Ť Un grupo fomenta la práctica de esa actividad


Poca difusión del malabarismo en México, pese a sus ventajas

Ericka Montaño Ť A diferencia de otros países del mundo, en México no existe una organización dedicada a la difusión del malabarismo... hasta ahora.

Un grupo de chavos, que desde hace algunos sábados se da cita en plazas públicas capitalinas, propone la creación de la asociación de monos cilindreros mexicanos, la primera de malabaristas en nuestro país. Con apenas tres semanas de poner en práctica la idea, decenas de personas ųdesde niños hasta personas de la tercera edadų se han interesado en participar.

La propuesta tuvo su primer obstáculo el 19 de junio, cuando la delegación Coyoacán otorgó tarde el permiso ųuna hora después de la hora fijada en la solicitud y sólo después del uso de palancas, a pesar de que el trámite se había hecho con una semana de anticipaciónų para que este grupo festejara el Día Internacional del Malabarismo. Pese a todo, más de 100 aficionados festejaron su día con un solo impedimento: no pudieron usar fuego, materia que le da a las maniobras la magia que convierte a esta ciencia en arte.

renato Los principales promotores de la idea son Rafael Bravo y Paulo Soto, quienes ven en la burocracia uno de los obstáculos para el establecimiento de la asociación, además de que ųparadójicamenteų "nos echen a la policía por jugar en un lugar público".

El objetivo de los monos cilindreros es dar a conocer al mundo que en México también se hace malabarismo y mostrar a los chavitos que no sólo existe la televisión, las computadoras o el nintendo, "mostrar que no todo está jodido" en nuestro país. A mediano plazo, los monos planean presentarse, en el ámbito callejero, en el Festival Cervantino, y más adelante fundar la escuela de malabaristas en la que podrán inscribirse personas de todas las edades.

Paulo, geógrafo de 27 años, entró en el malabarismo casi por accidente, cuando vio a los malabaristas en los semáforos y cuando viajó a Centroamérica, mientras Rafael conoció los malabares durante su estadía en Chile, donde comenzó la carrera de actuación.

Ambos coinciden en que el malabarismo es algo seductor y cachondo que no tiene como fin último divertir a la gente, sino que sirve también como terapia y en algunos países se utiliza como método de rehabilitación contra las drogas y la delincuencia.

En México, afirma Paulo, el malabarismo está mal formado. El que se practica en los cruceros tiene un alto nivel de riesgo, porque no saben cómo hacerlo, además de que es mal pagado. El único lugar profesional en el que se encuentran a los malabaristas es en el circo, que en nuestro país se encuentra al final de la cadena de la diversión. "Primero está la televisión, el cine, el nintendo. El circo es lo último, desgraciadamente".

El malabarismo de aficionados no es para vagos, porque no es necesario dedicar todo un día para aprender y practicar. Bastan algunos minutos y constancia para hacer que las cosas funcionen, porque "el límite del malabar es el que nosotros le imponemos".

El comienzo es difícil, advierte Rafael, pues a veces cuesta mucho trabajo aprender a mantener los objetos en equilibrio, "pero una vez que le agarras la onda es muy fácil y con media hora que te pongas a jugar puedes hacer miles de cosas".

Manos, pies, cabeza, hombros, rodillas, muslos... todo se vale a la hora de jugar con las leyes que descubrió Newton sobre la causa que nos mantiene con los pies en la tierra (a algunos).

La magia se realiza con juguetes comunes, como el yoyo, el trompo o las pelotas de poco tamaño. Pero los expertos prefieren el golo, el diábolo, las clavas, los cuchillos... cualquier cosa que se mueva sirve.

Cabe mencionar que algunos de estos artículos tienen un origen bélico, como el bumerán, pero que a través de los años pasaron a cumplir un fin lúdico. Sus nombres cambian de acuerdo con la región en la que se jueguen. Así, el golo se convierte en devil stick en los países de habla inglesa, y el diábolo se transforma en yo-yo chino.

Los malabares en el cine

De acuerdo con una lista del Juggling Information Service, existen al menos 378 películas, dibujos animados o documentales en los que aparecen malabaristas, aun cuando sólo se ven en escena por algunos instantes y en segundo plano. La lista incluye películas desde 1896 (Assietes tournantes) hasta 1998 (Jane Austin's Mafia).

La mayoría de los títulos son anglosajones, pero también hace referencia a filmes italianos, franceses, rusos... y salta a la vista uno en especial: Viridiana, filmada en 1964 con la dirección de Luis Buñuel, en el que actúan Silvia Pinal, Francisco Rambal y Fernando Rey. En una escena una niña juega con un diábolo y dice: "šMiren lo que puedo hacer!".

En muchas cintas son los personajes principales los que intentan hacer malabares (The Circus, con Charles Chaplin, filmada en 1928), y en otras son malabaristas profesionales los que entran al quite.

Muchos de estos filmes se refieren a historias de la Edad Media con reyes, reinas, princesas, caballeros y bandidos convertidos en héroes, en los cuales los bufones son parte imprescindible de la trama (The Flame and The Arrow, 1950; Camelot, 1967).

Otras hablan exclusivamente de la vida en los circos (At the Circus, de 1939, con los Hermanos Marx; Circus World, 1964; Circus Stars, 1957; Three Ring Circus, 1954).

La lista da cuenta también de películas que se refieren a hacedores de malabares (The Juggler, 1953; The Juggler of Notre Dame, en sus versiones animadas o con humanos basadas en una historia de Anatole France).

Los malabares, en cualquiera de sus expresiones, también aparecen en películas clásicas, como Casablanca, Singin'in the rain, War and Peace, Spartacus, Xanadu.

Para gustos más recientes tenemos The Full Monty, Casino, Calígula, Bravehart, Los muchachos perdidos, Hamlet, La familia Adams, Batman regresa, Los tres mosqueteros, El libro de cabecera, El cartero siempre llama dos veces, Nueve semanas y media.

Y para los niños, Cenicienta, La bella durmiente, La espada en la piedra, La bella y la bestia, Fantasía, El Jorobado de Notre Dame...

Salud por aquellas películas que quedaron fuera de esta breve relación, y por aquellos programas de televisión en los que los personajes intentan, a veces sin éxito, dominar las fuerzas de la gravedad.