Octavio Rodríguez Araujo
Los motivos en la UNAM

El diálogo entre la Comisión de Encuentro de Barnés y el Consejo General de Huelga de los estudiantes tiende a congelarse. Rectoría no ha podido con el paquete, ni podrá, entre otras razones porque no quiere aceptar que se equivocó, y sigue equivocándose.

Si intentamos ser objetivos, el actual conflicto en la UNAM lo inició el rector Barnés con sus reformas, de las cuales el Reglamento General de Pagos (RGP) fue la gota que derramó el vaso. El pase reglamentado, la intromisión de Ceneval y las cuotas son la cadena más visible de las reformas rectoriles, aunque también deberían agregarse los cambios en los planes de estudio en los que, por cierto, se ha puesto poco énfasis.

Las reformas barnesianas no son originales. Antes se habían intentado. El mérito (¿mérito?) del rector Barnés fue (y sigue siendo) haberlas llevado a cabo a como diera lugar, contando para el efecto con las formas antidemocráticas del gobierno y la representación en la UNAM, pero no con los universitarios.

Para quienes no conocen bien la UNAM conviene explicar sucintamente cómo funciona su gobierno y la representación de los cuerpos colegiados. El rector es designado por mayoría de votos de la junta de gobierno. Esta la integran quince personas que tradicionalmente han aceptado, en mayoría, subordinarse al gobierno en turno de la República. La junta de gobierno, a su vez, nombra a los directores de las escuelas, facultades e institutos, escogiendo a uno(a) de la terna que le presenta el rector. Los directores, por lo tanto, deben su nombramiento, en primer lugar, al rector que los incluyó en la terna y, en segundo lugar, a los miembros de la junta de gobierno. Los directores, por su lado, influyen en las candidaturas de profesores, investigadores y estudiantes para los consejos técnicos o internos y para el Consejo Universitario. Cuentan con información que casi nadie tiene (nombres, teléfonos, etcétera), y también con el aparato y los recursos para hacer su labor de ``convencimiento'' (tirar línea, se dice). Sólo por excepción hay consejeros independientes. De este modo los cuerpos colegiados en la UNAM se subordinan en los hechos a las autoridades burocráticas, supuestamente académicas. Esto explica por qué el 15 de marzo la mayor parte del Consejo Universitario aprobó por ``convicción'' cuotas obligatorias y ``actualizadas'' y el 7 de junio, también por ``convicción'', convirtió las cuotas en voluntarias.

Con un control como el descrito, es fácil entender por qué las reformas del rector pudieron pasar, por qué fueron los consejeros universitarios independientes los que se opusieron al RGP y por qué, una vez puesto en evidencia el Consejo Universitario, fue al margen de éste donde se planteó el movimiento y la huelga que ahora conocemos todos. Conviene advertir que de toda la comunidad de la UNAM, son los estudiantes los que tienen mayor libertad para manifestarse en contra de las medidas de las autoridades, entre otras razones porque no los pueden amenazar, como a los profesores, en promociones, concursos de oposición, estímulos a la productividad, estabilidad laboral, horarios de sus clases, descuentos en sus salarios, etcétera.

El pase reglamentado es una aberración. Si un estudiante del bachillerato de la UNAM obtiene su diploma independientemente del promedio (con 6 de promedio es suficiente), ¿por qué para ingresar a una licenciatura también en la UNAM debe tener un promedio superior? Y lo mismo para pasar de licenciatura al posgrado: si con promedio de 6 la UNAM le otorga título a un estudiante, ¿por qué necesita un promedio superior para estudiar una maestría en la misma institución? ¿Debemos interpretar que la UNAM no reconoce sus propios diplomas o títulos para alumnos con bajos promedios que se consideran en el sistema universitario como suficientes? ¿La UNAM le toma el pelo a los estudiantes (y al mercado de trabajo) otorgando títulos que luego no reconoce para continuar estudios?

Lo de Ceneval es peor. ¿Una institución privada dirá quiénes entran a licenciatura y quiénes reúnen los conocimientos para validar sus títulos profesionales? ¿Y la autonomía universitaria? ¿Y la libertad de cátedra? ¿Ceneval nos va a decir qué deben saber nuestros alumnos?

Rectoría debería entender, para resolver el conflicto, que éste no es la huelga sino los elementos que la motivaron. Y que, por lo tanto, son estos elementos los que se deben discutir, pues lo que en realidad está a debate es el proyecto de Rectoría (¿de Rectoría?) para la UNAM y otro que defiende que ésta sea gratuita, autónoma y al servicio de la nación y no de los mercados.