El caso de Un hilito de sangre, debut como realizador de Erwin Neumaier dentro del programa de óperas primas del Centro de Capacitación Cinematográfica, sirve para ilustrar qué tan tortuosos pueden ser los caminos del cine mexicano. Si bien la película fue terminada en 1995, la indignación que le causó a los funcionarios en turno del Imcine motivó su virtual congelamiento. De ahí en adelante fue tratada como si contagiara algo. Incluso una aguerrida actriz la declaró una vergüenza para el cine nacional, durante el último festival de Cancún. Cuatro años después, cuando su actor protagónico Diego Luna ha dejado de ser un adolescente regordete, Jorge Martínez de Hoyos lleva tiempo de haber fallecido y el propio director ha cambiado de nombre, por razones religiosas, a Kamadeva, Un hilito de sangre ha sido estrenada al fin para demostrar que no era tanto una película maldita, sino simplemente malita.
Aunque no he leído la novela homónima de Eusebio Ruvalcaba sobre la que se basó el guión de Alejandro Lubezki, sé que en su tiempo fue popular entre los lectores jóvenes precisamente porque enfocaba a un adolescente en plena edad de la punzada, con deseos de rebelarse contra sus padres y ejercitar sus hormonas. La fantasía cuenta mucho en su vida y Neumaier la plantea desde el inicio: en un salón de clases, León (Diego Luna) está absorto en sus dibujos mientras se escucha la apagada voz de la maestra, dando por finalizado el curso.
La promesa de una buena versión local sobre la educación sentimental de un adolescente, la respuesta chilanga a Los 400 golpes, digamos, se desvanece en la siguiente secuencia familiar. Las caricaturas de un padre estricto, una madre frívola y una hermana tonta, son tan burdas como el detalle de que León se frota las sienes con sus dedos y pone cara de concentración, cada vez que ejerce sus fantasías. Por lo mismo, sabemos que el chavo está obsesionado con la linda colegiala Ozbelia (Ana Castro), porque nos lo informa una inútil y sangrona narración en off (y se remata con una toma de la chica empinada, mostrando los calzones como en cualquier novela vaquera).
Habiendo establecido que no va a ser un ejercicio en sutileza, Un hilito de sangre logra sus únicos momentos inquietantes cuando León conoce a un siniestro ``príncipe de los voceadores'' (Jorge Martínez de Hoyos) y su supuesta sobrina, una adolescente ciega llamada Magdita (Yuririra Rodríguez), que parece tener una libido exacerbada. Este es quizás el punto que más sublevó a los funcionarios, porque es cuando la película aspira a ser grosera e irreverente (o sea, fiel a la cosmovisión adolescente). En esos instantes, Neumaier coquetea con la sordidez y el delirio --al abuso verbal del voceador se suma un burlón muñeco de ventrílocuo--, pero no dura mucho.
El siguiente episodio en un improbable barrio chino inicia la decaída irremediable de la cinta. No obstante la amistad forjada con un chino a quien llama Kung Fu, el encuentro con Ozbelia en Guadalajara y el debut sexual en un burdel tapatío como de los años 20, el protagonista no evoluciona, anclado por una ausencia de tensión dramática y un ritmo narrativo demasiado laxo.
Da la impresión, también, que buena parte del pietaje se sacrificó en la edición final, porque la película --cuya duración apenas llega a los ochenta minutos-- se siente parchada e incompleta. Realmente nos importa muy poco si, según expresa el anticlimático final, León ha madurado, adoptando la personalidad de su otro yo --el doble mamón con tatuajes y gorra volteada, que le daba consejos desde cualquier espejo--, porque esa maduración nunca la hemos visto en pantalla.
Por alguna circunstancia, tal vez por razones de nostalgia (ah, qué tiempos aquellos de los billetes de $50,000), Un hilito de sangre ha permanecido en cartelera más allá del previsible semanazo. No ha sido un éxito de taquilla, ni mucho menos, pero ha reunido a más espectadores que algunos estrenos nacionales de mayor prestigio. Después de pagar con creces la novatada oficial, Neumaier --o Kamadeva-- puede sentirse de algún modo reivindicado.
Un hilito de sangre
D: Erwin Neumaier/ G: Alejandro Lubezki, basado en la novela homónima de Eusebio Ruvalcaba/ F. en C: Guillermo Granillo/ M: Claudio Moglia/ Ed: Fernando Pardo/ Son: Antonio Diego/ I: Diego Luna, Jorge Martínez de Hoyos, Ana Castro, Antonio Serrano, Claudette Maillé, Naoto Matsumoto, Yuriria Rodríguez/ P: Centro de Capacitación Cinematográfica, Imcine. México, 1995.