Imposible soslayar la raíz del conflicto chiapaneco. Hay, ciertamente, una íntima relación entre el desarrollo económico y el desarrollo social, de ahí que desigualdad y pobreza extrema signifiquen un obstáculo para la realización de los derechos sociales. Incluso de los grupos étnicos de la entidad. Y a pesar de los esfuerzos de las autoridades federales, estatales y municipales, persiste la discrepancia y a veces enfrentamientos entre las comunidades, organizaciones y algunos partidos políticos, sin olvidar el despliegue a nivel de medios de comunicación que realiza el levantamiento neozapatista.
Es preocupante el clima social y político chiapaneco, de ahí que valga la pena trabajar intensamente en la generación de una atmósfera de confianza para conseguir la distensión y la sana convivencia, y procurar una propuesta democrática que recupere los espacios de entendimiento y concordia. De hecho, es oportuno evitar la polarización de las fuerzas políticas y sociales de la entidad para restituir el tejido social.
Es evidente que hay un trabajo persistente para ofrecer un panorama catastrofista de la entidad sureña. Por lo que, de hecho, hay una visión parcial de lo que realmente acontece. Dos Chiapas se debaten a los ojos del mundo: el mítico-ideológico, el de la idealización de la rebeldía, y el palpable, el real, el que viven los chiapanecos que padecen del embate de estas fuerzas que evita la pacificación y la concordia.
Vale la pena resaltar que para dar respuesta de manera efectiva inmediata y coordinada a las principales demandas de la población, el gobierno federal, en coordinación con el estatal, ha realizado diversas tareas en lo que se refiere a salud, educación, desarrollo agropecuario y social en los municipios de mayor índice de marginación. No es válido olvidar el incremento de recursos federales para la entidad.
Sin embargo, es evidente que la realidad social de Chiapas requiere de un nuevo enfoque que permita construir, a través de un esquema democrático más participativo, el restablecimiento de la credibilidad no sólo a nivel de instituciones, sino de otras expresiones de organización más acorde con los tiempos presentes, a fin de aglutinar esa energía social que caracteriza a los chiapanecos. De lo contrario, persistirá esa visión de dos Chiapas, dos entidades irreales, que significan la polarización de actitudes e ideologías.
Ya es tiempo de conciliar esas posturas: Chiapas requiere soluciones urgentes, responsables, espacios democráticos de coexistencia incluyente, que permita el reencuentro de las autoridades y la sociedad. Agilizar el desarrollo y el bienestar comunitarios y transformar la realidad social. No las visiones encontradas que hablan de emergencia y descomposición total.
* Senador de la República.