Antonio Gershenson
Fobaproa, blindaje y el 2000

Todo lo que se ha estado haciendo público en torno al Fobaproa, actualizado y ampliado con el Informe Mackey, abre la puerta a la posibilidad de un nuevo escenario para la compleja situación en que se desenvuelve el prolongado proceso de la sucesión presidencial. De por sí, un periodo electoral que lleva ya varios meses y para cuya culminación falta casi un año, es una dura prueba para una economía que dista mucho de ser tan sólida como dicen quienes la tienen bajo su responsabilidad. Ahora aparecen, o se hacen públicos, nuevos escollos en su camino.

En estos días se publicó un trabajo en el que se estima que el margen de sobrevaluación del peso alcanzó 18 por ciento. Lo que es un hecho es que los precios suben y el dólar baja, generando tensiones que en un futuro no muy lejano tendrán que aflorar. La entrada masiva de capitales, sobre todo en la compra de títulos y acciones en la Bolsa, genera una oferta de dólares en nuestro país que explica y sostiene ese fenómeno. Pero el que compra esos papeles es para venderlos cuando le convenga, cuando sienta que ya no está asegurada su futura ganancia o, peor aún, cuando tema posibles pérdidas. Por otro lado, las autoridades financieras quieren sostener esta situación lo más posible para tratar de llegar a las elecciones sin un disparo en los precios y, sobre todo, sin una devaluación. Se habla de un blindaje para la transición sexenal, con créditos y reservas. En realidad, ya había habido esta clase de medidas, con reservas que en cada sexenio se antojaban sin precedentes. Sin embargo, a lo más que alcanzaban esas medidas era a pasar la elección y devaluar después. Salinas no quiso devaluar y le dejó el paquete a su sucesor, a diferencia de lo que era tradicional. Otro caso singular fue el de De la Madrid, quien sí devaluó después de la elección en 1985, pero que, teniendo el mismo dispositivo en marcha para 1988, tuvo un descalabro con el crack de la Bolsa Mexicana de Valores en octubre de 1987, que lo obligó a devaluar antes de lo previsto. Tuvo, también, la peor elección que había tenido el partido gobernante.

Los primeros pasos de la presente campaña electoral muestran ya enconos incluso dentro del mismo partido y, en especial, en el partido en el poder. Es difícil asegurar que todo vaya sobre ruedas durante un año más. La falta de solidez de una economía que depende de los capitales golondrinos se pone de relieve con una situación precaria de los bancos, que dependen en gran medida del biberón gubernamental de FobaproaųIPAB. A medida que los estudios internacionales que destacan estos elementos de nuestra realidad vayan llegando a los principales consultores financieros y, sobre todo, a medida que vaya avanzando la campaña electoral, irán aumentando los riesgos de una fuga de esas divisas que ahora entran. Ese ingreso de capitales, que hoy compensa sobradamente nuestro déficit comercial, puede en ese momento revertirse y sumarse a ese déficit en una doble salida de dólares.

A una especie de escenario base en el que las autoridades financieras "aguantan" la actual situación de dólares e importaciones baratas hasta que pasen las elecciones ųtal vez para devaluar después de las mismas, si ganan, o para dejar la bomba armada a sus sucesores, si pierdenų se agrega otro posible escenario: un nuevo 1987, un vuelco tal en la economía que precipite las cosas y que haga insostenible la situación todo el año que tenemos por delante. No se trata de hacer pronósticos catastróficos, ni menos aún de alegrarse por ellos. Simplemente, los hechos ahora públicos, junto con el cuadro aquí descrito, abren esa nueva posibilidad.