesina. En Rulfo encontramos esos temas mucho más dramáticos, más agudos, pero con un lenguaje insólito; hechos en formas y estructuras absolutamente insólitas. Para todos los que comenzábamos a escribir, Rulfo fue una ventana abierta por la cual entraban aires nuevos y mediante la cual queríamos escapar de la literatura que veníamos leyendo.
-ƑQué tan presente estuvo en su obra, quizá en el inicio, la temática y el tratamiento propios de Rulfo?
-Mi primer libro de cuentos publicado en los años cincuenta recoge desde luego esa admiración y ese entusiasmo. El escrito con el que salí al mundo, ''Victorio Ferri cuenta un cuento", narra la historia de un niño desamparado, un poco a semejanza del niño que aparece en ''Macario".
Reconocer el cuerpo de una obra
-Se encuentra usted pleno, en activo. Este reconocimiento le llega en un momento justo, don Sergio.
-Así es, no lo entiendo de otra manera. El premio Rulfo desde sus inicios reconoce la labor completa de un escritor. En este sentido lo reconozco. No es un galardón porque haya sacado el año pasado una novela específica, sino por un trabajo que ha llegado a tener cierto cuerpo. La primera sensación al conocer la noticia es de felicidad. Y después va uno recordando ciertas cosas. También es un apoyo con el que se percibe un mayor estímulo para trabajar. Es como decir que tiene sentido lo que ha hecho uno. Y también da cierto reposo, le permite al escritor que lo gana dedicarse a laborar sólo en lo que le es muy necesario, su obra. A la edad que tengo, 66 años, me parece un premio magnífico.
''Salí de México en 1961 y sólo se había publicado la plaquette con el cuento de Victorio más un libro de relatos, Tiempo cercado. Esto tuvo muy pocos lectores, no llegó a las librerías, el único eco fue una nota de José Emilio Pacheco que me saludaba como narrador. Me fui a Europa y en los distintos países por los que transcurrió mi vida seguí escribiendo. Publiqué de esa manera en la Universidad Veracruzana, ERA y Joaquín Mortiz. Los lectores crecieron en número. Y como pasaba un lapso muy amplio entre que los escribía y se publicaban, se me generó una libertad absoluta para trabajar. Esa es una de las posibilidades que deberé agradecer más al destino: haber escrito sin presiones de la moda, de las editoriales o de los amigos. No quise adherirme a tal o cual corriente literaria, ni a grupo alguno. No gocé de las 'ventajas' que da un grupo pero, a cambio, conté con el aire necesario para desempeñar mi labor, buena o mala. Mi literatura obedece sólo a incitaciones de mi ámbito cercano y al instinto personal".
Abrevar en la imaginación y la fantasía
-De hecho gran parte de su obra la realizó bajo un ámbito lingüístico muy diferente del castellano o de las lenguas romances.
-En efecto, vivir en ciudades como Varsovia, Budapest, Belgrado, también tuvo su ventaja: no llegaba allá el peso de las tendencias literarias. Por ejemplo, cuando hice mi primera novela existía una corriente poderosísima, la nueva novela francesa, que había desechado como elementos inecesarios la trama y los personajes en las novelas. Proponía una novelística sobre las objetos, los rayos de luz, las ventanas. Parecido a ese estilo existía un movimiento literario que se centraba en una revista potentísima, totalitaria, Tal cual. Ahí se daban las órdenes y se decidía qué era la novela y la literatura en general, incluso se denostaba al ensayo por ''impresionista". Por mi parte, sentí de lejos esas voces y opiniones subidas de tono.
"En esa época estaba con El tañido de una flauta y para mí escribir una novela significaba fundamentalmente contar historias, hechos de la vida de ciertos personajes, de sus encuentros, felicidades y derrotas. Esa necesidad de expresar literariamente historias se contraponía a los reglamentos de las metrópolis, señalados por la nueva novela francesa o por Tal cual. Pienso que si hubiese vivido en París en ese momento concreto, habría equivocado ciertas partes del camino. En cambio, en lugares lejanísimos, con literaturas que no conocía casi nadie y que a pocos interesaban, tracé los principios de lo que iba a ser mi obra literaria. Principios de los que me he apartado muy poco.
-No sólo las estancias en países lejanos de México y de los tradicionales centros culturales europeos marcan su obra, sino también el traslado mismo de un sitio a otro.
-Durante los años de viaje lo que iba escribiendo se convirtió casi en una bitácora. Seguí ciertos escenarios que no deseaba que fueran realistas, sino que aparecieran como telones. Si un cuento sucede en Budapest, ahí está el telón con algunos elementos típicos y tópicos, sin necesidad de hacer el retrato usual. En ese periodo contaba sobre todo el destino de personajes que por una parte fui encontrando y, por otra, inventando, en su mayoría mexicanos que pasaban por Venecia o Estambul o Viena. Para mí lo más sugestivo y que me llevaba a relatar un asunto era ver cómo esos personajes se defienden o se comportan cuando tienen un problema grave, separados de sus costumbres y de lo que los ampara. Así, el resultado es la historia de una derrota o una victoria. Fui poco a poco enriqueciendo y adornando este esquema e incorporé a la escritura mayores elementos de imaginación y fantasía.
-Sin embargo, eso se terminó. El paso siguiente fue hacia la sátira. ƑA qué lo atribuye?
-A que me encontré con la risa y el estupor ante todo aquello que se considera inamovible, respetable, aunque ya no tenga bases ni para que se le respete ni para que se le considere inamovible. Entonces me dediqué a novelas un tanto disparatadas, como las que conforma el tríptico del carnaval. De modo que pasé de temas trágicos y difíciles a la carcajada. Hay una ruptura con mi mundo temático y escritural, aunque hay muchos vasos comunicantes entre aquellas historias y las que vinieron luego.
-ƑQué sucede después de la carcajada?
-Me fui a vivir a Jalapa. Me aislé muchísimo. Estaba harto de ciertas cosas de mis últimos años en Europa, como la parte social del trabajo diplomático. Hubo días en los que desde el desayuno hasta la noche debía ir a cuatro ceremonias seguidas, a conmemoraciones de la independencia de 56 países. Eso por una parte me acicateaba más para aprovechar los días libres a fin de hacer más condensada la obra, pero por otra me quitaba mucho tiempo. Por ejemplo, cuando tuve el Premio Herralde, comencé a sentir como algo detestable las cenas de 22 personas sentadas a una mesa similar, diciendo las mismas cosas con las mismas palabras. Claro, de ahí tomé muchos personajes que pueblan mis novelas recientes.
Alejarse del carnaval y la carcajada
''El caso es que después de eso lo que necesitaba era aislamiento, soledad, rumiar mis historias, sentirme más cercano a mí mismo. Por eso elegí Jalapa y paso la mayor parte del tiempo en una casa que no está en la ciudad, sino en el campo. Tal vez por la ausencia de toda esta fauna que trataba y de la cual obtenía frases y diálogos, me fui quedando tan sólo con la imaginación. Resultado de dos o tres años bajo este otro tenor es El arte de la fuga, un libro ya con meditaciones, juegos y recuerdos que no salen casi nunca de mi esfera personal. Esta vuelta a mi entorno inmediato, a mi historia privada, me alejó un poco del carnaval y de la carcajada. Claro que hay partes y pasajes que equilibran temas dramáticos con ciertos disparates, pero ahora estoy pensando escribir un nuevo tipo de cosas, sobre todo novelas cortas."
-ƑPor qué le interesan?, Ƒcómo las define usted?
-Las novelas cortas que leo y estudio son un producto literario perfecto. Piensa uno en ese apartado y se pueden señalar de inmediato diez o 20 que son siempre muy buenas. Quisiera empezar a trabajar en alguna de ellas, con tema grave y relacionado con la historia. Pero también con el humor. Es decir, un acoplamiento de los dos lugares por donde ha pasado el péndulo de mi trabajo.
-ƑSe puede determinar con tanta precisión lo que se escribe?
-Bueno, muchas veces he dicho que voy a escribir de tal manera y cuando me aboco a ello surge lo contrario. El desfile del amor, la primera novela paródica, estaba concebida como de temas trágicos, pero en cuanto empecé a escribirla comenzaron a aparecer en la trama una recua de personajes esperpénticos y cambié la ruta. Así que es sencillo decir honestamente lo que va uno a hacer, pero en literatura no hay nada escrito hasta que se escribe.